Cuando era niña, Wendy Estefany Munguía Torres tenía el sueño de conocer México, pasear por sus calles y ser parte de este país. La originaria de la capital de El Salvador, desde pequeña preguntaba por qué Dios no me dejó ser mexicana, y crecer en estas tierras que tanto le gustan.

Ahora ella está disfrutando ese sueño en Tijuana con su hija de 10 años. Renta casa junto con otros paisanos, emprendió un negocio cocinando pupusas salvadoreñas, creó toda una red de clientes bajo sus propias habilidades culinarias y ha forjado una vida llena de satisfacciones por estar en un lugar que añoraba, aunque con algunos contrastes.

Para llegar a esto, Wendy no lo imaginó como suelen idearse los planes: tuvo que sortear diversas adversidades que le marcaron completamente el destino. El asesinato de uno de sus hermanos, la petición de pagar 10 mil dólares a cambio de su seguridad, las amenazas de muerte por parte de las pandillas en su ciudad natal, y tener que dejar atrás toda una vida por el temor a que ella o su familia fueran asesinadas.

Wendy tuvo que salir más por necesidad, desplazada por la violencia en su país, que por cumplir un sueño que tenía desde niña. Así llegó en octubre de 2018 a Tapachula, Chiapas, gracias a un pastor de la iglesia a la que asistía.

Su idea era continuar el viaje con sus propios recursos, bajo su propio riesgo. Sin embargo, se enteró de la caravana migrante y esperó su arribo porque pensó que ir juntos les brindaría mayor protección y seguridad. Junto con su hija -entonces de 8 años-, y su pareja sentimental, emprendieron una larga caminata de tres semanas hasta llegar a Tierra Blanca, Veracruz, en donde abordaron posteriormente a La Bestia con rumbo a Mexicali.

Wendy es una de las más de 6 mil personas registradas por el Instituto Nacional de Migración (INM), que el 12 de noviembre de 2018 arribaron a Tijuana en un segundo grupo de la caravana migrante, el más grande hasta la fecha. Ella representa un caso de éxito de entre aquellos que hace dos años salieron buscando una vida mejor y la encontraron en México, pese a la xenofobia que un sector de la población les manifestó durante todo su camino.

FOTO: LISBETH CHAVEZ/GLOCAL

Caravana, un sentido de pertenencia

El primer atisbo de la caravana migrante sucedió el 12 de octubre de 2018 con 160 personas en San Pedro Sula, Honduras. Al día siguiente se juntaron alrededor de mil 300 personas, y el 14 de octubre al llegar a Ocotepeque fueron más de 2 mil las que salieron rumbo a Tapachula, Chiapas, México.

El reporte La caravana de migrantes centroamericanos en Tijuana 2018, realizado por el Colegio de la Frontera Norte, refiere que casi la mitad de las personas, el 49%, se unió a la caravana en Honduras; 20.5% lo hicieron en Guatemala, 0.7% en El Salvador, 21.6% en Chiapas, 6.7% en algún otro estado de México, y 1.7% en Baja California.

El informe destaca que la magnitud de la caravana se desarrolló porque al venir de forma masiva y organizada, el colectivo ganó pertenencia, y representó una opción de movilidad que les permitió acompañamiento por diversas organizaciones, visibilidad en medios de comunicación y protección de los derechos humanos de los migrantes.

Una medida segura y barata ya que previamente a este fenómeno, entre los años 2013 y 2016, el INM y la Policía Federal detectaron entre 260 mil y 392 mil eventos de tránsito de migrantes por el territorio mexicano, los cuales iban acompañados por guías, coyotes o traficantes de personas.

Alex Mensing, coordinador de proyectos de Pueblos Sin Fronteras, organización que realizó acompañamiento a las caravanas, compartió para Glocal Media que una de las particularidades de la caravana fue precisamente que durante todo el trayecto se fue haciendo visible el andar de los migrantes por territorio centroamericano y mexicano, lo cual brindó mayor seguridad al no tener que contratar a un coyote o estar expuestos a secuestros por parte del crimen organizado.

FOTO: ISAAC ESQUIVEL /CUARTOSCURO.COM

Gobernantes, los causantes principales del odio

Durante su estancia en Tijuana, miembros de la caravana migrante fueron parte de agresiones físicas y verbales derivadas de su sola presencia en la ciudad.

Dos fueron los factores que más llamaron la atención. El 14 de noviembre de 2018, cuando habitantes de Playas de Tijuana convocaron a una manifestación en contra de los migrantes, llegando incluso a la agresión física contra quienes se encontraban en el área del Faro.

La otra fue el 18 de noviembre, cuando un grupo de ciudadanos se concentró en la glorieta Cuauhtémoc, en Zona Río, y partieron en marcha hacia las instalaciones de la unidad deportiva Benito Juárez, en la Zona Norte, donde ya estaba alojado el grueso de la caravana migrante. Una manifestación que activistas vieron impulsada y coordinada por entes ajenos, y no por ciudadanos organizados.

Tijuanenses manifestándose contra migrantes. FOTO: OMAR MARTÍNEZ /CUARTOSCURO.COM

A estos hechos, Alex Mensing refirió que mientras no haya plena dignidad en todas las cuestiones sociales de la vida, las personas van a seguir culpando de sus problemas a los demás. Es decir, si en México existen problemas tan alarmantes como violencia, pobreza, hambre, impunidad y demás, siempre se correrá el riesgo de buscar responsables en otros lados, cuando en muchas ocasiones son los mismos gobernantes los causantes de todo.

“Ellos (los gobernantes) son quienes tienen acceso a los medios y tienen los recursos para decidir a quién culpar. Eso fue lo que sucedió con la caravana; las autoridades tienen mucho que ver, porque quieren lavarse las manos culpando al otro que no es de aquí y que por lo tanto le tiene miedo”, dijo.

Alex agregó que este fue el caso del ex alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastélum Buenrostro, quien de manera desmesurada compartió mensajes xenofóbicos y alentó de forma casi directa a la ciudadanía para mostrar su rechazo.

“Pero también porque han aplastado a las caravanas. Cada vez que vemos que surge una nueva suelen salir los mismos discursos xenofóbicos y de odio, como se ha visto en meses recientes. Sucede que no han surgido tantas oportunidades para que los políticos culpen a las personas migrantes, están culpando ahora a otras cosas o están peleando entre sí, como se ha visto”, recalcó.

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Migrantes dispersos: esperando asilo y acoplados a la ciudad

Activistas consultados de organizaciones como Pueblos Sin Fronteras y Alma Migrante, coincidieron en que es difícil calcular cuántos migrantes de aquella caravana permanecen todavía en Tijuana, dado que muchos fueron deportados, mientras otros desistieron y regresaron a sus países.

Se tiene el conocimiento de los que están en albergues que siguen bajo el Protocolo de Protección a Migrantes en Tijuana, esperando el asilo. La problemática que refieren es que las autoridades mexicanas otorgaron documentos mientras esperaban aquí sus procesos pero éstos ya no son vigentes, y ni siquiera se les respetó el acuerdo de un principio.

Alex Mensing refirió que muchos andan sin documentos y se les ha complicado encontrar trabajo.

“Hay trabajo pero cada vez es peor pagado y ellos son más vulnerables a los abusos laborales, lo que genera miedo en los migrantes para recurrir a las autoridades a denunciar estos abusos laborales, aunado al que les generan los policías en las calles”, dijo.

José Luis Pérez Canchola, titular de la Dirección de Atención al Migrante Municipal, explicó a Glocal Media que el apoyo que se brinda a migrantes extranjeros deviene de la ayuda que reciben los albergues donde se encuentran resguardados.

Resaltó que el municipio de Tijuana tiene un presupuesto para apoyar a estos albergues en especie, ya sea mediante alimentos o medicinas, que es lo que más se solicita.

A cada albergue se le apoya en razón de la población que están atendiendo en estos momentos, por lo que no puede ser igualitario para todos porque hay quienes atienden a cientos de migrantes y otros a docenas. Su visión es que debe haber cierta igualdad y equidad en este tipo de apoyos.

FOTO: OMAR MARTÍNEZ /CUARTOSCURO.COM

Activistas consideran que la atención debería ser más sólida por parte de los tres niveles de gobierno. Aun así destacan que hay migrantes que han buscado la manera de salir adelante, con o sin los apoyos.

Entre estos existen casos que los consideran de éxito, porque son migrantes que pudieron establecerse en la ciudad y salir adelante o que, en su caso, ahora le están retribuyendo a la sociedad lo que, dicen, les dieron y les ayudó a sobrevivir mientras estuvieron aquí sin nada

Albergue de migrantes para migrantes

Uno de estos casos relevantes es el albergue El Puente, ubicado en la colonia Amparo Sánchez, fundado por los hondureños Michael Rodríguez y Douglas Oviedo, que recientemente publicó un libro titulado Caravaneros, en el que cuenta toda su experiencia de viaje.

La idea que ellos tuvieron fue crear un comedor comunitario, pero gracias al acercamiento con personas como Soraya Vázquez, activista tijuanense, fue que lograron encontrar un espacio para acondicionarlo como albergue, enfocado para madres e hijos.

El albergue se fundó el día 15 de septiembre de 2019, después de un año de andar configurando el proyecto y gestionando todo para su consolidación. Durante el tiempo que han estado operando han atendido alrededor de 180 personas migrantes.

FOTO: LISBETH CHAVEZ/GLOCAL

Michael es el actual coordinador del mismo y comparte que en un principio fue complicado levantar el albergue, porque las instalaciones estaban practicamente en obra negra. Pero con la voluntad de otras personas y organizaciones que se acercaron a ellos, como Ángeles de la Frontera, fue que pudieron tener en óptimas condiciones este albergue.

Él también tuvo que pasar el largo camino hasta Tijuana, pero no con la idea de cruzar hacia Estados Unidos, sino con la intención de encontrar un lugar que le diera algo de tranquilidad y estabilidad. Tampoco ha querido pedir el asilo, su objetivo es seguir ayudando a la comunidad por el momento, y posteriormente pensar en nuevos proyectos.

“Actualmente hemos tenido un problema económico por esta situación que se vino, de la pandemia, pero tenemos fe de seguir adelante y seguir brindando el apoyo a las personas que lo necesiten. Tal vez el año que entra cambie un poco la situación, pero no vamos a dejar abajo un proyecto que se construyó con tanta voluntad”, dijo.

Comida para todos

El comedor comunitario Contra Viento y Marea es otro de los casos destacables que surgieron luego de la llegada de la caravana. Este proyecto fue conformado por un grupo de jóvenes hondureños, quienes quisieron de alguna forma retribuir también algo de lo mucho que recibieron por parte de la ciudadanía, durante todo su camino hasta llegar a Tijuana.

Cuando el grueso de los migrantes fue trasladado de la Unidad Deportiva hacia el nuevo albergue en El Barretal, en la Zona Este, varios desistieron y se quedaron en la calle durante varios días, hasta que se les instaló en una bodega en la misma Zona Norte. Desistieron porque querían estar cerca de la garita de El Chaparral y saber así qué día les tocaba su cita para la solicitud de asilo.

A esta bodega-albergue, le denominaron Contra Viento y Marea. Una vez que esa estancia se terminó, consiguieron un local en la misma zona y emprendieron este comedor que diariamente le da comida gratis a entre 100 y 150 personas migrantes o en situación de calle.

FOTO: LISBETH CHAVEZ/GLOCAL

La particularidad de este proyecto es que no solamente ofrecen comida en sus instalaciones, sino que una o dos veces por semana salen a diversos puntos a seguir ofreciendo los alimentos, como lo hacen con la clínica Justicia en Salud, que atiende principalmente a migrantes haitianas y centroamericanos.

“La necesidad de comida siempre va a estar presente, por eso la labor del comedor no se acaba, siempre va a haber personas necesitando qué comer. No hay suficientes recursos, pero una comida nunca se le debe negar a nadie”, resaltó Devi Machete, coordinadora de este comedor.

Pupusas al por mayor

El caso de Wendy Estefany Munguía es otro, ella comenzó como voluntaria en la cocina en el albergue Juventud 2000, en donde si bien no percibía un sueldo, tenía ciertos privilegios como el acceso a ropa, calzado, comida, estancia, entre otros. Fue el período de noviembre de 2018 a agosto de 2019 que le entregaron su visa de residencia en México.

Posteriormente salió del lugar y se fue a trabajar a un restaurante salvadoreño ubicado en la calle Primera, en la Zona Centro, donde empezó a hacerse de recursos para tener su propio departamento y comenzar a amueblar su hogar.

Sin embargo, con la pandemia le cambió toda la situación y los dueños del restaurante se vieron en la necesidad de cerrar sus puertas en marzo pasado. Wendy se quedó sin hogar, pero no sin ideas para seguir manteniéndose y así emprendió su propio negocio con la venta de pupusas, comida tradicional de su natal El Salvador, gracias también a que su ex patrón le ayudó en la inversión para equipo e insumos.

Cambió su residencia a un departamento más amplio en la Zona Centro, desde donde ahora cocina para la cartera de clientes que se hizo cuando estuvo en el restaurante. Hace pupusas por pedidos o sale a la calle a ofrecerlas, y es ampliamente reconocida entre la comunidad migrante porque son sus principales clientes, además de los mexicanos, dice, quienes gustan mucho de su sazón.

FOTO: LISBETH CHAVEZ/GLOCAL

Los sueños siempre se cumplen

Pese a las situaciones adversas que tuvieron que sortear y toda la xenofobia de la que fueron víctimas por parte de las autoridades, principalmente locales, todos los migrantes consultados coincidieron en que se han sentido acogidos en la ciudad.

Ellos saben que ese tipo de manifestaciones fueron y han sido propiciadas por un pequeño sector de la sociedad y que son más quienes se han acercado a tenderles la mano para poder salir adelante.

Saben que varios de sus compatriotas padecieron de ese rechazo y que esto fue el motivo que los orilló a desistir de sus objetivos, lo cual lamentan que así haya sido, pero están convencidos también que se enfrentaron a algo que tenían totalmente desconocido al llegar acá y se requirió de mucho valor para afrontarlo.

“Sí, nos costó mucho, pero mira, también, cuando uno menos espera, los deseos o los sueños siempre se cumplen, tarde o temprano, no hay necesidad de apresurarse, sólo es cuestión de tiempo y tener paciencia”, puntualizó Wendy.

A continuación, ilustramos lo que fue la caravana migrante de 2018:

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