Cabizbajo, con la capucha puesta de un abrigo azul, rojo y blanco, José Ángel S. S., de 31 años, conocido como “el pederasta de Instagram”, fue condenado a casi 700 años de prisión por abusar sexualmente, mantener relaciones sexuales, grabarlas, distribuir contenido pedófilo y ciberacosar a 98 niños en España.

Antes de ser detenido en la operación que la Guardia Civil denominó Kamikaze, el acusado era entrenador de futbol en la categoría de cadetes en un municipio del sur de Madrid y trabajaba en un bufete de abogados, de acuerdo con El País.

En la nota informativa escrita por la periodista Patricia Peiró se dice que todo cambió para José Ángel el 3 de septiembre de 2018, el día que se destapó que llevaba una doble vida y tres años haciendo realidad sus perversiones a casi un centenar de menores de 16 años.

La Audiencia Provincial de Madrid probó, a través de los testimonios de las víctimas, el contenido de los dispositivos y pruebas físicas de que mantuvo en repetidas ocasiones relaciones sexuales con, al menos, siete menores de edad.

Sus abusos se cometieron entre 2015 y 2018, pero todo terminó cuando unos padres denunciaron que su hijo mantenía conversaciones “subidas de tono” con una supuesta adolescente que les resultó sospechosa.

Unos meses antes de su detención definitiva había sido arrestado por la Guardia Civil, pero el juez en ese momento lo dejó en libertad porque que no había indicios suficientes para tenerlo en prisión preventiva.

¿Cómo operaba?

José Ángel utilizaba el pseudónimo de “Lorena” para acercarse a sus víctimas, mediante la red social Instagram y la de mensajería instantánea WhatsApp.

“Les prometía que haría un trío con ellos, pero que para llegar a eso primero tenían que mantener relaciones con un amigo suyo, José, que era él mismo. Muchos de estos encuentros los mantenía en su oficina de trabajo y los grababa para luego almacenarlos y distribuirlos. Cuando la Guardia Civil le detuvo, encontró en sus discos duros una ingente cantidad de contenido pedófilo”, señaló el diario español.

Con la mayoría de los chicos, los contactos eran esporádicos, pero con ocho de ellos se mantuvieron por más tiempo. Algunas de sus víctimas, quienes ya son mayores de edad, siguen sufriendo las consecuencias del engaño que terminó en abuso, especialmente aquellos a los que atrapó más tiempo.

“Como si fuera subiendo de escalón, perfeccionó sus métodos de enganche”, afirmó. Indicó que algunas veces convencía a sus víctimas de que, para conseguir tener sexo con la supuesta Lorena, antes tenían que quedar con un amigo suyo, llamado José y era él mismo.

Más adelante, se comenzó a presentar desde el principio como un adulto y engatusaba a los chicos con su verborrea, pues ganó confianza para embaucar a los adolescentes y perdió el miedo a ser detenido después de años de actividad pederasta sin sobresaltos.

José Ángel les pedía imágenes de ellos desnudos o masturbándose. A veces él también enviaba contenido falso, pues fingía ser una chica. Luego, con el material obtenido de los adolescentes, los amenazaba.

También les ofrecía dinero o regalos para ganarse su confianza. A los que se resistían más a una cita para mantener relaciones, llegó a ofrecerles cien euros o un teléfono de regalo.

Con información de Proceso.

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