Ayer se estrenó ‘Infamia’, la obra de teatro documental que relata en primera persona la detención arbitraria que sufrió la periodista Lydia Cacho en Cancún, Quintana Roo, en diciembre de 2005, como represalia por destapar la explotación sexual de niños y niñas a manos de una red internacional de pederastas donde los protagonistas eran poderosos empresarios y políticos mexicanos.

Es una reconstrucción personal del terror y de la sobrevivencia ante la abusiva loza de la impunidad en México, ante el “pinche coscorrón para esta vieja cabrona”, como lo afirmaba, desde la cima del poder, el entonces gobernador de Puebla, Mario Marín, a su financiador y pieza clave de la red, Kamel Nacif.

Elementos de la FGR trasladaron a Mario Marín, ex gobernador de Puebla, del puerto de Acapulco a Cancún, en donde se le requiere por su presunta participación en el caso de tortura a la periodista Lydia Cacho. FOTO: CUARTOSCURO.COM

A la izquierda del escenario hay una camioneta destartalada, donde transcurre buena parte de las escenas –y del recorrido teatral de los mil 500 kilómetros que hay entre Cancún y Puebla—, y a la derecha una jaula que simula la cárcel poblana, donde la también activista permaneció prisionera hasta conseguir su liberación gracias a la presión ejercida por familiares y por periodistas que difundieron pormenores de su secuestro a nivel nacional.

La adaptación teatral echa mano de recursos cinematográficos como el salto temporal de la historia, entrelazando los episodios del secuestro y otros de la vida de Cacho: su niñez, su familia, su formación hasta convertirse en defensora de mujeres víctimas de violencia machista en Quintana Roo, y también la denuncia de violaciones a los derechos humanos.

Los recursos documentales, porque en todo momento la actriz Marta Nieto –que interpreta a Lydia Cacho– es seguida a corta distancia por una camarógrafa que va transmitiendo primeros planos en una gran pantalla al fondo del escenario, muestran los rostros que reflejan la adrenalina, la incertidumbre y el miedo, el terror.

De esta forma, el espectador ve el desarrollo de la pieza teatral que se apoya en el recurso de los planos documentales en pantalla, que va proyectando también otras imágenes de apoyo: las fotos familiares de Cacho, las conocidas grabaciones con las cínicas conversaciones de los miembros de la red de pornografía infantil, la portada de su libro, las entradas de noticias televisivas del caso y estadísticas de asesinatos de periodistas y de defensores de los derechos humanos en México.

El empresario Kamel Nacif se presentó al Juzgado Primero Penal para ratificar su denuncia por daño moral contra la periodista Lydia Cacho. FOTO: Elizabeth Ruiz/CUARTOSCURO.COM

“Por meterte con el jefe”

La obra arranca con el relato en primera persona de Lydia aquel 16 de diciembre de 2005 –están a punto de cumplirse 16 años–, cuando llegó al Centro Integral de Atención a las Mujeres (CIAM), que dirigía en Cancún, tras participar en un desayuno con colegas periodistas, cuando fue sorprendida por una operación de hombres armados que bloquearon la calle con sus vehículos, y que ella inicialmente pensaba eran sicarios.

Paso a paso va relatando la reconstrucción personal que hizo tras esa detención ilegal y el infierno que vivió en ese desplazamiento de 1,500 kilómetros desde Cancún a Puebla, la simulación para asesinarla en una playa en Campeche, la pistola en la frente o dentro de la boca con agresivas advertencias por haberse metido “con el jefe”.

Como protocolo de seguridad va mentalizando cada detalle del trayecto y los describe: la gasolinera donde paran, las torturas físicas y psicológicas, los jalones de cabellos que sufre, los rostros y los olores nauseabundos de los policías que pegan su cuerpo al de ella ella. Escenas que le aferran a sobrevivir colgándose a recuerdos de su abuelo, sus hermanos o su madre, una psicóloga que abandonaba con frecuencia las cuatro paredes de su terapia para hacer trabajo de campo en las ‘ciudades perdidas’ en Ciudad de México.

Muy pronto, la protagonista descubre que la detención ilegal es como venganza de la red por la publicación de su libro ‘Los Demonios del Edén: el poder detrás de la pornografía infantil’, donde aparecen Kamel Nacif, Jean Succar Kuri, y una red política de protección.

“Mi nombre, o el de cualquiera”

La obra es dirigida por José Martret y la adaptación para teatro del texto original lo hicieron en conjunto el director y Lydia Cacho, como lo explica la periodista al corresponsal de Proceso. “En 2019, José Martret, que es un gran director de teatro, y yo, hablamos ampliamente. Él había leído mi libro (‘Memorias de una infamia’. Editorial Grijalbo) y me dijo: ‘esto se tiene que contar de una manera accesible a las gentes de teatro’”.

“Entonces empezamos a discutir las fórmulas de cómo contarlo. Yo le conté cuál era mi visión de cómo tendría que ser, y él me contó cuál era su idea. Los dos entendimos, y esa fue la conclusión, que la fórmula de teatro documental era perfecto. Y desde entonces nos pusimos a trabajar juntos desde el principio, también con las actrices”, explica Cacho. Y es que, aparte de Marta Nieto, del 2 al 16 de enero la representación correrá a cargo de la actriz Marina Salas.

Lydia Cacho inició este proyecto muy poco tiempo después de su arribo a España, donde vino para refugiarse luego de que en julio de 2019 hombres armados entraron en su domicilio, robaron material de sus investigaciones periodísticas y mataron a sus perros. Era el sexto intento, amenazas de muerte y atentados en su contra desde que ventiló a la red de pederastas.

La periodista, quien también se involucró como productora de la obra, destaca la importancia que le dieron al juego de la temporalidad en los distintos episodios de la obra y el jugar con recursos cinematográficos o documentales.

“Él (José Martret) hizo una propuesta para hacer unas escenas pares en presente y las impares en pasado, y fue una idea que me encantó, porque le dio mucho más juego a la historia; a partir de ello trabajamos en la adaptación y en el trabajo de mesa con las actrices.

La periodista Lydia Cacho. FOTO: ANDREA MURCIA /CUARTOSCURO.COM

“El director es muy generoso, porque me ha dado oportunidad de opinar en todas las etapas del proceso”, explica antes del estreno.

“A mí lo que me interesa mucho, y lo he dicho siempre desde que hablaba con colegas cuando salí de la cárcel (de Puebla), que este no es un caso sobre mí. Yo creo que soy un vehículo para contar la trata de niñas y niños, como la trata de personas y de la violencia contra las y los periodistas en México, que es algo brutal.

“Eso es algo que yo trato de recalcar. Esta es una historia universal en la actualidad. Está ahí mi nombre, pero podría estar otro nombre. Podría estar el nombre de Jineth Bedoya (periodista secuestrada, torturada y violada en el año 2000, y que logró que condenaran a Colombia por la violación que sufrió a manos de paramilitares), de cualquier periodista hombre o mujer, como el de Miroslava (Breach, de Chihuahua), porque no sobrevivió para contar la historia, igual que a muchos amigos nuestros”, explica.

-Recurren al teatro y al recurso del documental, donde también retratan las redes de impunidad, las redes de la protección política, de hecho ya son cuatro gobiernos desde tu detención ilegal, están a punto de cumplirse 16 años, y aunque varios están en prisión, todavía sigue habiendo frentes abiertos –se le plantea.

La periodista Lydia Cacho. FOTO: ANDREA MURCIA /CUARTOSCURO.COM

-Sí, a mí me pareció muy atractivo y muy útil recurrir a la herramienta del arte para poder mostrar cómo se construye la impunidad, y creo que la obra lo logra. La idea era mostrar a la mayoría de la gente que la vea, que fuera de nuestro país no logra entender todos esos mecanismos de la impunidad, del amiguismo, de la narcopolítica.

“Es muy difícil explicar a veces por qué el 56% de los ataques a periodistas vienen de miembros del Estado, del Ejército, de los gobernadores o de los alcaldes. Y eso, en mi opinión, tiene que ver con que se está haciendo un gran periodismo en México, al margen de malos periodistas que puede haber, pero en general se está haciendo un trabajo de investigación muy valioso de muchísimos años”.

“Eso nos hace posible imaginar qué sería de México sin nuestro trabajo, el de todos los periodistas que hacen investigación y una verdadera labor de control de los poderes, seríamos una desgracia, estaríamos como cualquier país africano, sin gobernabilidad en absoluto. Por eso la obra pretende poner estos temas sobre la mesa del debate público y que la gente reflexione sobre ello”.

Lydia Cacho explica que la obra –que actualmente se presenta en la sala Max Aub, en el Matadero, en Madrid– estará girando dos años por escenarios de España, “pero también tenemos ofrecimiento para producirla en México con una actriz mexicana, en Colombia, en Argentina, nos han invitado a montarla en Londres y en Portugal. En México será el único país donde no podré ir, obviamente”, recalca.

De hecho, el Consejo de Ministros aprobó el 16 de noviembre último otorgarle a la periodista mexicana la nacionalidad española mediante “carta de naturaleza”, una potestad del Ejecutivo español para casos excepcionales. La propuesta del ministerio de Justicia señalaba que la situación personal de la mexicana es “vulnerable, pues ha sido víctima de tortura, ha sufrido más de seis atentados y está amenazada de muerte. Por riesgo evidente para su vida, se encuentra residiendo en Madrid”.

Con información de Proceso.

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