Animada por el aumento de la demanda de marisco, una empresa española tiene previsto abrir el próximo año la primera piscifactoría comercial de pulpos, pero mientras los científicos descubren más cosas sobre estos enigmáticos animales, algunos advierten que podría ser un desastre ético y medioambiental.
“No te olvides que esto es un hito mundial”, dijo Roberto Romero, director de acuicultura de Nueva Pescanova, la empresa que invertirá 65 millones de euros (74 millones de dólares) en la granja, que está pendiente de recibir la aprobación medioambiental de las autoridades locales.
En el centro de investigación de la empresa en Galicia, en el noroeste de España, varios pulpos se desplazaban silenciosamente en un tanque interior poco profundo.
Dos técnicos con botas de agua introdujeron un ejemplar maduro en un cubo para trasladarlo a un nuevo recinto, junto con otros cinco pulpos.
Basándose en décadas de investigación académica, Nueva Pescanova se ha adelantado a empresas competidoras de México y Japón en el perfeccionamiento de las condiciones necesarias para la cría a escala industrial.
Los incentivos comerciales de la granja, que debería producir 3.000 toneladas al año en 2026 para las cadenas alimentarias nacionales e internacionales y generar cientos de puestos de trabajo en la isla de Gran Canaria, son evidentes.
Entre 2010 y 2019, el valor del comercio mundial de pulpo se disparó a 2.720 millones de dólares desde 1.300 millones de dólares, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, mientras que los desembarcos sólo aumentaron un 9%, hasta las 380.000 toneladas.
Sin embargo, los esfuerzos anteriores por criar pulpos en granjas han tenido que hacer frente a una elevada mortalidad, mientras que los intentos de criar pulpos capturados en la naturaleza se han topado con situaciones de agresividad, canibalismo y automutilación.
David Chavarrias, director del centro, afirma que la optimización de las condiciones del tanque ha permitido eliminar la agresividad y criar cinco generaciones en cautividad.
“No hemos encontrado en ninguno de nuestros cultivos comportamientos referentes a canibalismo en ellos”, dijo.
Pero no todo el mundo está convencido. Desde que el documental de 2020 “My Octopus Teacher” cautivó la imaginación del público con su historia de la amistad de un cineasta con un pulpo, la preocupación por su bienestar ha aumentado.
El año pasado, investigadores de la London School of Economics determinaron, a partir de una revisión de 300 estudios científicos, que los pulpos eran seres sensibles capaces de experimentar angustia y felicidad, y que la explotación con alto grado de bienestar sería imposible.
“Los pulpos son extremadamente inteligentes y extremadamente curiosos. Y es muy conocido que en condiciones de cautividad no son felices”, dijo a Reuters Raúl García, que dirige las operaciones pesqueras de la organización ecologista WWF en España.
Cualquier operación de cría que aspire a una alta calidad de vida aproximándose a su hábitat natural —solitario en el fondo del mar— sería probablemente demasiado costosa para ser rentable, dijo.
PROTECCIÓN
Las leyes de la Unión Europea que regulan el bienestar del ganado no se aplican a los invertebrados y, aunque España está endureciendo su legislación de protección de los animales, los pulpos no están incluidos.
Nueva Pescanova no ha facilitado detalles específicos sobre el tamaño de los tanques, la densidad o la alimentación, alegando el secreto comercial. Ha afirmado que los animales son supervisados constantemente para garantizar su bienestar.
Chavarrias dijo que se necesita más investigación para determinar si los pulpos son realmente inteligentes.
“Nos gusta decir que más que un animal inteligente es un animal resolutivo”, dijo. “Quiero decir que tiene cierta capacidad de resolución ante anticipaciones de supervivicencia”.
A pesar de la creciente preocupación por los derechos de los animales, la demanda está en aumento, encabezada por Italia, Corea, Japón y España, el mayor importador del mundo. Los caladeros naturales se resienten.
“Si queremos seguir consumiendo pulpo hay que buscar vía alternativa a las pesquerías porque las pesquerías ya tienen su límite, no dan más”, afirma Eduardo Almansa, científico del Instituto Español de Oceanografía, que ha desarrollado la tecnología utilizada por Nueva Pescanova. “De momento la acuicultura es la única opción que se presenta”.
La mitad de los productos del mar que consume el ser humano proceden de piscifactorías. La industria se ha presentado tradicionalmente como un medio para satisfacer la demanda de los consumidores y aliviar la presión sobre los caladeros, pero los ecologistas dicen que eso oculta su verdadero coste medioambiental.
Alrededor de un tercio de las capturas mundiales de pescado se utiliza para alimentar a otros animales y la creciente demanda de harina de pescado para la acuicultura está exacerbando la presión sobre unas poblaciones ya agotadas, según WWF.
Chavarrias, de Nueva Pescanova, reconoció la preocupación por la sostenibilidad y señaló que la empresa está investigando el uso de residuos de pescado y algas como alimento alternativo, pero dijo que es demasiado pronto para hablar de resultados.
Algunos activistas afirman que la solución es mucho más sencilla: no comer pulpo.
“Ahora hay muchas alternativas veganas maravillosas”, dijo Carys Bennett, del grupo de derechos de los animales PETA. “Instamos a todo el mundo a protestar contra esta granja”.
El proyecto está pendiente de la aprobación del departamento de medio ambiente de las Islas Canarias.
Cuando se le preguntó si el departamento consideraría la oposición de los grupos de derechos, un portavoz dijo que “se tendrán en cuenta todos los parámetros que se necesitan para una evaluación de este tipo”.
Los pescadores tradicionales de pulpo también desconfían de la empresa, ya que les preocupa que pueda hacer bajar los precios y socavar su reputación por la calidad del producto.
Pedro Luis Cervino Fernández, de 49 años, sale del puerto gallego de Murgados a las 5 de la mañana en busca de pulpo. Teme no poder competir con la agricultura industrial.
“Las grandes empresas sólo quieren cuidar sus cuentas (…) No les importan las pequeñas empresas como nosotros”, dijo a Reuters en su pequeño barco frente a la costa gallega.
En La Casa Gallega, un restaurante madrileño especializado en pulpo a la gallega —con patatas cocidas y una buena mano de pimentón—, el personal no se mostró impresionado por la perspectiva de los productos de granja.
“Yo no creo que llega a poder competir con el pulpo gallego”, dice el camarero Claudio Gándara. “Pasará lo que pasa con otros pescados de criadero, que la calidad no es la misma, ni el sabor”.
Con información de Reuters.