A ti que me diste la vida, señora, señora, se oye en una bocina lejana. Una familia cocina carne asada. Es 10 de Mayo. El cabello castaño y crespo de Doña Elvia comienza a perder el color, las canas nublan su cabeza.

—Pero, mamá, es que la vamos a festejar —expresa su hija, la única que aún vive en su casa y con sus hijas pequeñas.

—Yo no quiero nada.

—Ay, ma.

—Un regalito y hasta ahí.

—No sale cara —Don Julio, su esposo, intenta una broma. Aunque Doña Elvia se enoja él busca sacarle una sonrisa. Su bigote poblado comienza a ser reclamado por el gris de las canas.

Es 10 de Mayo y Doña Elvia no tiene a uno de sus hijos. Lorenzo Domínguez Jaquez desapareció en junio del 2015 cerca de la Clínica 1 de Tijuana. Moreno claro, de cabello corto, le gustaba jugar fútbol durante los fines de semana. Tiene esposa y tres hijos. Este 2023 cumpliría 43 años. Lorenzo es uno de los 14.737 casos registrados de personas no encontradas en Baja California del 2007 al 2022, según la fiscalía estatal y autoridades federales. Hasta ahora el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas cuenta más de 112.000 personas que de un instante a otro ya no regresaron.

***

—Mi hijo ya no tiene vida —expresa Doña Elvia.

—¿Por qué lo dices? —cuestiona Don Julio.

—Porque lo siento.

Cuando Lorenzo faltó, a Doña Elvia la tuvieron que internar por alrededor de dos meses por complicaciones de salud. Tras la ausencia de su hijo, todo desapareció en su casa.

Percibía su voz entre las esquinas de las paredes, miraba su sombra cruzar los pasillos. Estaba cerca de ella. Una colmena de preguntas aguijoneaba su cráneo mientras sostenía su retrato.

—Mijo, ¿dónde estás?

FOTO: Lisbeth Chávez / Glocal Media.

Su familia le decía que eran sus nervios, por lo que asistió a terapias psicológicas. Con el paso del tiempo ya casi no va a las búsquedas. ¿Para qué hacerse más daño? Entró en una privación de sueño y comida en la que no le pasaba nada.

—Abuela, levántate —le decía una de sus nietas—. Abuela, ¿ya desayunaste?

Fue gracias a que sus seres queridos estuvieron con ella día y noche que se pudo levantar, porque sino afirma que ya no estaría aquí. Su marido le agradece a Dios que sigan juntos. En las buenas y en las malas.

***

La última vez que Don Julio vio a su hijo fue en el Día del Padre. Estaban conviviendo en la casa para celebrar esa fecha.

—Oye, pa, ahí en mi trabajo hubo un robo, y yo soy el que tengo llave —al igual que Don Julio, Lorenzo fue albañil. Lo contrataron para la construcción de un salón de eventos ubicado en la Vía Rápida. Una vez terminada la obra se quedó como intendente.

—¿Hiciste algo? —lo increpa Don Julio.

—No.

—Bueno, el que nada debe nada teme —casi una década después de esa escena Don Julio se arrepiente de esas palabras, pues Lorenzo siguió trabajando y a la semana ya no se supo nada más de él.

—Nomas cuídate, mijo. Si ves algo mal ahí, no te metas—Doña Elvia escuchó a Lorenzo cuando le contó la misma situación.

—Sí, jefa, no te preocupes.

Ninguno de sus padres siquiera imaginaba que algo como el calvario en el que viven pudiera pasar. Hasta que Doña Elvia sentó a su nuera frente a ella para que le dijera la verdad.

—¿Mi hijo consumía?

—Sí.

***

El Observatorio sobre Desaparición e Impunidad (ODIM) conceptualiza cuatro lógicas de la desaparición en el contexto actual. Una de ellas es la generación de poblaciones desechables. Muchas de las personas que no pueden ser halladas no provienen de las élites, de las clases poderosas y politizadas, sino de pocos recursos económicos, con riesgo social a ser vulneradas. Se trata de una jerarquía que muchas veces establece el Estado y la propia sociedad en la que se valora quién se puede sustituir y quién no.

La revictimización de las víctimas al culparlas de su desaparición, como en el caso de Lorenzo, quien era usuario de estupefacientes, es una táctica de la impunidad, otra de las lógicas de la desaparición.

***

Muchas de las ocasiones en que Don Julio iba al Ministerio Público salía resoplando fuerte por la nariz.

—Véngase tal día —le dijo el agente por llamada antes de asistir.

—No, pues… no le tengo nada —luego de ser grosero con el agente, el papá de Lorenzo salía de la habitación arrastrando la moral por el suelo.

Eso fue en el pasado. A la fecha llevan más de dos años sin saber qué agente lleva el caso. Si les asignan uno nuevo, el proceso burocrático volverá a empezar, y querrán que declaren todo desde el inicio.

FOTO: Lisbeth Chávez / Glocal Media.

Omisión, lentitud en los procesos de investigación, negación de los hechos, y hasta posible colusión con el crimen son algunos de los mecanismos bajo los que opera la impunidad. Duraron dos años sin que el Estado les diera razón, hasta que en 2018, por medio de su hija, conocieron a Angélica Ramírez, quien dirige el Colectivo Una Nación Buscando T. Como su nombre lo indica, Angélica fue como un regalo del cielo pues ayudó a que la fiscalía revisara su caso, les dio un espacio en el colectivo para que se unieran a las búsquedas.

Uno de los motores para crear el Colectivo fue el desdén de las autoridades que descartaban las investigaciones pues los desaparecidos “andaban en malos pasos”. Pero a la desaparición le fueron creciendo cabezas, ya cualquiera puede desaparecer, sostiene Angélica. Gracias a las labores de los colectivos, que deberían corresponderle al Estado, las autoridades se vieron casi forzadas a brindarles seguridad cuando se adentran en terrenos alejados.

La presencia de los uniformados debe solicitarse un mes antes, y por lo general los rastreos en campo se realizan los domingos, porque los integrantes del colectivo trabajan entre semana. Hubo ocasiones en los que tuvieron que partir sin seguridad ya que el Estado decide no mandar a nadie porque en fin de semana descansan.

—Si ellos trabajan las veinticuatro horas. No puede ser, tienen guardias —protesta Don Julio. Primero les mandaron policías municipales, luego la Guardia Nacional, y de ahí el Ejército.

—Si no nos acompañan, vámonos solos, porque así empezamos. Solos.

***

Por los cerros, la geografía de Tijuana pareciera un mar con sus olas a punto de estrellarse entre sí, petrificado en tierra, piedras, y escasa vegetación. Es en las subidas y bajadas de los terrenos despoblados que el colectivo recorre, no uno, sino hasta 20 kilómetros a pie durante los días de rastreo de ida y de venida.

Y pese a que el contingente busca los restos de sus familiares en la tierra, no faltan los chistes, la camaradería. Doña Elvia y Don Julio encontraron en el colectivo lo que no les dio el Estado ni la sociedad, un sentido de pertenencia, un hermanamiento en el dolor.

Doña Elvia considera a las otras madres como parte de su familia pues pueden compartir lágrimas y risas. Con el tiempo se convirtieron en acompañadores también. Cuando nuevas personas quieren unirse a buscar, Angélica les pide que les ayuden, que les enseñen cómo enterrar la varilla, o buscar en monte y en vida.

FOTO: Lisbeth Chávez / Glocal Media.

Varios fueron los casos de éxito. El último ocurrió en 2022, un muchacho que tenía una fuerte adicción a las drogas. Lo hallaron en el canal del Río Tijuana, un lugar en el que los niveles de criminalidad e indigencia son muy altos. Sus seres queridos volaron desde Veracruz por él. Tenía treinta años desaparecido.

Luego de su primer rastreo Doña Elvia tardó bastante en volver. Un torso calcinado y las extremidades convertidas en cenizas, ese fue el primer cuerpo que encontró con el Colectivo. Pero, más que el evidente horror del hallazgo, lo que la dejaba sin oxígeno en ese mar de polvo y muertos era la inevitable sensación de que ese torso era el de su hijo. Tatuajes, ropa, alguna seña. Nada. No se trataba de Lorenzo.

***

—A mi hijo no lo siento muerto, lo siento con vida —Don Julio no quiere justicia, quiere hechos. Porque los hechos los están haciendo ellos.

FOTO: Lisbeth Chávez / Glocal Media.

Con ayuda de un nieto rastreó el teléfono de Lorenzo y vio que su chip sigue activo, fuera de Tijuana, cerca de un lugar llamado Cerro Gordo. Don Julio le pidió seguridad a la fiscalía para realizar una búsqueda en esa zona, pero desde el año pasado no hay respuesta para su petición. Asimismo acudió a Telcel para que les ayudaran a obtener la última llamada que tuvo Lorenzo en busca de pistas, pero los empleados se lo negaron a menos de que tenga una orden judicial.

Bip. Bip. Bip.

—¿Bueno?

—Este número era de mi hijo, Lorenzo Domínguez.

—No lo conozco… —colgó. El hecho de que alguien haya contestado con el chip le da a Don Julio esperanza y a la vez incertidumbre. Sospecha que el narco lo reclutó para trabajar como jornalero en los campos de amapola.

***

—Me interesa más mi hijo que mi trabajo. —Don Julio se ha quedado desempleado varias veces para seguir en la búsqueda.

—¿Y qué vamos a comer? —reprochó Doña Elvia de brazos cruzados.

—Dios dirá.

FOTO: Lisbeth Chávez / Glocal Media.

En el colectivo, Don Julio es conocido como Don Reto, las madres lo bautizaron así luego de que en el Maclovio Rojas descubrieran once cuerpos sembrados entre limones, nopales y árboles. Esa tarde llegó la fiscalía, encontraron a uno y se fueron, ellos siguieron excavando hasta sacar al resto, en especial Don Julio, quien se entregó a la pala. Seguía, seguía, y ahí va otro.

—Y no me dejen entrar a la fiscalía porque nos van a sacar y se acabó el asunto.

Gracias a que no se rindió, ese día lograron encontrar a más de diez personas, que de ser por las autoridades iban a seguir formando parte de la flora de la región por toda la eternidad. Es ese empuje el que los motiva, el de recuperar no solo a Lorenzo, sino a todos. Hasta encontrarlos

***

—Ándale, mamá. Vamos a arreglarte porque ya vienen mis hermanos. ¡Y no vas a hacer nada de comida, eh! Vamos a traer.

Es 10 de mayo del 2015. Su hija terminó de peinarla y salió un momento de su habitación. El cabello castaño de Doña Elvia refulge como si contuviera la primavera. Su celular timbra en su mano. Es Lorenzo.

—Jefa, no le voy a poder llevar regalo.

—Ay, eso no importa, mijo. Con tu presencia, con eso. ¿Para qué te preocupas por el regalo? Vamos a convivir. Simplemente estoy viva, ahora estamos, mañana quién sabe.

FOTO: Adolfo Vladimir /CUARTOSCURO

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