Los periodistas y reporteros tenemos un problema, al que llamamos blogueros o facebookeros.

En Tijuana el problema se llama Ángel Peña, y desde el 13 de diciembre de 2021 se convirtió en el responsable de cualquier cosa que le pasara al fotoperiodista Margarito Martínez Esquivel, quien fue asesinado el lunes pasado de un balazo en la cabeza por un sicario profesional.

Los facebookeros son personas inexpertas que describen los hechos desde la óptica del narco, sin análisis de causas o consecuencias, y cuyas publicaciones en redes sociales siempre parecen colgadas en un puente por los malandros. Reflejar de forma explícita el mensaje del narcotráfico para ganar seguidores en redes sociales como lo hacen ellos, debería ser igual de condenable que vender la droga en la calle.

En cambio, las imágenes y la información que el fotoperiodista Margarito Martínez Esquivel compartía desde donde ocurriera la violencia en Tijuana, siempre fueron innumerables, precisas y crudas, como es la delincuencia en la frontera, pero apegadas al derecho de difundir.

La diferencia entre el trabajo de Margarito y el de los facebookeros, es que el fotoperiodista sólo enviaba la información y los datos a los medios con los que colaboraba, y no se dedicaba a formular culpables de un homicidio en el lugar de los hechos, como sí lo practica Ángel Peña.

Los facebookeros son un problema porque carecen de formación profesional para informar. Y esa carencia se refleja en falta de investigación, datos y criterio a la hora de abrir una página de redes sociales para subir fotos y videos que no respetan los Derechos Humanos de las víctimas.

Ese lenguaje bruto de las cosas, les hace acreedores de una referencia social equivocada: la de decir la verdad que, según ellos, los medios formales no decimos.

Los facebookeros no dicen la verdad simplemente porque su versión no está informada, ni desarrollada con un sistema de verificación que permita asegurar que lo que Ángel Peña y similares hacen, es una noticia.

Pero en México estamos tan mal, que esa idea de verdad y desnudez de la autoridad en la que se escudan, les consigue seguidores. Férreos defensores de una situación equivocada, sus fans lo defienden a morir con el mismo sistema con el que los chairos defienden al presidente: a rajatabla, sin cuestionamientos, sin dudas.

No logran verlo culpable de accionar un arma, pero tampoco lo consideran mínimamente responsable de haber expuesto la vida de Margarito Martínez Esquivel al acusarlo sin pruebas en un video.

Y de eso, Ángel Peña sí es culpable.

A los seguidores de este tipo de páginas no les parece comprometedor exhibir la vida de un fotoperiodista, porque consideran a la prensa formal unos vendidos.

Entonces un día encuentran un Facebook donde transmiten videos de muertos sin el menor tacto posible, y se embrutecen con su lenguaje de terror. Les gana el morbo de acceder a un lugar donde hay sangre y cabezas con balazos.

El narcotráfico

Independientemente de si hay un culpable o no en la persona de Ángel Peña, la investigación ya estableció que el arma para matar a Margarito Martínez fue usada en cinco ataques más ligados al Cártel Jalisco Nueva Generación.

Así es, a Margarito Martínez Esquivel lo mataron los narcos. El mismo narcotráfico mugroso que atacó a Jesús Blancornelas y que asesinó a Ortiz Franco. El mismo narcotráfico que tiene amenazados a muchos periodistas y que las autoridades simulan combatir.

El mismo narcotráfico que amenaza a la gente, que compra voluntades, que reprime si no se cumplen, que dispara diariamente entre las calles de Tijuana, que mata mujeres, trafica con familias, el que abandona migrantes en la frontera del desierto, el que tiene relación con apellidos rimbombantes de la ciudad, el que todos sabemos dónde está pero nunca jamás denunciamos.

El mismo que deja colgados, entambados y muertos, el que se pasea en camionetas oscuras, el que dirigen capos conocidos desde la cárcel, el que ha sido controversia en las autoridades, temor de la población y talón de Aquiles del dinero impune, ese mismo maldito problema de años, es el que mató a Margarito Martínez Esquivel.

Otra inmunda vez, el narcotráfico hizo de las suyas.

Margarito es, pues, otro periodista asesinado por el narcotráfico en la ciudad más violenta del mundo. Pero su herida no es en vano. Su compromiso laboral será siempre ejemplo. Su compañerismo, admirado; su eficiencia, reconocida; su amistad, recordada; y su muerte, siempre reclamada hasta que esté en la cárcel quien le disparó por la espalda como un vil cobarde.

Un problema en el Periodismo

Viendo las situaciones que rodean al asesinato del fotoperiodista Margarito Martínez Esquivel. Sabiendo que un facebookero con casi 50 mil seguidores desinformados y manipulados lo acusó falsamente en un video en vivo, y que un mes y cuatro días después lo mataron, me surge una pregunta:

Qué es más problema para el periodismo, ¿los facebookeros irresponsables o el narcotráfico que los escucha?

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