En México existieron varias asesinas que se volvieron infames por sus atrocidades. Desde la Dama del Silencio, también conocida como ‘La Mataviejitas’, hasta la tamalera de Portales en CDMX. En Tijuana también corre la leyenda de una mujer que usó su oficio como cocinera de tamales de la peor manera.

Doña Verónica, conocida como “Doña Vero”, operaba un puesto de comida en el cual ofrecía tamales, burritos, avena, champurrado y jugos en la zona de 5 y 10 en Tijuana.

Versionas apuntan a que su puesto se ubicaba afuera de la Clínica 20, otras señalan se ubicaba del otro lado del puente. Lo que no se niega es que su negocio se hallaba muy cerca del bulevar Díaz Ordaz.

Su negocio, que parecía de lo más común, se convirtió en una pesadilla para quienes descubrieron su secreto: los tamales de carne que servía contenían carne humana.

La historia cuenta que “Vero” atendía su puesto todos los días, desde las 5 de la mañana hasta el mediodía. Ofrecía sus tamales a las personas que pasaban por allí. Su comida siempre lucía limpia y apetitosa, lo que la hacía muy popular entre la clientela.

Un día de abril de 1991, un cliente de unos 30 años se encontraba comiendo un tamal de carne en el puesto de Doña Vero cuando encontró un dedo humano dentro del tamal. El hombre comenzó a expresar su indignación con palabras obscenas, lo que provocó la reacción de otros comensales.

Ante la creciente conmoción llamaron a la Policía para investigar lo que estaba sucediendo. Cuando los oficiales llegaron al lugar no pudo proporcionar respuestas coherentes a las preguntas de los clientes indignados, lo que llevó a su detención y posterior interrogatorio en la comandancia de policía.

En un principio, la mujer alegó que había comprado la carne en el mercado y que no sabía cómo terminó un dedo humano en los tamales. Ante la evasión de sus respuestas, las autoridades emitieron una orden de cateo y se dirigieron a su domicilio.

El exterior de la casa parecía normal, pero al ingresar, descubrieron un cuarto que más parecía una bodega en la que se ocultaban horrores inimaginables. Las paredes estaban manchadas de sangre, había cubos llenos de vísceras rociadas con cal, el piso estaba aceitoso y el olor era nauseabundo.

En medio de la pesadilla, los oficiales hallaron un refrigerador que guardaba medio cuerpo humano de un hombre. Este espantoso hallazgo se sumaba a los ingredientes utilizados para los tamales que Doña Vero vendía a sus clientes.

La mujer, originaria de Veracruz, no tuvo más opción que confesar lo que ocurría en ese cuarto de su casa. Según su relato, el medio cuerpo en el refrigerador pertenecía a su esposo, Don Efrén de 65 años, a quien había asesinado días atrás. Para deshacerse del cadáver, lo utilizó como ingrediente en sus tamales de carne.

La “tamalera de Tijuana” admitió que, junto con su difunto esposo, capturaba perros y gatos callejeros para utilizar su carne en los alimentos que vendía frente a la clínica de 5 y 10.

Su esposo se negó a continuar con esta tarea, lo que la llevó a asesinarlo a sangre fría con un cuchillo, apuñalándolo por la espalda.

La mujer fue condenada a prisión, donde pasó sus últimos días. Antes de su encarcelamiento, solicitó que su hijo, un hombre de 37 años con síndrome de Down, fuera trasladado a un albergue para recibir atención.

Se dice que su hijo murió de tristeza años más tarde, marcando así el fin del legado de la “tamalera del terror”, un oscuro episodio que quedó grabado en la consciencia de la ciudad.

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