I LOVE CUCARACHAS La gente suele ignorar a los grandes héroes al tenerlos de frente, El Hombre Cucaracha es un claro ejemplo.
Era el domingo más caluroso del verano, y mientras todos pensaban en cervezas junto a la playa, castillos en la arena y olor a mar incrustado en el cerebro, El Hombre Cucaracha no bajó la guardia. Decidió salir a protestar a la glorieta más transitada de Tijuana.
¡SALVEMOS A LAS CUCARACHAS!
¡SALVEMOS A LAS CUCARACHAS!,
gritaba enardecido, sosteniendo un megáfono, con un calor etílico en el pecho. Las personas que pasaban por ahí bajaron las ventanas de sus autos para gritarle:
¡CÁSATE CON UNA A VER SI ES CIERTO!
¡CUCARACHAS MIS HUEVOS!
¡MEJOR PONTE A TRABAJAR!
A él ya no le importaba, era un experto en aguantar la carrilla. Lo que sí le dolía es que ni siquiera su nuevo traje le ayudaba a conseguir seguidores. Pantalón y camiseta de látex color amarillo, antenas negras, capa color café con un corazón en el centro y las iniciales hc bordadas ahí mismo. Tanto esfuerzo yéndose por el caño.
Al ver que no había resultados cambió de estrategia. Sacó un cuaderno, caminó por los restaurantes cercanos y quiso recaudar firmas. Señor no le gustaría…, enseguida un mesero le jaló una de las antenas, sacó un insecticida y lo amenazó: O te vas o le llamo a la policía. El Hombre salió corriendo. Encontró a un grupo de jóvenes que comían en un restaurante vietnamita, se armó de valor. Les habló de la importancia de las cucarachas, del ciclo alimenticio y el ciclo del nitrógeno. Los dejó con la boca abierta, pero ninguno se animó a firmar.
Tras otro rechazo cambió de nuevo la estrategia. Había impreso una serie de volantes, en ellos explicaba la importancia de no matar cucarachas. Esta no falla, pensó emocionado al recordar que los imprimió a color. Se paró enfrente de una plaza comercial, el viento ondeaba su capa, sacó el pecho y puso cara de matón justiciero. Una niña lo miró, de inmediato sonrió y jaloneó a su madre para arrimarse. La señora forzaba una sonrisa, El Hombre Cucaracha las miraba acercarse en slow motion.
Justo cuando ofreció el volante, una serie de gritos interrumpió el encuentro. ¡ES SUPERCUCARACHO! ¡ES EL SALVADOR DE LAS CUCARACHAS! La señora y la niña dejaron a El Hombre Cucaracha con la mano estirada. Salieron corriendo, junto a un grupo de gente, a la esquina donde estaba Supercucaracho. Vestido con pantalón y camisa negra, cinto piteado, botas, sombrero vaquero con antenas y capa oscura con una S dorada en el centro, Supercucaracho era el carisma con patas.
El Hombre Cucaracha miraba con enojo cómo a Supercucaracho le pedían firmas y fotos, y cómo los niños se deslumbraban cuando les regalaba cucarachas de peluche. Se puso colorado, caminó apretando los dientes rumbo al tumulto, con el megáfono en la mano, dispuesto a arruinar la fiesta.
—¡No le hagan caso, a él no le importan la cucarachas! —lanzó cuando llegó a su destino.
El grupo de gente se quedó boquiabierto, Supercucaracho sonrió con sarcasmo.
—¡Él solo quiere la fama! —remató El Hombre Cucaracha.
La gente volteaba de un superhéroe a otro, como si fuera un partido de tenis.
—¡IL SILI QIIRI LI FIMI! —gritó desde su megáfono Supercucaracho, sus fans lo secundaron con risas—Ten un sticker y ve a salvar una cucaracha, no tengo tiempo para esto.
Supercucaracho le arrojó una calcomanía, tenía un corazón con tres pares de patas y antenas, debajo se encontraba la leyenda: I LOVE CUCARACHAS.
El Hombre Cucaracha no se aguantó las ganas, le lanzó el megáfono en la cabeza, su rival se alcanzó a agachar, pero perdió el sombrero. La pelea comenzó. Súper y El Hombre rodaban por el piso, se jaloneaban sus trajes, se llenaban de tierra, gritaban: ¡YO SOY EL VERDADERO SALVADOR! Súper perdió la capa y le picó los ojos a El Hombre. El traje se le rompió a El Hombre y le arrancó unos pelos a Súper. La gente les aplaudía, hacían apuestas y grababan el suceso. Puñetazos por aquí, patadas por allá, escupitajos en las caras.
En el clímax de la pelea, las sirenas de patrulla aparecieron. Ambos se pusieron de pie, cruzaron miradas y corrieron entre los carros del bulevar, tres policías los persiguieron.
—Fucking mexicans! —les gritó un gringo cuando se atravesaron.
Corrieron por tres calles larguísimas, los policías no se cansaban.
—¡Tú tienes la culpa!
—¡No, fuiste tú!
—¡Mira, una alcantarilla abierta!
—¡Estás loco, está lleno de animales!
El reto estaba ahí, ¿quién era el verdadero salvador?
Los policías los miraron saltar, se detuvieron a un lado de la alcantarilla. Después de minutos en silencio se miraron sin saber qué hacer. Ahí déjalos, dijo uno. Vamos por tacos, dijo otro.
A los héroes nadie los vio salir, algunos dijeron que los escucharon pedir auxilio. Otros opinaron que todo fue un plan para dirigir la insurrección de las cucarachas desde el drenaje. Los que llegaron tarde a la pelea sugirieron que en realidad eran salvadores de moscas.
Había un grupo de personas que quedó impactado por el suceso. Armaron cuadrillas en busca de los hombres, recorrieron el drenaje con religiosidad y no les importó llenarse de caca. Actualmente, los científicos debaten si se trata de una alcantarilla o un agujero negro, mientras que la población tramita con las autoridades convertir esa alcantarilla en El Monumento a las Cucarachas. En breve recibirán una respuesta del gobierno local.
Iván García Mora (Tijuana, 1993). Sus textos han aparecido en distintas revistas como Plástico, Neotraba, El Septentrión, Grafógrafxs y Low-fi Ardentía. Es autor del poemario Tadoma (Pinos Alados, 2020). Desde 2015 forma parte del comité del Festival Internacional de Poesía Caracol Tijuana. El cuento ‘I LOVE CUCARACHAS’ se incluye en su libro Seis posibles razones por las que mi abuelo decidió vivir en un cajón (Ediciones Cuarentena), parte de la colección Primeros Libros, editada por Luis Humberto Crosthwaite.