CIUDAD DE MÉXICO, 29 oct (Reuters) – En el corazón de Ciudad de México, Maura Medina limpiaba el Cristo de un crucifijo clavado en la tumba de su esposo. Ella, como muchos más, adelantó su visita al camposanto antes de que sea cerrado para el tradicional y emblemático Día de Muertos.
Y es que las autoridades capitalinas decidieron que los casi 120 cementerios no abrieran el 1 y 2 de noviembre para evitar contagios de coronavirus ante las multitudes que suelen concurrir durante los festejos que recuerdan a los difuntos, una de las celebraciones más arraigadas en el país.
En el Panteón Xilotepec, en el sureste de la capital, dos hijas de Medina sacaban la tierra seca sobre la tumba de su padre, quien falleció en diciembre de 2019, para sembrar cempasúchil, una planta con flores naranjas, infaltable en la decoración de los coloridos altares del Día de Muertos.
“Con que hayamos venido yo ya me siento muy contenta que lo vine a ver (…) ya siento mucha paz porque ya lo vine a ver”, dijo Medina, quien tenía puesto un sombrero de paja y un cubrebocas.
Al cementerio sólo dejan entrar un máximo de tres personas por familia. Un cartel amarillo con letras negras reza: “Cuidado, está entrando a zona de alto contagio”.
México, con unos 130 millones de habitantes, es el cuarto país del mundo con más fallecidos por afecciones relacionadas al coronavirus. Hasta el martes contaba más de 90,000 muertos y 906,000 contagiados.
La alcaldesa de la populosa Ciudad de México, Claudia Sheinbaum -quien esta semana dijo que tenía el virus- llamó el jueves a la población a no salir de casa el Día de Muertos, celebración catalogada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
“Convocamos a toda la ciudadanía a cuidarnos entre tod@s, quedarnos en casa y no salir a ningún tipo de celebración con motivo de #DíaDeMuertos. No bajemos la guardia”, escribió en su cuenta de Twitter.
A unos metros de la familia Medina, un hombre decoraba una tumba blanca haciendo una cruz con cempasúchil, ponía bollos de pan y dulces envueltos en plástico transparente. Otros familiares barrían con rastrillos sobre los sepulcros, limpiaban los panteones, regaban las plantas o ponían flores nuevas.
“Corremos mucho riesgo, está bien que nos hayan permitido venir a dejarles nuestras flores, plantas, a nuestros muertos y, sobre todo, acompañarlos un día”, aseguró Adrián Velasco, quien fue a visitar a sus abuelos. “Esto es nada más algo simbólico para honrar a los cuerpos que se encuentran en las tumbas”.