Los talibanes y sus partidarios ondearon el lunes la bandera blanca y negra del grupo en las calles de Afganistán para celebrar un año desde que entraron en la capital y tomaron el poder tras una impresionante serie de victorias en el campo de batalla.

En los 12 meses transcurridos desde la caótica retirada de Estados Unidos, algunos afganos han acogido con satisfacción la mejora de la seguridad, pero han luchado contra la pobreza, la sequía, la desnutrición y la desvanecida esperanza entre las mujeres de tener un papel decisivo en el futuro del país.

Algunos hombres dispararon al aire en Kabul y unos cientos de personas, entre partidarios, combatientes y responsables, se reunieron en la plaza frente a la embajada de Estados Unidos para conmemorar el día. Llevaban pancartas con el lema “muerte a Estados Unidos”.

“Este día es el día de la victoria de la verdad sobre la falsedad y el día de la salvación y la libertad de la nación afgana”, dijo el portavoz talibán Zabihullah Mujahid en un comunicado.

En una ceremonia a la que asistieron ministros del Gobierno talibán, el ministro de Asuntos Exteriores en funciones, Amir Khan Muttaqi, dijo que su Gobierno había aportado seguridad allí donde Estados Unidos había fracasado y afirmó que el grupo quería tener relaciones positivas con el mundo.

“Queremos tener una buena relación con todos los países, no dejaremos que el territorio de Afganistán se utilice contra nadie”, dijo, y añadió que querían abordar los retos actuales del país.

Un luchador talibán hace guardia en un puente en Kabul, Afganistán, 6 agosto del 2022. REUTERS/Ali Khara

El país es físicamente más seguro que cuando el movimiento islamista de línea dura luchaba contra las fuerzas extranjeras lideradas por Estados Unidos y sus aliados afganos, aunque una rama local del Estado Islámico ha perpetrado varios atentados.

Sin embargo, esa relativa seguridad no puede enmascarar la magnitud del reto al que se enfrentan los talibanes para encaminar a Afganistán por la senda del crecimiento económico y la estabilidad. La economía está sometida a enormes presiones, causadas en gran parte por el aislamiento del país, ya que los gobiernos extranjeros se niegan a reconocer a sus gobernantes.

Un miembro de los talibanes hace guardia en Kabul, Afganistán, Agosto 17, 2021. REUTERS/Stringer

La ayuda al desarrollo, de la que tanto dependía el país, se ha recortado a medida que la comunidad internacional exige a los talibanes que respeten los derechos de los afganos, especialmente de las niñas y las mujeres, cuyo acceso al trabajo y a la educación se ha visto restringido.

Los talibanes exigen que se les devuelvan 9.000 millones de dólares de reservas del banco central que tienen en el extranjero, pero las conversaciones con Estados Unidos se enfrentan a obstáculos, como la exigencia estadounidense de que un dirigente talibán sujeto a sanciones abandone su puesto de segundo jefe del banco.

Los talibanes se niegan a ceder a estas exigencias, afirmando que respetan los derechos de todos los afganos en el marco de su interpretación de la ley islámica.

Y hasta que no se produzca un cambio importante en la postura de ninguno de los dos bandos, no se vislumbra una solución inmediata para la espiral de precios, el aumento del desempleo y el hambre, que se agravaría con la llegada del invierno.

“Todos nos dirigimos hacia la oscuridad y la desgracia”, dijo Amena Arezo, una doctora de la provincia sudoriental de Gazni. “La gente no tiene futuro, especialmente las mujeres”.

Con información de Reuters.

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