En 72 horas Jaime Bonilla Valdez ya no será gobernador de Baja California.
Plagado de irregularidades desde el principio, su gobierno se resume en dos años de morenismo que logró los mismos odios y repulsiones sociales que cualquier gobierno panista con el período completo.
Banilla pasó por las facetas de amor desmedido, precaución sin sentido y odio con razón por las que pasa cualquier gobernante común mientras detenta el poder.
Sin embargo, Jaime lo hizo en el tiempo récord de 24 meses y trabajó día y noche y fines de semana y puentes y festivos, para que la sociedad de Baja California lo siguiera detestando.
Jaime Bonilla Valdez.
Bonilla captó detractores, por ejemplo, antes de siquiera protestar como gobernador.
Tras haber ganado en 2019 empezó a ser cuestionado por la opinión pública y el periodismo, ya que le encontraron una mansión de 24 millones en Estados Unidos que no había declarado, y el ex Congreso panista alargó su período de gobierno de 2 a 5 años.
Sin ser todavía mandatario del Estado, muchos empezaban a preguntarse qué tipo de cambio real significaba Jaime Bonilla.
La respuesta la dio su propio gabinete al tomar el poder. En las primeras semanas de su gobierno, tres funcionarios de primer nivel se vieron inmiscuidos en el escándalo de los moches, dinero que supuestamente recibieron de diversos empresarios para obtener contratos.
El secretario de gobierno, Amador Rodríguez Lozano, la entonces secretaria de Bienestar Social, Cynthia García Soberanes, y el oficial Mayor, Jesús Nuñez Camacho, aparecieron en chats de WhatsApp en donde se les señalaba de recibir prebendas, sobornos, fajos de billetes que sumaban 20 millones de pesos en total.
El gobernador de dos años.
Superada la faceta de la corrupción en su gobierno, los primeros meses de Bonilla Valdez fueron de dimes y diretes por la ampliación de su mandato.
Inconsecuente como siempre ha sido, despotricaba contra el gobierno de su antecesor Francisco Kiko Vega, mientras defendía a capa y espada los tres años que el Congreso panista le había regalado.
No conforme con esto, Jaime Bonilla gustó de coleccionar enemigos políticos a los que trataba como estampitas de su propio álbum de odios personales.
Primero fue el defenestrado ex alcalde de Tijuana, Arturo González Cruz, a quien el gobernador incluso acusó de padecer problemas mentales.
Bonilla la emprendió luego contra la población al inflar recibos de agua y luego anunciar a Fisamex como la empresa que cobraría irregularidades de plazas comerciales, fábricas, hoteles y demás.
Después, los tandeos de agua en varias colonias que, hasta la fecha, siguen esperando que regrese.
Luego la expropiación del Club Campestre, el Sistema Estatal Anticorrupción, la Coparmex, las elecciones, el Instituto Estatal Electoral, el Consejo de la Judicatura, el decreto de pesca, el cobro del SAT Estatal y a últimas fechas la municipalización del agua…
En el camino, Bonilla atacó a los medios de comunicación por no seguirle el rollo, cuando la debió haber emprendido contra su secretario de gobierno, Amador Rodríguez Lozano, el super abogado que siendo el segundo hombre del Estado, no pudo hacer nunca nada a favor de su jefe.
Ya se va…
El paso fugaz de Jaime Bonilla como cabeza del Estado de Baja California ha sido un gobierno de tropiezos, explicaciones sin fundamento y mucha confrontación.
Su formato de política de pelea ha sido reprobado por diversos sectores sociales de Baja California.
El empresario dueño del Primer Sistema de Noticias, senador de la República con licencia y aspirante a un Secretaría federal en el gobierno de AMLO, el próximo domingo abandona el poder en Baja California con mucha más percepción negativa que con acciones para recordarlo.
¿Quién se va? Se va Jaime Bonilla, por fin, tras dos años del subgobierno que instauró en el Estado viviendo en el mundo paralelos en donde le gusta vivir.
¿Quién se queda? Se queda Marina del Pilar Ávila Olmeda, una mujer treintañera casada con el ex panista Carlos Torres Torres.
Se queda un gobierno comandado por una nueva gobernadora que ya prometió investigar a Jaime Bonilla y que parece de inicio, muy cercana a los mismos que éste odia y detesta.
Se queda un gobierno cuyos factores lo hacen ideal para causarle dolores de cabeza a quien ya se va: un gobierno como el que Jaime Bonilla no quería que le siguiera.
DE LA BIBLIOTECA.- “Doctor, los locos sólo somos otro cosmos, con otros otoños, con otro sol. No somos lo morboso; sólo somos lo otro, lo no ortodoxo. Otro horóscopo nos tocó, otro polvo nos formó los ojos.” —Óscar de la Borbolla, en Las vocales malditas.