En la foto, la mujer acuna a un niño en brazos sobre sus rodillas, una imagen antigua como la humanidad.
Pero en una sombría inversión de lo familiar, vemos que el niño que sostiene es un cadáver, envuelto en una mortaja. Es un momento tranquilo de intenso dolor.
La mujer lleva un pañuelo en la cabeza y está inclinada. No podemos ver quién es ni saber nada del niño, ni siquiera si es niño o niña.
El niño es uno de los muchos que han perdido la vida en ambos bandos de la guerra entre Israel y Hamás. La mayoría tienen nombres que nunca conoceremos, cuyas muertes provocarán toda una vida de dolor a familiares que no conoceremos. En el siglo XXI, un promedio de casi 20 niños al día mueren o quedan mutilados en guerras en todo el mundo, según UNICEF.
El fotógrafo de Reuters Mohammad Salem se encontraba el 17 de octubre en Jan Yunis, en el sur de la Franja de Gaza, en el depósito de cadáveres del hospital Nasser, donde los residentes iban a buscar a familiares desaparecidos.
Vio a la mujer en cuclillas en el suelo de la morgue, sollozando y abrazando fuertemente el cuerpo del niño.
“Fue un momento impactante y triste, y me pareció que la imagen resumía la sensación general de lo que estaba ocurriendo en la Franja de Gaza”, afirmó. “La gente estaba confusa, corriendo de un sitio a otro, ansiosa por saber la suerte de sus seres queridos, y esta mujer me llamó la atención porque sostenía el cuerpo de la niña y se negaba a soltarlo”.
El momento fue especialmente conmovedor para Salem, cuya esposa dio a luz a su propio hijo pocos días antes.
En Gaza, donde se han cortado las comunicaciones, la localización de personas ha estado plagada de dificultades. Pero dos semanas después de que se tomó la foto, Reuters pudo localizar a la protagonista y entrevistarla en su casa de Jan Yunis.
Se llama Inas Abu Maamar y el cadáver que sostiene en la foto es el de su sobrina Saly, de cinco años.
Inas había corrido a la casa de su tío cuando se enteró de que había sido alcanzada, y luego a la morgue.
“Perdí la conciencia cuando vi a la niña, la cogí en brazos”, dijo. “El médico me pidió que la soltara (…) pero les dije que la dejaran conmigo”.
La madre y la hermana de Saly también murieron, junto con el tío y la tía de Inas. Saly era una de las favoritas de Inas: solía pasarse por casa de su abuela de camino a la guardería y pedirle a su tía que le hiciera fotos.
“La mayoría de los vídeos y fotos que tengo en el móvil son de ella”, dice Inas.
Ahmed, el hermano de Saly, de cuatro años, estaba fuera de la casa cuando fue alcanzada, y sobrevivió. Ahora vive con Inas. Pero tiene pocas ganas de jugar, dice ella. Habla poco, salvo para preguntar dónde está su hermana Saly.
De Reuters.