El otro día leí que ver videos en el celular o la televisión a la hora de la comida es dañino para la salud. El artículo apuntaba que utilizar uno de estos dispositivos podía ocasionar sobre peso, luego que al estar concentrado en el contenido visual, se pasaba por alto cuando dejar de comer o por el contrario, se comía menos.

También se anotaba que había cierta pérdida de los sabores al centrarse la atención en el sentido de la vista y no en el del gusto. Me preocupó la nota, ya que soy uno de tantos que ya se le hizo costumbre poner una entrevista, documental, reportaje, animación o cualquier otro video mientras toma asiento en la mesa para comer.

Ahora no solo no puede faltar la sal y pimienta, el YouTube, Netflix, Amazon Prime, Disney Plus y hasta Pluto Tv, se han hecho indispensables a la hora de echar la tostada, el taco, el guisado.

Hay tanto contenido, tantos programas antiguos y actuales por ver, que parece un “desperdicio” no apreciarlos a cualquier momento. Si pensamos así, es que hemos cedido ante la lógica de consumir en mayor medida, de forma voraz.

Como un niño que tiene acceso diario a una tienda de chocolates, con el tiempo se empalaga de tanto comer, pero luego regresa por más dulce. Como el azúcar, el internet puede ser muy adictivo.

Tampoco se trata de satanizar a la web, no va por ahí. Miles, es más, millones de personas que pasan horas viendo series, recetas o cualquier video de perros robándose un pollo asado, son perfectamente funcionales, productivas, buenas mamás, papás, hermanos, amigos, etcétera.

Hay un montón de ventajas con el internet, pero también hay desventajas.

Recuerdan cuando surgieron los Ipod´s, esos pequeños dispositivos que pueden guardar miles de álbumes de música. Fue un salto impresionante. Muchos los compraron. Discografías completas a disposición.

Todos los artistas que quisieras, hasta te dabas el lujo de experimentar con nuevas bandas. No obstante, y tal vez sea una cuestión generacional, donde los más cuarentones ya nos truena la rodilla al querer bailar breakdance, llega el momento en que nos podemos sentir apabullados.

Es decir, por dónde empezar. Qué ver. Cuál serie vale la pena, cuál no. Qué banda me recomendaron que no he escuchado. El documental sobre qué…

Para muchos puede parecer el paraíso, más opciones, más diversión. ¿Pero, será cierta esa premisa? ¿Tener mucho de algo solo puede significar abundancia? Seguramente no.

Si bien hay momentos muy gratos al apreciar producciones, guiones y trabajos audiovisuales bien pensados y plasmados, también hay mucho material mediocre, ese que pasa con más pena que gloria, ya que fue hecho al bravazo, ahí nomas para generar unos cuantos dólares o para llenar el menú de opciones a ver.

Las reseñas y recomendaciones de familiares y amigos ayudan, pero si se quiere uno lanzar a la suerte, se vuelve complicado saber por dónde iniciar. Tanto, que miles prefieren volver a ver Betty la fea por encima de la nueva temporada de la Reina del sur.

Tal vez suene ridículo, pero el tiempo es valioso e invertirlo en una mala película, programa o podcast cuesta, y en estos tiempos de tantas plataformas de video, las pérdidas pueden ser muchas si uno no se administra bien.

Incluso, si uno cede por completo a los dispositivos se puede caer en una falta de contacto con los demás, con la naturaleza. Ya no se diga ir al cerro o la playa, ya de jodido salir al patio, a oler el pasto o regar las plantas.

Saber qué ver y qué no ver se ha convertido en toda una habilidad. Hay tanto y cada día saliendo nuevos estrenos, que si se quisiese retratar en una escena noventera, sería como llegar a un Video Centro o Blockbuster del tamaño de un centro comercial.

La lista de contenido, repito, es apabullante. Hay una sobredosis para los que pueden pagar las suscripciones de las diferentes plataformas que existen.

Y como bien sabemos, los excesos no son buenos, así que más vale concentrarse en comer bien, sintiendo los sabores, viendo los colores. Y cuando haya oportunidad, regalarse un film, una serie, un documental, sin prisas. Total, en un mar de contenidos, lo más importante es no ahogarse.

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