Si algo tienen los refranes es una sabiduría casi ancestral. Se puede decir que son una especie de ley de vida inequívoca.
Al gobernador de Baja California, Jaime Bonilla Valdez, se le llena la boca cada vez que pronuncia: como decimos en la “Liber”, haciendo referencia a frases populares de una de las colonias más antiguas de Tijuana.
El día de ayer se le cuestionó sobre una narcomanta colocada en Playas de Rosarito, en la cual se le amenaza con seguir “calentando” la ciudad por supuestamente incidir en las pasadas elecciones, en específico por presuntamente no darle el triunfo al candidato independiente, Fernando Serrano García.
Ante la acusación, el gobernador se limitó a responder que “perro que ladra, no muerde”, con lo que muestra, por lo menos en público, que no le quita el sueño la amenaza.
Al escuchar esa declaración no pude evitar pensar en un refrán muy conocido: Cada uno habla de la feria según le va en ella.
Y después, casi de inmediato, surgieron escenas de hieleras con cuerpos desmembrados, asesinatos en la vía pública, desaparecidos y baleados durante su gestión, 4 mil 519 personas que sí les había mordido el perro.
Ninguno de los anteriores tenía escoltas, ni un grupo de camionetas protegiéndoles, como sí lo tiene Bonilla Valdez.
La inseguridad, esa que el gobernador desdeña con su comentario, ha sido la nota de todos los días en Baja California en estos casi dos años de su gobierno.
Los cárteles de droga, el crimen organizado, han hecho del estado lo que han querido. Cualquiera que fuera amenazado por estos últimos sentiría temor, pero el hombre de la “Liber” dice no alterarse, tal vez porque confía mucho en su equipo de seguridad o porque conoce algo que nosotros no.
Lo cierto es que mientras él declara que perro que ladra no muerde, los demás salimos a la calle con el temor de encontrarse con un ladrón que te apuñale por quitarte el celular, o con un grupo de sicarios que disparan al interior de un restaurante, de una taquería.
No se trata de ser amarillista, ni alarmar a la ciudadanía. Las cifras de homicidios no mienten, ahí están, pero cada quien las interpreta a su modo. En el caso del gobernador, parecen no tener importancia, por lo menos, no la misma que tiene el cobrarle el agua a los bajacalifornianos.
Pero como una opinión no hace la regla, le debemos recordar a Jaime Bonilla Valdez, que los perros sí muerden y, que él no ha podido amarrarlos, dejando a esta entidad a la deriva de la delincuencia, una que parece no tener fin, por lo menos no en este gobierno que ya se va.