Desde 1980 algunos países muy avanzados del mundo, principalmente europeos, comenzaron a trabajar en un nuevo sistema de policía que diera mejores resultados y redujera la criminalidad.
El sistema que predomina en México es el de la Policía Orientada a Problemas (POP), creado en el mundo en 1960. El modelo de 1980 llamado Policía Guiada por Inteligencia (PGI), se trató de aplicar en algunas zonas mexicanas desde mediados de los dosmiles, sin embargo, este proyecto ha sido desechado con el paso de los años.
El resultado es una mezcla en donde la policía no es inteligente ni comunitaria, no atiende los problemas y tampoco trata de resolverlos.
En Tijuana, por ejemplo, llevamos bastantes semanas en las que diariamente tiran restos y humanos, o matan a personas en las calles, en un baldío o en cualquier avenida.
Las autoridades informan detenciones a los medios de comunicación sobre otro tipo de delitos, mientras contabilizan los homicidios como Rico McPato cuando cuenta sus billetes.
Indolente desde hace muchos años, el gobierno está acostumbrado a que el umbral del dolor tijuanense es muy alto, y a que estamos perfectamente familiarizados con los muertos, los colgados, entambados, desmembrados, las narcomantas, balaceras a plena luz del día y las ejecuciones en lugares concurridos, a la vista de todos.
Aprovechando esa indiferencia del ciudadano, los policías acordonan el lugar de los hechos, levantan casquillos, toman fotos, se llevan el cuerpo y se retiran, rápidos y furiosos, a dar fe del siguiente ejecutado.
Y así 17 veces al día, o las que sean necesarias.
Las carpetas de investigación se acumulan en los escritorios de la Fiscalía General del Estado desde hace muchos meses y las indagaciones sólo se dan a conocer si son para limpiar la cara de la Fiscalía, o cuando matan a alguien importante o cuando sucede esto en un lugar que genere impacto social.
Básicamente se comportan como en el IMSS, que si no llegas súper enfermo no te atienden de emergencia; pero en la Fiscalía, la preferencia se da por estatus o por importancia.
Desde hace muchos años, pero especialmente desde que Guillermo El Titi Ruiz Hernández es Fiscal General, la dependencia parece atorada en las arenas movedizas de la política del estado.
Las nuevas autoridades politizaron la seguridad pública para lucirse con ella olvidando al ciudadano de a pie, relevando el delito común de sus preocupaciones y el delito de alto impacto de las zonas céntricas.
Hacen foros binacionales, se someten a capacitaciones casi cada dos semanas y, al día siguiente, les vuelven a apedrear el rancho con otros siete muertos y tres bolsitas de plástico con manos o piernas humanas en el interior.
El crimen organizado confronta a la autoridad diariamente en Tijuana, y la autoridad cree que sigue teniendo autoridad nomás porque tiene un nombramiento de policía, investigador o fiscal del gobierno que así lo precisa.
Los agentes son burlados, amenazados mediante la frecuencia, perseguidos por los delincuentes y cazados a plena luz por las decisiones de sus jefes. No les dan seguridad en su labor y tampoco lo hacen con el ciudadano.
Inauguran operativos de vigilancia que son insuficientes para detener el tsunami de muertes que ahora es nuestra ola de violencia.
En cuestión de seguridad, las autoridades han sido muy insuficientes en los últimos años. Al exhibirse, han permitido que la percepción de corrupción en las corporaciones policiacas se haya afianzado en la opinión del tijuanense promedio.
Que ya de por sí…
La ciudadanía no confía en un policía por muy bonita cara que éste tenga, simplemente porque es policía.
Los policías perciben el rechazo ciudadano porque sus superiores han optado por politizar la seguridad pública y sus resultados.
Básicamente el policía y el ciudadano están distanciados por culpa de los mandos, de sus cabezas e intereses.
Los policías dicen que así no se puede trabajar. El ciudadano sabe que así no se puede vivir.
Y en Tijuana cada vez hay más muertos, de esos que se suman, de los que no importan tanto.
