Recuerdo el paso por la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC).

En ese espacio existía o existe una escala de valores no escrita, pero que según el criterio de los estudiantes es la que prevalece, pese a sus erróneas aseveraciones.

Los estudiantes de filosofía son los que ocupan el primer lugar, al supuestamente ser los más entendidos; en segundo los de historia, después sociología, literatura, comunicación y al último, pedagogía.

A los que se dedican a leer a Immanuel Kant, Martin Heidegger, Horst Matthai, Enrique Dussel, les gusta cuestionarse, tratar de entender de qué va la vida, los pensamientos, las formas en que la humanidad se ha manejado dentro del campo de las ideas y la acción.

En uno de esos debates que se daban fuera de clase, con amigos de las diferentes licenciaturas, una estudiante de filosofía, tal vez sintiendo el poder de estar en la cima de la “cadena alimenticia” de la facultad, despotricó en contra de todo lo que no fuera “culto”.

Dentro de sus señalamientos intentó hablar de fútbol, y digo intentó porque su percepción, pese a ser filosofa, fue muy pobre.

Lejos de sentirme aludido, luego que soy un seguidor del deporte, sentí pena por la visión tan limitada en campos que requieren una amplia visión: la filosofía y el fútbol.

Casi de inmediato, seguramente por las décadas que llevo escuchándole, pensé en Cesar Luis Menotti, “El Flaco”.

Para el nacido en Rosario, Argentina, existen cuatro principios elementales para desarrollarse dentro de este deporte: entrenar, ensayar, competir y descansar.

Si los analizamos con detenimiento, estos mismos cuatro preceptos bien podrían ser una filosofía de vida.

Me explico:

Entrenar sería sinónimo de estudiar y con ello no me refiero a la obtención de un título profesional, sino con el adquirir conocimientos de las ciencias, de los oficios, del cómo alimentarse, construir, meditar, respirar, comunicarse, ser empáticos.

La necesidad de que la humanidad cuente con este tipo de enseñanzas es vital para el desarrollo de las personas y en especial el comunitario.

Así como Messi y Benzema necesitan de entrenamientos por sí solos, también requieren que sus compañeros estén a nivel, ya que un equipo no lo hace un jugador.

Con ensayar podemos entender el cuestionarse. Qué sería de la vida si damos por hecho todo lo que leemos, vemos, escuchamos, incluso, decimos.

Preguntarse sobre uno mismo, nuestras formas de ser, pensar, elegir, nos permite descubrirnos, desaprender cuando sea necesario, así como estar dispuesto a la apertura de ideas.

En el fútbol no se trata de avanzar en línea recta para llegar a la portería. Hay diferentes partes del campo, caminos, formas, para acceder a la meta, y eso, se encuentra ensayando, cuestionando.

Competir podría equipararse a hacer la palabra.

Así como los jugadores se enfrentan para poner a prueba sus habilidades adquiridas, cada ser humano, la humanidad, debe de exigirse para dar lo mejor de cada uno llevando el conocimiento a situaciones y espacios que colaboran a una sociedad equitativa.

Descansar sin duda puede ser sinónimo de contemplación.

El ser humano no solo es acción, también necesita reposo que le permita analizar lo que ha pasado, lo que ha hecho, dicho y pensado.

Dedicar un tiempo a descansar el cuerpo y la mente es necesario para continuar la vida y para entender lo que se mueve mientras nosotros estamos en calma.

Cesar Luis Menotti no cuenta con un seminario en la carrera de Filosofía de la UABC, bien pudiera tenerlo, aunque para algunos suene a disparate, y más viniendo del mundo del fútbol, ​​ese deporte naco que trata sólo de correr tras una pelota.

Desdeñar algo que no se conoce a fondo es riesgoso y hasta dañino.

Los que dicen que la filosofía es aburrida, son iguales a los que piensan que el futbol es tonto.

Ambos pueden convivir.

Si no me creen, escuchen el consejo del “Flaco” Menotti: entrenen, ensayen, compitan y descansen.

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