A Carlos Martínez Rentería, editor de la mítica revista Generación, lo conocí hace ya más de 10 años. Durante las entrañables contemplaciones de su vida, supuse que Carlos tendría bajo la manga manojos de textos escritos por él mismo. Tantas noches, tantas madrugadas, tantas lluvias y tantos árboles en el camino me suponían igual cantidad de anécdotas y experiencias escritas, por lo tanto, me preguntaba constantemente el por qué no tenía nada publicado.

Años después, me encontré con su libro Barbarie, editado por Moho, en el que las historias que el libro nos muestra poéticamente, se inician, se desprenden, o vienen a representar lo que fotográficamente se muestra, edición tras edición, en las ya míticas Noches de Generación.

Esta “sección de sociales”, incluida en la revista, que no es más que una serie de fotografías, nos cuenta en cada una de ellas una breve historia que simboliza la fragilidad del momento. Por ello en varios de sus poemas, como en algunas fotos, están presentes sus amigos, los que interpretan de manera complementaria la escena y situación contada, lo cual me llamó totalmente la atención.

Carlos Martínez Rentería

Algunos creerían que los poemas que comprenden este libro son estados de concepción bohemia simplemente, pero no es así. Saco a colación este libro porque mucho se ha hablado ahora de la percepción de la vida ante una situación que veíamos insospechada, pero que con la relectura de sus poemas se manifiesta la contemplación de lo que Carlos augura como Los verdaderos bárbaros, los que reniegan ante los dioses y se contraponen a ellos.

Es decir, aquellos bárbaros que se mantienen a flote descubriendo verdades luminosas en la mundana destrucción de sus vidas. Con quienes alcanza el álgido punto de encuentro y desencuentro, donde fluye el pensamiento concreto. Donde el bárbaro dilucida su estancia con el entorno que le permea. Donde el raciocinio puede ir de la mano con el relajo, o viceversa.

Donde se puede vislumbrar el final del vacío y se contrarresta con la creación. Donde se es y no es, a semejanza del otro. Donde la complicidad y la condición humana se empalman cuando se enfrentan ante la ausencia. Donde esa fragilidad del momento, se contrapone ante la debilidad, porque lo frágil no es igual que lo débil. Lo frágil hay que tratarlo con cuidado, porque puede provocar un caos, lo débil aún no adquiere ese rango.

Bien vale la pena de este libro en estos tiempos que fueron marcados por la incertidumbre. En sus poemas, Carlos no se queda ahí y siempre va más allá, porque después de la fiesta viene el after (muchas veces lo mejor), y porque después del paraíso nocturno deviene la madrugada. Lugar donde Carlos se muestra totalmente desnudo y abierto, pero no desnudo como cuando apareció así en alguna edición de Generación, ni abierto tampoco de piernas, sino lo literal, lo que ufana a la condición humana quizá como la concebía José Revueltas.

Por eso “uno intenta llegar antes/ y la verdad de la noche siempre gana la partida, porque el bárbaro espera la madrugada y la asimila como cual madre que acoge a su hijo entre sus brazos. Porque la madrugada es el momento idóneo para resarcir al universo, pero no cualquiera llega a ello. Sólo el bárbaro en su transitar por las calles, las cantinas, las botellas y la vida misma: amor, desamor, hijos, amigos (aunque parezca contradictorio a su autodestrucción) puede alcanzarlo. Cuando todo te despoja y en silencio –quizá– se contraponen las ideas. En ese punto la madrugada despierta la sensación del encuentro con el mismo, uno mismo, y de ahí deviene la desnudez.

No conforme con ello, en este libro el autor le agrega un soundtrack a sus poemas: la cadencia de la lluvia. La lluvia como motivo de reflexión. La lluvia en extremis recreando historias paralelas ante el pensamiento de lo concreto. La lluvia como síntesis del acto sexual: “la lluvia llueve como caudal entre tus piernas”.

La lluvia.

La lluvia como metáfora del acontecer diario. La lluvia como metáfora de los problemas: “le llueve sobre mojado”. La lluvia como alarma ante la desprotección. Porque la lluvia es proeza, la lluvia limpia y arremete las costras que nos va dejando la vida.

Y finalmente no se podía dejar de lado la contra(cultura), porque, sin embargo, algo se mueve… y está ahí presente. Algo circunda la periferia, la trastoca, está al acecho, contemplando las vicisitudes de la cultura. Algo está permeando y, dentro de ello está Martínez Rentería, un autor-editor atrevido, sutilmente romántico, honesto, desnudo, sicotrópicamente alterado.

La relectura de estos poemas de Martínez Rentería es una especie de paliativo dentro del caudal de emociones que nos ha dejado esta pandemia, un recordatorio de que muchos ya se nos fueron, pero los que seguimos vivos podemos seguir contemplando una vida de gozo dentro de la barbarie que nosotros mismos muchas veces nos generamos.

Bonus:

“Cómo medir la madrugada

cómo saber cuándo es tarde o temprano

tiempo de irse o quedarse

de llegar o morir en ese mismo instante”

– Carlos Martínez Rentería.

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