Voy a ser bien breve esta ocasión para comentar sobre un tema al que, diversas administraciones gubernamentales, le han venido dado una justificación y explicación constante sin llegar a nada. ¿Qué pasa en Tijuana con la cantidad de homicidios que se cometen y se registran todos los días?

Desde la administración gubernamental del panista Kiko Vega, se ha venido hablando de que parte del móvil que utilizan criminales, sicarios, malandros o gente del crimen organizado para delinquir en la ciudad, es el uso de los autos chocolate, como si esta fuera la causa o razón de ser de los homicidios que ocurren en la ciudad.

Con la llegada del innombrable Jaime Bonilla Valdez a la gubernatura, la tónica fue la misma al principio pero escaló más allá: comenzó a criminalizar el uso de carros chocolate.

“Está demostrado que el 80% de los vehículos irregulares que circulan en Tijuana, se utilizaron para cometer algún delito”, aseguró Bonilla el 30 de enero de 2020, y fue cuando comenzó a hablar de una estrategia para la regularización de estos vehículos.

Esa ocasión, el entonces gobernador compartió en las mesas de seguridad y coordinación que el instrumentar un programa de regularización, tenía más que ver con “un asunto de seguridad”, porque representaban “un peligro para la ciudadanía”, como si los carros por sí mismos cometieran los delitos.

Hoy en día ya no está Bonilla, pero sí quedó un decreto federal para la regularización de esos carros, emitido por el presidente Andrés Manuel López Obrador, que más que certezas, ha generado dudas sobre su objetivo primario y la forma en que ayudará para la disminución de esos delitos de los que Bonilla hablaba.

Nomás para que se de una idea, querido lector, sobre un porcentaje real: El 16 de octubre que se firmó el acuerdo de regularización, Rosa Isela Rodríguez, secretaria de Seguridad Federal, expuso que en Baja California circulaban más de 500 mil carros chocolate, de los cuales, solamente 370 fueron puestos a disposición por haber sido utilizados en homicidios.

Esto pues, no es nada en comparación con el 80% que en su momento mencionó el otrora gobernador del estado, Jaime Bonilla.

Curioso resulta que hoy en día también, con una nueva administración gubernamental y municipal, se hable de que ahora los criminales, sicarios, malandros o gente del crimen organizado, estén utilizando motocicletas para cometer atentados u homicidios en la ciudad, como sí estas máquinas automotoras cometieran por sí mismas esos delitos.

Luego del asesinato de un elemento de la Fiscalía General del Estado (FGE), el pasado martes 16 de noviembre, quien fue ultimado por sicarios a bordo de dos motocicletas, el secretario de Seguridad Municipal, Fernando Sánchez, aseguró que este móvil es cada vez más constante y que, incluso, es algo que han estado investigando.

El secretario comentó que, quizás, el uso de estas motos que han identificado son robadas, permite una mayor movilidad para cometer los crímenes y huir de las escenas, cosa que no podrían hacer con un carro.

Y no encuentro discordancia en su lógica, lo que no me cuadra es que se anteponga el tema de los homicidios a un elemento que se utiliza para ello, como si la problemática no tuviera que ver más con una cuestión de índole social e incluso política, y sí con un vehículo.

Me pregunto, qué vamos a comenzar a escuchar de las autoridades a partir de ahora, ¿una criminalización al uso de las motocicletas en la ciudad? ¿Una propuesta para la regularización o registro de quiénes hacen uso de ellas?

Mientras son peras o son manzanas o son plátanos o son bananas, la realidad es que en las calles de Tijuana se siguen cometiendo homicidios a diestra y siniestra. Siguen apareciendo cuerpos desmembrados.

El caso es que sigue habiendo policías y elementos de la Fiscalía atacados y ultimados a balazos. Siguen apareciendo narcomensajes y mantas con advertencias para mandos de prácticamente todas las corporaciones de seguridad.

Sí, los carros chocolate; sí, las motocicletas y todo ese rollo, pero, ¿la estrategia real y efectiva para controlar los homicidios, para cuándo? ¿Para cuándo una depuración de elementos de las corporaciones coludidos con el crimen organizado? ¿Para cuándo una propuesta integral que brinde las mismas oportunidades a todos los sectores de la sociedad?

Mientras seguimos esperando ello, lo más probable es que seguiremos contando los asesinatos, sean en moto, en carro chocolate o incluso en monopatín. Pero mejor ahí le paro, nos les vaya a dar ideas.

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