Cada que leo noticias policíacas en medios de Tijuana y de Baja California, termino con las mismas dudas:

¿El periodista también sale de su casa con miedo revisando cada carro que pasa frente a él, como indica en sus noticias que debe cuidarse el ciudadano de la delincuencia?

¿El reportero también voltea en el retrovisor afuera de un Oxxo, esperando que no lo maten?

¿Conduce a su trabajo deseoso de que no le disparen en la carretera, sale a correr seguro de volver a casa y espera no desaparecer en el camino, como las historias que busca y cuenta?

¿El periodista también evita las fotos sangrientas y morbosas mientras desayuna, come o cena, y transita ociosamente por las redes sociales?

¿El reportero se vuelve presa de la información que difunde, porque absorbe el nivel de los textos que redacta?

¿Es la propia sangre del dolor ajeno la que chorrea por el texto, o es su desesperación por la nota roja?

Insensibilizar debería dejar de ser verbo para convertirse en un delito, aunque sea precisamente lo que muchos medios de ciudades violentas como Tijuana explotan para reventar las redes sociales.

La justificación más fácil es no ir contra la corriente. La gente quiere eso, argumentan. Aparte no podemos ocultarlo, sí pasa hay que escribirlo, fotografiarlo, tomarle video en vivo

Error. Cuando perdimos la capacidad de asombro, la sociedad empezó a desmigajarse.

Los medios de comunicación han hilado a la perfección la intriga del Gobierno durante años, abonando a la supresión social mediante el miedo noticioso y la visión ampliamente difundida de que en cualquier lugar pueden matarte.

Con los años, los verdaderos medios afines al Gobierno en Baja California han denunciado la ineficiencia y el destiempo en cada hecho delictivo reportado.

Sin embargo, la propia narrativa diaria de los hechos policiacos, nos permite avizorar entonces una denuncia desde el periodismo que es ineficaz contra las autoridades.

Al cubrir a diario los hechos violentos, las balaceras y los homicidios, se supone una queja, una denuncia, el lado social de las cosas.

Pero allá arriba, donde han vivido gobernadores como José Osuna, Kiko Vega y ahora Jaime Bonilla, la vida tiene una penetración diferente.

Los funcionarios son comparsas y autores de las noticias policíacas en muchos medios, básicamente por no hacer nada.

Al permitir que la violencia suceda, nuestras autoridades garantizan su difusión y obtienen el temor de una sociedad que se amedrenta diariamente leyendo las noticias, mientras ellos guardan profundo silencio desde el poder.

En esta óptica de las cosas, nuestras autoridades usan a los reporteros como conejillos de Indias, cuando el periodista busca en principio la posición contraria del mismo juego.

Lo hicieron el pasado 6 de junio, por ejemplo, cuando los reporteros de Tijuana se dedicaron a cubrir muertos y balaceras en la Zona Este, en vez de estar pendientes de la elección y las casillas, como habría sido en una jornada electoral normal.

Nadie sabía lo que iba a ocurrir el domingo de las votaciones pasadas, pero todos los medios pensábamos que habría trifulca.

Sin ninguna información de por medio, muchos coincidimos en armar equipos de trabajo especiales para la Zona Este de la ciudad. Nadie sabía por qué, aunque seguramente conocíamos la razón: así se manejan… Y en efecto: así se manejaron

La deducción intrínseca que muchos medios adoptamos en ese momento, me lleva a pensar ahora que entre el Gobierno y el Periodismo nos conocemos bastante bien.

Esa suposición de pensamientos peligrosa, es la liga más fuerte que une dos cosas girando frente a frente en su propio torbellino de problemas.

El reportero guarda relación con el poder porque de él se nutre para informar. Y el poder usa las circunstancias para retorcer la realidad de pobreza, desilusión, pérdida y desesperanza.

Cortan el agua inesperadamente en una colonia, sale una nota y ellos guardan silencio. Al día siguiente dos colonias más pasan por el mismo asunto pero ya no es noticia. Para consolarse, los afectados toman como ejemplo la colonia que un día antes sí tuvo la fortuna de salir en el periódico. En todos lados pasa, comentan.

Sin embargo, la violencia no es igual de ejemplificante. Ni se entiende con semejante practicidad. El “mañana vuelve” de un corte de agua, no aplica para un homicidio. El consuelo ha de ser de las pocas cosas que no se escarmientan en cabeza ajena.

Parcos y unilaterales como han sido en estos últimos años, en el Gobierno pasan del problema como quien, desde el desdén, observa irse al tren del mame.

Porque al día siguiente es otro. Y otro. Y otro. Y otro. Y otro. Y otro. Y otro. Y otro. Y otro.

Matan a una persona afuera de un Oxxo. Matan a otra persona afuera de un Oxxo. Matan a una mujer en un Seven Eleven. Ejecutan a hombre en gasolinera. Balean a familia mientras conducía por el periférico. Balean a hombre que iba caminando. Desapareció cuando iba a su trabajo. Dos motociclistas de Uber detenidos por repartir droga. Queman plantíos de marihuana en Ensenada. Ejecutan a policías en Tijuana. Atentan contra director de Fisamex. Matan a una persona afuera de un Oxxo. Matan a otra persona afuera de un Oxxo. Asesinan a taquero. Los balean mientras jugaban fútbol. Atacan a balazos a señora que vendía en el sobre ruedas. Muere vendedor de hot dogs. Lo matan en el Mercado Hidalgo, mientras iba con su hijo. Disparan contra hombre y su hija afuera del cine de Playas de Tijuana. Ejecutado en Plaza Milenio. Le disparan esperando el taxi. Hombre muerto en la Sánchez Taboada. Hallan cadáver en el canal. Encobijado en el 2000. Matan a una persona afuera de un Oxxo. Matan a otra persona afuera de un Oxxo. Balean a mujer en el periférico. Joven ejecutado en Plaza Galerías…

¿El daño social de las cosas es evidente?

¿La omisión del Gobierno es irrefutable?

¿Y ellos? ¿En la pendeja paralela porque ya se van?

¿Ya no les importa nada? ¿O tal vez nunca les importó?

Cada que leo noticias policíacas en medios de Tijuana y de Baja California termino con las mismas dudas.

DE LA BIBLIOTECA: “Los diarios daban siempre una publicidad inmoral a los delitos.” – Rodolfo Usigli, en Ensayo de un Crimen.

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