Esta es una reflexión personal. Si quiere,  ni me siga leyendo.

Aquí no se habla de política, historias de criminalidad o mafias. Esta vez, es la primera ocasión en que usaré este espacio que le pertenece a Ustedes, para hablar un poco de su servidor.

Muchos columnistas reflejamos en nuestros textos el pensamiento interno o el lenguaje aparente de las cosas, para sacar una conclusión valiosa, precisa o noticiosa. Muchos otros, reflejan las voluntades ajenas. Pocos hablamos de lo ajeno en lo ajeno, pero reflejando la indignación propia, y esta columna de eso de trata.

Todo esto electrónico que Ustedes leen aquí, en este espacio, siempre se proyecta primero en el papel: Mis hojas son una bola de anotaciones sin sentido que luego esgrimo frente a la computadora.

Menos esta columna, la cual prometí no depurar y transmitir textualmente desde esta noche de insomnio en que me pasa por primera vez a través de la cabeza. En la otras hay argumentos, críticas subidas de tono o pensamientos que defino al momento de publicar en el algoritmo, en el Internet de las cosas, sopesando al transcribir mi propia rabia inicial sobre la situación, para darle a Ustedes un producto analizado.

Algo de Todo tiene sus orígenes en mi primer trabajo y el ídolo que representa: Un Poco de Algo y sus mitos definieron mi niñez, mi adolescencia en Estocolmo y mi adultez. Me secuestró el alma aquella primera vez que vi con mis ojos su propia tinta.

Algunos crean su voz bailando, otros en la orden impropia, muchos otros en la infelicidad ajena, y algunos más en la melancolía. Y esa voz de melancolía, hizo Algo de Todo.

En la indignación de saber que un hombre tan fuerte como él había muerto asesinado en la ciudad donde nací, haciendo precisamente lo que yo soñé desde pequeño, se funda esta primera colección incoleccionable de columnas.

La denuncia de un asesinato impune, desde la autoría intelectual, atormenta a medio mundo. Y al mundo de los medios. Pero en sus vericuetos, ese mercado es muy conocido. Por eso, lo que hoy les voy a decir es una vuelta de la página.

Hay que saber que en la figura de nuevos héroes también se funda el periodismo. Y basta de contarles a Ustedes las cosas con tacto. Las cosas como son.

#LaVerdadEnSuSitio

UNO.-

Es una verdadera vergüenza que la recién estrenada madre, Marina del Pilar Ávila Olmeda, la gobernadora, no haya mandado a algún achichincle a los funerales de Margarito y de Lourdes. Nadie los vio.

Ni para la foto o de forma discreta, la esposa del panista católico mandó a alguien a que le diera un abrazo de parte del Gobierno, aunque fuera de condolencia fingida, a la periodista Eglantina Esquivel, madre de Margarito Martínez Esquivel.

Eglantina, por decirlo, representa un gran antecedente del empoderamiento femenino en Baja California que Del Pilar tanto presume. En la familia de Lourdes, ya ni lo esperaban. Y es que siendo Marina del Pilar la gobernadora, no se entiende la misoginia de su administración.

DOS.-

La misoginia del gobierno del Estado en estos casos fue implícita por dos situaciones. La primera, es la información inicial que difundieron y sobre todo, cómo lo hicieron. Una pena, pero esta vez no de vergüenza sino de lástima, lo que hicieron desde el gobierno siendo Marina del Pilar una declarada feminista. Puede ser una cosa pendeja mía, pero otros dicen que quisieron decirlo, sin decirlo.

Esto es un análisis de simple comparación, eso que pasa inadvertido, pero que refleja un gran problema para el Gobierno que ella encabeza. Algo tan básico, como lo siguiente.

Así fue el comunicado difundido sobre el asesinato de Margarito Martínez Esquivel enviado por WhatsApp el día que lo mataron:

Así fue el comunicado difundido sobre el asesinato de Lourdes Maldonado López enviado por WhatsApp la noche que la asesinaron:

La diferencia más notable, independientemente del formato, es el lenguaje de misoginia y la falta de transparencia que demuestran.

Les digo que es una cosa pendeja, pero para uno significa mucho que a Margarito lo hayan mencionado por nombre propio en el primer párrafo y a Lourdes hasta el tercero.

Esto no tiene nada qué ver con nuestros compañeros, a quienes les debemos la memoria, sino con la forma en que desde el Gobierno nos informan las cosas.

¿Por qué hablan en el primer párrafo de su formatito PDF, de “una mujer periodista asesinada”? ¿Por qué en el segundo hablan de ella diciendo que “una mujer había recibido disparos”?

Y es que por ser mujer, tal vez, le destinaron a Lourdes el nombre propio hasta el tercer párrafo, o tal vez porque no le dieron el mecanismo de protección que prometieron, y por eso andan todos como hormigas tapándose los hoyos.

La memoria de Margarito y Lourdes vivirá siempre para el periodismo mexicano como un momento trágico, por la cercanía de los hechos y la similitud, y porque golpea directamente en todos los nuevos jóvenes que nos dedicamos a esto. Entonces, ¿por qué en el gobierno no fueron similares con el trato de la información? ¿Esto es misoginia implícita?

No fuera un comunicado tarado sobre cualquier cosa que hagan ellos, porque ahí sí mencionan desde el primer párrafo que Marina dijo, pidió, instruyó, etcétera. Y en el segundo también, y en el tercero también, y en el cuarto otra vez.

TRES.-

“De mí no es de quien te tienes que cuidar”, respondió varias veces mi acosador mientras movía la mirada, y negaba con la cabeza. Sus manos estaban lisas sobre la mesa donde nos sentamos a platicar, dos días después del miércoles pasado que lo expuse en redes sociales.

Tras una llamada un día antes de vernos, el jueves, en donde se mostraba vulnerable al teléfono, acepté su capacidad de réplica porque si en GLOCAL MEDIA nos equivocamos, lo debemos corregir.

Sin embargo, de frente, quedó claro que el entrevistado iba a responder sólo las preguntas sutiles que pudiera. Y no las que nosotros o él quisiera. Aunque su lenguaje y sus miradas improvisadas, nos dieran otra cosa diferente.

Seis veces dijo “tengo miedo” en 12 minutos de entrevista. Entre ese promedio de súplica, el acosador se rebeló posiblemente, quién sabe, como víctima.

Y hasta ahí la vamos dejar, nomás por no dejar

CUATRO.-

Montserrat Caballero Ramírez tiene asesores que no la saben asesorar. Es indecible, incomible, imperdible y hasta imperdonable lo que dijo en estos días. Digamos con propiedad que Montserrat no es de Tijuana. Y tal vez por eso ella no sopesa la muerte de un comunicador profesional arraigado en la ciudad, desde las manos del video de un facebookero.

La diferencia entre un periodista y un facebookero, tiene qué ver con el respeto a los derechos humanos de las víctimas. Y a Margarito le violentaron su derecho. Ya desde ahí, los asesores inútiles de la alcaldesa deberían decirle:

“Mire, Alcaldesa, los periodistas tienen estas reglas, y los facebookeros estas otras. Es como los diputados, que no pueden estar pisteando en el Congreso.”

CINCO.-

El lunes antepasado se le acabó la pila de su silla de ruedas a Julián Leyzaola, justo en la puerta de este medio. No es broma, aunque suene a chiste. Yo estaba afuera y de la nada escuché unas llantitas y unos tacones. Alcé la vista y la mano del teniente maniobraba con una palanquita.

-Ya se le acabó la pila -dijo a la mujer que lo acompañaba. Los tacones se regresaron un par de metros y en eso lo saludé.

-Qué tal, teniente, buenas tardes.

Julián Leyzaola me miró serio, volteó a la puerta y levantó la cabeza para leer el letrero luminoso: GLOCAL MEDIA.

-Tal vez Usted no me conozca, pero aquí hemos hablado mucho de Usted -aboné a mi saludo.

-¿Qué es aquí?

-Oficinas de un Sitio de Internet donde hacemos periodismo.

Leyzaola volvió su mirada al logo, entrecerrando los ojos por los rayitos del sol.

-¿Me da una entrevista?

-Es que vengo en familia.

Con las manos en la silla, la mujer de los tacones me sonrió detrás del cubrebocas.

-Mejor luego, tengo hambre y voy a comer -dijo el Teniente.

-Bueno, le doy mi tarjeta, ahí viene mi celular. Lea lo que escribimos y si quiere, aquí lo esperamos.

Si hubiéramos sabido para ese entonces que el exgobernador Jaime Bonilla no había estudiado ni cursado o inscrito alguna vez en la UNAM, el Teniente seguro se hubiera quedado a platicar.

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