Es muy probable que usted conozca o mínimo haya oído hablar de la Milla de Carros en National City (San Diego).

Si no la ubica, no se preocupe. Le platico rápido: son más de seis cuadras llenas de agencias de carros, por ambas aceras del National City Blvd. Hay casi todo tipo de automóviles nuevos y usados a pagar de forma mensual, al estilo gringo.

En Tijuana también tenemos algo similar a los vecinos, claro está, pero a nuestra forma de hacerlo.

Se trata del Bulevar Cucapah. Ahí se ven camionetas, sedans y todoterrenos estacionados a un costado de las banquetas: 2006, importado, std, 1450, se lee en los vidrios traseros de automóviles que muy probablemente fueron exhibidos años atrás en las vitrinas de Toyota, Ford o Nissan ubicadas en la Milla de Carros.

Pero si bien la Tía Juana recibe mucha mercancía de segunda mano del norte, su principal labor es abrazar a los que llegan en busca de un hogar, provenientes de diferentes lugares del planeta.

Fue justo en una ida al Cucapah donde conocí a uno de sus más recientes sobrinos, Óscar, el cual encontró trabajo como chofer de taxi de aplicación.

El muchacho inició la plática rápido, ya que llevaba apenas nueve días en el volante, ni dos semanas que llegó a la ciudad.

“Usted me dice por dónde nos vamos, jefe. Es que todavía no conozco bien todas las calles”, dijo a manera de disculpa.

Fue entonces que lo comencé a guiar y con ello continuamos con la conversación. Era originario de Michoacán, aunque a diferencia de muchos de sus paisanos, él no llega desplazado por la violencia, aunque sí la vio de cerca.

Su llegada con la Tía es para ver si puede ganar más dinero que en su estado natal, pero también motivado por una muchacha que vino a esta frontera a lo mismo: a conseguir empleo.

“No esta fea Tijuana, ¿verdad?”, manifestó mientras conducía.

–Para nada –respondí, mientras seguíamos camino al destino.

Entre pláticas sobre rutas más cortas me fue hablando del cómo se sentía en este terruño: “Aquí si hay trabajo. Es lo que a mí me gustó. Aquí por ejemplo en una semana trabajando en el taxi saqué como 7 mil pesos”, mencionó.

“Yo sí me voy a quedar. Hay mucho movimiento, mucha gente. Ahora sí que hay feria para el que quiera trabajar”, agregó.

Mientras narraba su experiencia de estos días de esfuerzo y recompensa, fue inevitable no pensar en la nobleza de este rincón del mundo al que casi a diario llegan nuevos inquilinos.

Tijuana desde la rampa Buena Vista. FOTO: Lisbeth Chávez / Glocal Media

Algunos van de pasada, pero muchos otros hacen de esta ciudad su hogar, y forman parte de la inmensa familia que les acoge.

Aquí hay espacio para todos, nos gusta decir, porque la Tía lo respalda. Aunque algunos le falten al respeto, son más los que la quieren. Al final, ella no discrimina.

Recibe, arropa, pero también reprende, enseña, aconseja.

Como muchas madres y padres protectores, la Tía también sufre tratando de ofrecer oportunidades a sus hijos, a sus sobrinos.

Casas de Infonavit.

La falta de vivienda social (Infonavit) para miles de trabajadores que perciben menos de cinco salarios mínimos es una realidad que les obliga a pagar rentas que son cobradas en dólares, afectando las finanzas de casa y lo que con ello se genera: falta de alimento, vestimenta, útiles escolares, atención médica, vacaciones.

El problema es lo difícil que es conseguir terrenos económicos donde construir casas de interés social, esto al elevarse el costo de la tierra.

En 2018 el entonces presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y Promoción de Vivienda (Canadevi), José Luis Padilla Gutiérrez, apuntaba que se pagaba entre 250 y 300 dólares por metro cuadrado de tierra en la periferia de la ciudad, mientras que en espacios con mayor plusvalía como Zona Río o el Centro, el costo se elevaba aún más.

New City Residencial

Lo anterior ha generado que las constructoras se enfoquen en desarrollar condominios con departamentos de lujo, espacios que pueden costar más de 4.7 millones de pesos (236 mil dólares).

Este tipo de viviendas son compradas por personas de alto poder adquisitivo y nunca por la clase baja, la que labora en maquiladoras, mercados, tiendas de conveniencia, los cuales cuentan con un crédito de Infonavit que ronda los 500 mil pesos.

Óscar tuvo la suerte de no venir huyendo de los diferentes cárteles del crimen organizado que llevan meses luchando por el control del estado de Michoacán. Pero muchos otros sí, como los que llegan de Guerrero, Sinaloa y otros estados del país.

El Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG). FOTO: CUARTOSCURO.COM

Para estos últimos arribar a esta frontera es muchas veces una opción obligada, pero ya estando aquí buscan dejar atrás el terror y empezar de nuevo, esta vez, esperando no ser otra vez víctimas de la delincuencia.

No obstante, cada vez se le ve a la Tía Juana más preocupada por ello. Ningún cártel que trafica droga, personas o armas son benéficos, ahora imaginemos por lo menos cuatro de ellos buscando ser “dueños” de esta esquina.

Para las autoridades ha sido sencillo salir a declarar que sólo se están matando entre ellos, como si eso fuese algo bueno o plausible, o algo por lo cual no hay que preocuparse.

Los jóvenes que se enrolan como sicarios o para transportar drogas, suelen provenir de hogares inestables, muchas veces empobrecidos, con pocas o nulas oportunidades de estudio o trabajo.

Esa juventud parece no importarle al gobierno, ya que como dicen: “se matan entre ellos”, deslindándose de una problemática social mal atendida.

FOTO: OMAR MARTÍNEZ /CUARTOSCURO.COM

A la par, existen hechos documentados de niños y personas asesinadas por estar en el lugar equivocado, las víctimas colaterales, de las cuales evitan hablar los funcionarios.

El tema de la inseguridad no se ha resuelto en Tijuana. En la toma de protesta de la nueva alcaldesa, Monserrat Caballero, le pregunté si le tenía temor al crimen organizado, y respondió que no, aunque esto sólo se verá en meses posteriores, donde se puedan evaluar las cifras de homicidios, robos de auto, robo a transeúntes y comercios.

FOTO: Crisstian Villicaña / Glocal Media

Por el momento no hay seguridad ni en las llamadas zonas blindadas, ni se diga en las colonias conflictivas, donde la policía no entra por temor dejando a la deriva a los ciudadanos que no se dedican a delinquir.

Sería injusto decir que con la Tía hay más puntos negativos que positivos, lo que tal vez no lo sea, es la firme idea de cuidarla, de analizar cómo está de salud y de qué adolece.

Las ventajas la mayoría las conoce y de alguna manera las aprovecha. De lo que flaquea es que son pocos los que aportan para mejorar, por eso se vuelve necesario este diálogo.

El agua es otra preocupación. Tijuana dependerá en un futuro de desaladoras mientras no existan más plantas tratadoras, sistema de reutilización de agua, y un apropiado consumo por parte de empresas.

FOTO: GRACIELA LÓPEZ /CUARTOSCURO.COM

Los tandeos, los negocios por el agua, no nos alejan de esas guerras que lucen cada vez más cerca: la lucha por el agua, por sobrevivir.

Cabe señalar que ese conflicto ya empezó y son las grandes industrias transnacionales las que llevan ventaja sobre la población, al acaparar grandes extensiones de tierra y al ser las que instalan las plantas desaladoras.

En lo local, mientras la Comisión Estatal de Servicios Públicos de Tijuana (CESPT) siga siendo la caja chica, y ni tan chica (más de 3 mil 600 millones de pesos durante 2021) del Gobierno del Estado, seguirá existiendo falta de infraestructura hidráulica, por lo que la situación no pinta nada favorable.

CESPT.

Los riesgos son serios. Nadie quisiera ver a una Tía que no tiene un vaso de agua para ofrecer a sus hijos, a sus sobrinos, sería una imagen muy triste y desoladora.

Tal vez en este punto para muchos sea necesario regresar a conversaciones más optimistas. A quién no le gusta escuchar sobre las noches de farra por la Avenida Revolución, el Centro y sus restaurantes, arte urbano, colores. El Centro Cultural Tijuana (Cecut) y sus exhibiciones, la gente de las colonias, la playa, la frontera y sus muchos significados, interpretaciones y obstáculos.

Pero acá, el mensaje es uno, y muy sencillo: La Tía Juana sigue abrazando, pero necesita ayuda y cada vez más cuidados, algo que no es nada en comparación a lo que le damos.

Plaza Santa Cecilia.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí