Hay reporteros que ganan menos de 2 mil pesos a la semana, sin seguro social, pensión para el retiro, mucho menos crédito para la vivienda.

La mayoría ve con temor el final del mes, cada vez que hay que pagar la renta, el agua, la luz, el internet, y si queda, para algo de comer.

A estos obstáculos hay que agregarle el riesgo de ser periodista en México, país donde en los últimos 21 años han sido asesinados 145 comunicadores.

FOTO: DASSAEV TÉLLEZ ADAME/CUARTOSCURO.COM

 

El panorama está de la chingada y aun así, cada mañana decenas de periodistas salen a ejercer la profesión, a escribir la nota, tomar fotografías, unir hechos, buscar datos, pensar la sociedad.

Los escritorios, parques, carros, banquetas, cafés, y cualquier otro espacio que sirva para escribir, editar, son testigo del cómo fotógrafas, reporteros, camarógrafos y comunicadores aplican lo que escuchan, lo que saben, para darle al lector, al televidente, al radioescucha, la noticia del día, el reportaje de la semana.

Pero la principal parte del periodismo no es grabar declaraciones, transcribir boletines o realizar una transmisión en vivo desde el lugar de los hechos. Es, comprometerse con todo lo que le rodea.

Allá afuera hay diferentes necesidades, preocupaciones, temas que escuchar, entender.

FOTO: RUBÉN ESPINOSA /CUARTOSCURO.COM

 

Los que comunican llenan sus cerebros de todo esto, las mastican, a veces las lloran, para sacarlas a la sociedad, para soltar las verdades.

Para hacerlo hay que remar a contracorriente, perseguir funcionarios, visitar familias, colectivos, escuchar historias de dolor, otras de éxito.

En ese camino no solo están las vidas de los demás, también la de periodistas que sienten, que palpan las historias, no como ajenas, sino como la parte de un todo al cual pertenece.

Se dice que el periodismo es libre o una farsa. Para los que deciden seguir el primero hay un sinnúmero de peligrosos caminos a recorrer, pese a ello, se avanza sin temor.

Para los que hacen de la profesión una farsa las remuneraciones económicas y los favores de funcionarios y empresarios no dejan de llegar. Pero el reportero de cepa, sabe que si bien necesita el dinero para cubrir las necesidades personales y familiares, el verdadero pago está en visibilizar las injusticias, en mostrar los fallos del Estado, en resaltar las iniciativas para mejorar, en señalar de manera puntual.

Hoy, 4 de enero se conmemora el Día Nacional del Periodista, y es un buen motivo para pensar aunque sea un minuto en aquellos que invierten gran parte de su vida en ponerse en los zapatos de los otros, en ser parte de todo.

El periodismo tiene un lugar relevante en la sociedad, no obstante, los que detienen el micrófono, los que cargan las cámaras, los que editan vídeos, siguen teniendo no solo sueldos precarios, también la incertidumbre de no volver a casa por hacer su trabajo.

Acá en la vida reporteril no hay armas largas, pistolas, mucho menos granadas o camionetas blindadas.

Lo que sí existe es el compromiso de llevar la noticia, de disparar la verdad, esa, que esperamos nos haga libres.

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