Rodolfo Hernández, el multimillonario de derecha que se convirtió en la sorpresa de los comicios presidenciales de Colombia el pasado domingo, al pasar a la segunda vuelta electoral junto con el izquierdista Gustavo Petro, es uno de esos candidatos a los que la gente les perdona todo.

A sus 77 años, su facha de abuelo bonachón le ayuda a sortear sus frecuentes deslices. Y quizás por eso se da el lujo de mostrarse ante los colombianos como un hombre del común que puede ser impulsivo, machista, xenófobo, clasista, ignorante en muchos temas que cualquier aspirante a la presidencia debería conocer, y hasta intolerante con sus críticos y con quienes no piensan como él.

Podría ser el tío rico y estrafalario de cualquier latinoamericano; el tío que puede ser como le dé la gana porque es rico y porque hizo su fortuna con su actividad privada, no en la política. Su patrimonio personal llega a 100 millones de dólares.

Hernández admira varias políticas del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, en especial la forma de comunicar del mandatario mexicano, y ha dicho que de llegar a la presidencia hará conferencias de prensa todos los días para exponer a los corruptos y a los legisladores que no quieran aprobar sus iniciativas de ley.

También, al igual que López Obrador, dejaría de usar la flota de aeronaves de la casa presidencial e instrumentaría políticas de total austeridad en el sector público.

El candidato presidencial colombiano de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, Rodolfo Hernández, vota en la ciudad de Bucaramanga, Colombia, 29 de mayo, 2022. REUTERS/Stringer

Los desplantes de Hernández, un ingeniero civil que se ha dedicado la mayor parte de su vida a la construcción y financiación de viviendas populares, hacen recordar a Vicente Fox cuando era candidato presidencial del PAN en 2000 e insistía ante sus contrincantes, Cuauhtémoc Cárdenas y Francisco Labastida, en hacer un debate “hoy”, “hoy”, “hoy”, lo que en lugar de pasarle la cuenta por su terquedad lo proyectaba como un personaje pintoresco y divertido.

Así le ocurre a Hernández. La cachetada que le pegó al concejal John Claro en 2018, cuando el empresario era alcalde de la nororiental Bucaramanga, lo hizo famoso en todo Colombia, pero no por ser un servidor público que pierde los estribos y es capaz de ser violento, sino por ser un señor que no se deja de nadie y que, al golpear a un político, interpreta a los ciudadanos indignados con la clase política. Ese fue su arranque en la carrera presidencial.

Así como el errático y frívolo presidente Vicente Fox algún día dijo que en Estados Unidos “los mexicanos hacen trabajos que ni los negros quieren hacer”, Hernández dijo hace tres años que las mujeres venezolanas que han emigrado a Colombia en condiciones de extrema precariedad son “una fábrica de hacer chinos (niños) pobres”, una queja xenófoba con la que coinciden algunos colombianos que consideran la inmigración venezolana una invasión silenciosa.

Y al igual que Fox, quien hacía gala de su incultura y en un Congreso Internacional de la Lengua Española en Valladolid, España, en 2001, llamó “José Luis Borgues” al escritor argentino Jorge Luis Borges, Hernández suele incurrir en confusiones bochornosas.

En un programa de radio, cuando era alcalde de Bucaramanga, dijo:
“Yo soy seguidor de un gran pensador alemán que se llama Adolfo Hitler”. Cuando comenzaba a calentar esta campaña política, se lo sacaron en cara y él escribió en Twitter que fue un lapsus, que se equivocó, y que en realidad se quería referir al científico Albert Einstein.

FOTO: MICHAEL BALAM/CUARTOSCURO.COM

“Pido mil disculpas a la comunidad judicial (quiso decir ‘judía’) y a todo el pueblo colombiano”, escribió el ingeniero civil, quien luego de pasar a la segunda vuelta en los comicios presidenciales del domingo se convirtió en el candidato del establecimiento, de los políticos tradicionales y del uribismo. Pero Hernández insiste en que es independiente.

Cuando una estación de radio le preguntó al senador del uribista Centro Democrático, José Obdulio Gaviria, sobre la derrota en las elecciones del domingo de Federico “Fico” Gutiérrez, el candidato de ese partido de gobierno, el congresista respondió que cuál derrota, si Hernández había ganado.

Es que, como dijo el periodista Félix de Bedout, al quemarse tempranamente el plan A del uribismo (la candidatura de Óscar Iván Zuluaga, que nunca prendió) y al hundirse estrepitosamente el plan B (Federico Gutiérrez), “se activa el plan C”, es decir, Hernández, quien lejos de ser el “outsider” es ya el candidato de la política tradicional en la segunda vuelta.

Gutiérrez mismo anunció la noche del domingo que votará por el empresario de la construcción y llamó a sus seguidores a hacer lo mismo, lo que hace recordar a los precandidatos presidenciales del Partido Republicano que fueron derrotados en la contienda interna de 2016 por Donald Trump, y acabaron alineando el partido con el empresario neoyorquino, que ahí pasó de “outsider” a líder de un sector tradicional de la política estadounidense.

Las coincidencias con Trump y AMLO

Ex presidente EEUU Donald Trump en Delaware, Ohio. REUTERS/Gaelen Morse

Como Trump en Estados Unidos, Hernández, a quien también se le conoce como “el ingeniero” o “el Trump colombiano”, se presentó ante el electorado como un empresario que sabe administrar, crear empleos y producir riqueza, lo que suscita la admiración de amplios sectores que están hartos de políticos corruptos, burocráticos e improductivos.

Hernández es atrabancado, como suele serlo Trump. En audio que circula en redes sociales le dice a un cliente de su constructora que le hacía un reclamo: “Si usted sigue jodiéndome, hijueputa, le pego su tiro, malparido”.

Y de las mujeres, ha dicho que no le parece bien que se dediquen a la actividad pública. “Es bueno que ella (la mujer) haga los comentarios y apoye desde la casa. La mujer metida en el gobierno (a) la gente no le gusta”, dijo recientemente en un matutino de televisión.

Él suele arrepentirse en público de ese tipo de declaraciones y pide disculpas. “Un lapsus lo puede tener cualquier”, suele decir con un tono afable y convincente.

Como López Obrador en México, el ingeniero se erigió como un abanderado de la lucha contra la corrupción. Para él, al igual que para el presidente mexicano, la corrupción es el principal problema de su país y el origen de todos los males de la vida pública. Su movimiento político se llama Liga de Gobernantes Anticorrupción.

En su discurso abundan frases como “habrá cero tolerancia frente a la corrupción”, pero sus críticos señalan que carece de una estrategia contra ese fenómeno que figura entre los que más preocupan a los ciudadanos en América Latina.

Hernández crearía un “instituto virtual que le devuelva a los colombianos el dinero robado”. Algo así como el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP) que creó el presidente mexicano, pero virtual. El ingeniero enfrenta un proceso por un acto de presunta corrupción cuando era alcalde de Bucaramanga.

Al igual que López Obrador con Los Pinos, de convertirse en presidente, Hernández no viviría en la residencia oficial de los mandatarios, la Casa de Nariño, la cual convertiría en museo, y definiría la austeridad como una política central de su gobierno.

Está convencido de que el Estado puede funcionar con menos dinero y menos personal. Por ello, se dejaría de ofrecer café a quienes visiten el despacho presidencial y solo daría agua a sus invitados, para ahorrar recursos. También quitaría las ostentosas camionetas blindadas a los congresistas; suspendería la flota de aviones destinados al uso del presidente y demás funcionarios y reduciría el servicio diplomático y la renta de oficinas consulares en el exterior.

Gustavo Petro, el candidato izquierdista que encabezó con el 40% de los votos los comicios presidenciales del domingo, considera que un país no se puede manejar “con frase de Tik-Tok”, la red social que más ha utilizado Hernández en su campaña.

Hernández obtuvo el 28% de los votos y quedó en segundo lugar de la contienda y será el contrincante de Petro en la segunda vuelta electoral programada para el próximo 19 de junio.

A pesar de los 12 puntos de ventaja que logró Petro sobre el ingeniero Hernández, este último arranca como favorito para la segunda vuelta porque, al convertirse en el candidato del uribismo, del gobierno del presidente Iván Duque, del derrotado aspirante oficialista Federico Gutiérrez y de los partidos tradicionales, se espera que atraiga gran parte del voto que no favoreció al candidato izquierdista.

Petro puede verse favorecido en la segunda ronda por los 888 mil votos del centrista Sergio Fajardo, que quedó en cuarto lugar el domingo, pero estos no le alcanzan para ganar porque la mayoría de los 5 millones de sufragios que obtuvo Gutiérrez se irían con Hernández. Se trata en su mayor parte de votantes de derecha que observan al abanderado de la izquierda como un peligro para Colombia.

En ese escenario, Petro, un exguerrillero del M-19 que tiene como propuesta central el combate a la inequidad social, obtendría en los comicios del 19 de junio el 44% de los votos, mientras que Hernández el 52%.

Pero todavía faltan 18 días de campaña y Petro, cuyo estructurado discurso contrasta con la locuacidad narrativa del empresario metido en política, puede aprovechar la larga lista de yerros e inconsistencias del ingeniero para atraer a los indecisos y a los votantes registrados que no acudieron a las urnas en la primera vuelta.

Hernández no acudió a los últimos debates antes de la primera vuelta, pero su asesor, Ángel Becassino, dijo que sí debatirá con Petro en esta campaña. Falta ver si ese anuncio se cumple y si las evidentes vulnerabilidades del constructor populista acaban por pasarle la cuenta o terminan por llevarlo a la presidencia de Colombia.

Los fenómenos populistas han ganado terreno en todo el mundo como una expresión de rebeldía ciudadana frente a los políticos tradicionales. Y el ingeniero Hernández sólo tiene que hacer lo que ha hecho hasta ahora para capitalizar el miedo que los sectores más conservadores de este país sienten por una eventual presidencia de Petro.

En febrero pasado, un ciudadano abordó al empresario en un aeropuerto para pedirle que le enviara a través de la cámara de su celular un saludo al departamento (estado) de Vichada.

–¿Eso qué es? –le preguntó Hernández.

–El departamento del Vichada…

–Ah, bueno –dijo el sorprendido candidato, y preguntó–: ¿pero cuál es la capital?

–Puerto Carreño –le explicó el aún más sorprendido ciudadano.

–Ah, bueno, para Puerto Carreño, en el Vichada, un saludo muy especial –dijo Hernández.

Y ayer domingo, paradójicamente, el ingeniero y candidato ganó la elección en el departamento de Vichada con el 40% de los votos, 10 puntos porcentuales más de los que obtuvo Petro y 20 puntos más de los que logró Gutiérrez.

Hay candidatos así, a los que los electores les perdonan todo.

Y Hernández es uno de ellos, aunque también le ayuda su capacidad de reacción. Suele reconocer rápidamente sus errores y usar las redes sociales para fijar posturas que descuadran a sus críticos.

Por ejemplo, en las últimas trinó 20 propuestas de gobierno en las que no sólo insiste de su independencia del uribismo sino que respalda políticas que la ultraderecha colombiana y el gobierno de Duque jamás han aceptado, como el derecho de la mujer al aborto, el cumplimiento integral de los acuerdos de paz con las FARC y la voluntad de negociar un acuerdo de paz con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), que secuestró y asesinó a su única hija, Juliana, en 2004.

Trinó, además, que contrario al gobierno de Duque –que desató una represión que dejó más de 40 manifestantes muertos el año pasado— él respetará la protesta social.

“Mi gobierno será independiente, yo no le debo nada a nadie, no coman cuento”, señaló el candidato, quien con ese tipo de posturas le pone el panorama más difícil a Gustavo Petro.

Con información de Proceso.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí