CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- No sé si lo haya en otro lado, pero en México no hay paraíso perdido. No existe una época en el pasado mexicano, en términos de prosperidad y bienestar social, a la que debamos nostalgia y anhelo de retorno. La célebre, certera y dolorosa sentencia de Humboldt de que México es el país de la desigualdad sigue vigente hoy, dos siglos después de haber sido escrita.

FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

Y a ese abismo entre ricos y pobres enraizado en nuestra historia y a la lacerante y tristemente emblemática injusticia mexicana recurren los intelectuales orgánicos del lopezobradorismo para refutar el señalamiento de que el presidente López Obrador polariza a nuestra sociedad: la polarización no proviene de AMLO, argumentan, sino de la realidad.

Sí y no. Tienen razón en el sentido de que hay dos Méxicos y de que no fue AMLO quien los creó, pero la cuestión es otra: ¿qué hacer ante semejante iniquidad? ¿Ocultarla o disfrazarla, agudizar las contradicciones o reconocerla y, sin apelar al odio, crear conciencia en los mexicanos del imperativo de contrarrestarla?

La diatriba nuestra de cada día contra “los conservadores” implica optar por la segunda y no por la tercera vía. El problema es que al presidente parece moverlo una lógica cortoplacista que soslaya el hecho de que cuando el universo se divide tajantemente entre ángeles y demonios no hay conciliación: hay guerra.

Atizar la lucha de clases puede ser el objetivo de algunos dirigentes de la 4T, pero el de AMLO es menos epopéyico: ganar las elecciones. Él sabe que debe movilizar a su voto duro y que sin su discurso radical, polarizador, lo desmovilizaría. Adoptar un tono conciliador le haría perder parte de su base social y con ella el mando de Morena y aliados. En esta coyuntura está más cerca del populismo que del marxismo: si actuara como estadista y gobernara para todos, sin pugnas innecesarias, debilitaría su capacidad de fijar la agenda electoral y mantenerse en el poder.

REUTERS/Edgard Garrido

Por eso, de cara a 2021, AMLO no sólo continuará sino que reforzará su narrativa binaria y beligerante. Impedir que le arrebaten el control en la Cámara de Diputados (y del presupuesto) y ganar dominio territorial con varias gubernaturas son, en ese orden, sus prioridades. Se acerca la gran batalla y cada día sonarán con más fuerza los tambores.

En este contexto se inscribe la alianza opositora. Reitero lo que dije aquí: lejos de desear la coalición de sus contrincantes para imprimir su visión maniquea en el electorado, AMLO la teme, y sus catilinarias pretenden crear anticuerpos al aliancismo, particularmente entre los panistas -cotéjese el lenguaje verbal de AMLO, cuando se dice feliz de que se hayan aliado en su contra, con su lenguaje corporal de molestia y preocupación-.

Yo me pronuncié a favor de una coalición, pero la que sugerí excluía a “partidos de falsa oposición que se mueven sibilinamente en la órbita presidencial”. En otras palabras, por razones morales y porque su dirigencia no es realmente opositora, yo no incluiría al PRI (me refiero al instituto político, no a priistas individualmente respetables). Creo, pues, que a la alianza anunciada le sobra un partido (y le falta otro). Pero en fin, en gustos (y en principios, estrategias y tácticas) se rompen géneros.

REUTERS/Carlos Jasso

AMLO polariza para nutrir su autoritarismo. A los poderosos instrumentos constitucionales y metaconstitucionales que tiene cualquier presidente de México para imponer su voluntad él añade otro: su popularidad.

La suya es una figura de culto con una larga cauda (es, a fin de cuentas, un caudillo) que no forjó ni conserva gratuitamente; cultiva a sus seguidores con el talante de rebeldía que lo llevó a la cúspide del poder. Quienes claman por el fin de la polarización obradorista le piden peras al olmo.

Siempre es difícil encontrar una decisión de AMLO que no tenga cálculos electorales, y más en la víspera de las elecciones en que se juega su gobierno. Ante una polarización irreversible, la oposición no le queda más que encauzarla. Y el primer paso es presentar candidatos éticamente presentables.

-Texto de Agustín Basave para Proceso.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí