Alguna censura propia de los periodistas, está bañada de la inseguridad que nos rodea; porque cuando el miedo ataca, lo normal es replegarse.

Pero si lo pensamos bien, hallar en el callarse por decisión un espacio para salvarse de las balas, es un sinvivir deleznable para cualquier comunicador. Es como quitarle la sal a un chef mientras le prepara el desayuno.

En teoría, nadie debería callarse una expresión de verdad en el mundo libre de la 4T donde se supone que vivimos, pero la realidad es otra. Ahogados en la situación, hay algunos chefs que ya ni siquiera consideran la sal para cocinar.

¿En qué momento decide el chef dejar de ponerle sal a sus huevos, si las recetas por eso son recetas, y el cliente no siempre tiene la razón?

En ningún momento, porque el chef conoce la fórmula y el sabor de las cosas. Únicamente lo hace cuando quien le paga al restaurante donde estamos, le solicita eso al cocinero.

Cuando él recibe la comanda, y los meseros le recuerdan a gritos en la cocina que el que paga manda, el chef se aleja de la sal. Entonces se prepara un desayuno desangelado, resultado de la censura a la receta más precisa.

Con el paso del tiempo, el cliente se vuelve cada vez más agresivo al exigir la comida que le gusta. El dueño primero reprime al cocinero y después permite al cliente pegar de golpes en la cocina.

Ante la intimidación, unos chefs optan por dejar lo que preparan siempre un poco bajo de sal. En los casos más graves, la omiten de sus recetas.

Algunos chefs, sin embargo, recuerdan siempre que la receta es “la receta” y que el cliente no siempre tiene la razón. Conocemos el restaurante donde estamos (México) y sabemos que el dueño (AMLO) permite los golpes en la cocina del periodismo: Pero NUNCA nos vamos a CALLAR.

#BastaDePeriodismoEnRiesgo

Del susodicho: Qué bonitos ojos tienes, malagueña salerosa.

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