¿Qué pensamos cuando hablamos de la gestión cultural? Cuando me lo preguntan, suelo iniciar diciendo que, primeramente, la gestión cultural implica movimiento, coordinación y templanza para efectuarse. Porque en ese sentido, las acciones adquieren un grado de dificultad u orden resolutivo de acuerdo a la posición estratégica en que se encuentre el gestor.
Ahora bien, desde una situación o postura independiente, las cosas, procesos y elementos para la gestión cultural podrían pensarse mayoritariamente dificultosas y complicadas, pero en ello reside el hecho sobre cómo se debe persuadir inteligentemente para lograr dicha gestión.
Desde esta postura de la llamada ‘independencia’ (atendiendo al sentido de no estar arropados por alguna institución) me he encontrado con que gestionar espacios, lugares, fechas, materiales, recursos y demás, requieren primeramente de cierta paciencia para lograrlos.
¿Qué quiero decir con esto? Que el simple motivo de representarnos como una figura independiente o autogestionaria da por sí misma una variante al momento de pretender congeniar tanto con la iniciativa privada como con las instituciones culturales, debido a que, para estos rubros, la certificación, licencia o avalúo de cualquier índole se priorizan, aunque para nuestros proyectos no tengan mayor significancia.
Pretenderé ser un poco más claro. A las instituciones oficiales e iniciativa privada les interesan más los proyectos unificados a otras instituciones o representados en figuras organizativas que mantengan un perfil –dependiendo de dónde se observe el caso- de mayor “profesionalización” o rubro académico y/o formal.
Lo independiente muchas veces se tiene como algo de menor relevancia, por aquello de que no se congenia enteramente con la institución, aunque muchas veces sea en el campo de lo independiente donde se encuentren las ideas más frescas o propositivas.
La libertad de pensamiento, idea y desarrollo que permea en el ámbito de la independencia muchas veces no es un aliciente para que, por ejemplo, una Secretaría de Cultura se interese en apoyarlos.
He ahí algunos de los elementos contras de esta postura, puesto que siempre se tiene que lidiar para llevar a cabo la gestión cultural de manera viable y portentosa. Pero, aclaro, no por ello uno debe desistir del propósito y por lo tanto tiene que ser un poco más inteligente para poder sortear estos paradigmas muchas veces incomprensibles de la institución.
Pongo como ejemplo a Clarimonda, una revista de literatura y cultura alternativa que llevo editando desde hace 17 años -con una sola interrupción de casi dos años- de manera autosustentable, sin depender de que la iniciativa privada, el patrocinio, las becas o la institución cultural.
¿Cuál es el secreto de ello? Ninguno. En esto no hay secretos, lo que sí hay es perseverancia, trabajo, profesionalización, interés colaborativo, intercambio de ideas, de proyectos, dedicación y, sobre todo, empeño en lograr los objetivos planteados desde un principio.
He ahí algunos de los pros desde la visión independiente, porque esta situación a final de cuentas te brinda la total libertad de implementar y gestionar tus propios recursos, tus propios espacios y tus propios elementos para el desarrollo de tus proyectos.
En este flujo de acción, Clarimonda opta, entre estas cosas, por el sentido colaborativo. Es decir, como editores nos proponemos –por ejemplo– gestionar un espacio para un evento que no requiera costo a través del intercambio, esto es mediante publicidad impresa o digital, mediante difusión por medio de notas informativas, entrevistas u otras que se requieran.
Así nos sabemos ambos necesitados de ello y se congenia en campos paralelos que terminan consolidándose en un mismo fin, que no es más que la apertura al desarrollo.
En el camino hemos visto cómo otros proyectos similares al nuestro, o de nuestro mismo rubro, han ido y venido sin mayor significancia, desapareciendo la mayoría de ellos por faltas al raciocinio y la visión cegada de que si una institución no apoya tu trabajo no hay alternativa mayor que desistir de ello y por lo tanto dejar de lado todo.
Las alternativas existen, están ahí, pero como se ven un tanto complicadas por todo el trabajo que se requiere, se desiste. Ya lo decía al principio: la gestión cultural exige movimiento y el gestor cultural por ende debe estar al tanto y consciente de ello.
La gestión cultural desde una postura independiente implica batallar para lograr los objetivos, sin que esto parezca una sensación de mártir. Pero se entiende que se tiene que estar al borde de todo eso para poder concretarlos. La firmeza de los objetivos también es un elemento básico para todo ello, puesto que son los que cimbran los proyectos (aunque a veces parezca que no se tienen objetivos).
Desde la visión independiente se debe tener cierto grado de terquedad y de cordura, porque si no los proyectos terminarán entonces en la borda.
La institución y la iniciativa privada de alguna manera irán siempre arropando a aquellos que congenien más con sus políticas o sus ideas, por ende, el gestor cultural independiente tiene que estar al tanto de ello y no debe permitirse desviar su objetivo por quedar bien con estos solamente por recibir un apoyo o recurso.
Eso para nosotros resultaría infame, porque para todo hay formas, maneras y recursos. Pero como lo mencionó arriba, uno no tiene que desviar del todo su objetivo para poder lograr lo que se proyecta.
La revista Clarimonda tiene 17 años mostrando esta visión independiente, sin necesidad de recurso alguno de institución o iniciativa privada. Esto no quiere decir que, quien lo hace con un recurso institucional o beca, sea algo que demerite, al contrario.
La revista se mantiene, por ejemplo, de las propias ventas de sus ejemplares debido a que se ha encontrado una estrategia de comercialización sencilla: lo artesanal, lo cual no implica mayor inversión más que lo necesario.
Clarimonda ha podido así, de esta manera, estar en algunos de los lugares más importantes del país en cuanto a lo cultural y literario se refiere. ¿Cómo hemos logrado esto? A través de los contenidos y a través de la confianza depositada en nuestros lectores, colaboradores y obviamente otros gestores culturales.
Se trata pues de quitarse, en muchas ocasiones, los embrollos de la individualidad, y también como lo dije antes, participar de manera colaborativa. Para nosotros, solidarizarnos y apoyarnos con otros proyectos ha sido la clave del éxito. Aunque ha sido complicado el camino, nunca desistimos de lo que desde un principio nos planteamos.
Hay que tener paciencia, e insisto, mucha terquedad a la hora de entrarle a la gestión desde lo independiente. De otra manera no se puede lograr mucho.