Gurl
“Gurl, it’s devastating”, comenta Mizz Karma después de saludar tras su llegada. Son más de las 11:00 de la noche y el show no empieza. Apenas un tercio de las mesas están ocupadas en La Oficina Bar, ubicado en la Zona Centro de Tijuana. Los meseros revolotean entre las mesas, cazando pedidos.
“Güey, estamos aquí cada fin de semana, ¿para que esté así? Sí desanima”, expresa la bioqueen (mujer cisgénero que hace drag).
La falta de público no detiene a las reinas. Luego de la pasarela de presentación cada queen tiene la oportunidad de mostrar su talento. Desde Natalie Cole hasta Kali Uchis, el repertorio musical es tan variado como los estilos de drag: tangas dripping in jewels, vestuarios burlesque, looks de materiales reciclados, dragkings.
Las sombras de los maquillajes resplandecen con fulgor eléctrico por las luces neón. Splits, high kicks, deathdrops y todos los trucos. No solo reciben propinas de los fans, también entre sus hermanas drag se ofrecen un billete que reciben sin dejar de hacer lipsync.
La parte de mayor gozo es donde los espectadores dejan de ser público para volverse el número estelar. La drag Esmeralda invita a cualquiera que quiera ganarse una cubeta, cortesía del bar, a subir al escenario.
“¿Voy?”, pregunta Raúl, mi pareja, una persona no binaria. “Si tú quieres, ve”. Quien haga el lipsync que más guste al público, se lleva el premio.
Con Toxic de Britney Spears como banda sonora, la cubeta pasa a convertirse en el título de ‘The next drag superstar’, y la tarima de La Oficina Bar en el escenario donde se disputa la final de alguna temporada de Rupaul’s Dragrace.
Los cuerpos (diversos o normativos) dejan de ser cárceles de apariencias y a través del perreo y el voguing, se vuelven hogueras. Raúl es quien más destaca por su habilidad insospechada para dejar el corazón en la pista. En la ronda de porras para decidir quién se lleva la cubeta, los gritos de “ella ya ganó, ella ya ganó”, aseguran su triunfo.
Resguardarse dentro de esta luminosa burbuja de diversión hace que se olvide la poca concurrencia; o que en otro bar el mismo gesto amanerado no recibe botellas y aplausos, sino cristales rotos y patadas. Las reinas prosiguen con el show.
La Mala Vida y Ágata
La Mala Vida fue de las pocas que se bajó de la tarima para llevar la fiesta entre las mesas. Con un body rococó y una peluca negra, hizo lipsync de Juice de Lizzo.
Vistiendo una gorra invertida vimos después a Zaid Vidaca, quien le da vida a La Mala. Relata que empezó siendo Magdalena por su mamá, quien en 2019 tuvo cáncer.
“Escuchas cáncer y lo primero que piensas es, ‘ya fue, se acabó todo’, y lo opuesto a eso es la vida. Entonces fue Magdalena Vida”.
Zaid suele estar separado de la gente y ahí encuentra un vínculo con su madre. Creció escuchando la frase “soy la mala del cuento” de su madre a sus abuelos, quienes no la comprendían.
“Notaba que me pasaba a mí también cuando empezaba a hacer drag porque era diferente”.
Tras tomarse un break para enfocarse en sí mismo, distanciarse del ambiente hostil al que se enfrentaba, y especialmente tras la pandemia, pudo notar que las dragas empezaron a dejar sus diferencias y a construir una comunidad.
“Se hablaba de una comunidrag y no se sentía como una, pero ahora sí”, afirma al recordar el apoyo de Ágata, quien participa en ‘Toma Mi Dinerita 2’ con los youtubers Pepe y Teo.
Ella me dijo: “No agradezcas, te apoyo si ocupas algo en la comunidad”. Con estas muestras de apoyo, es posible decir que ya se estruja la hermandad.
Con botas Go-Go de cuero negro y peluca roja, Ágata arranca aullidos de alegría del público en La Oficina Bar. Al ritmo de Feeling Good por Sofi Tukker, la miembro del colectivo Drag Bratz incendia el escenario.
Alex Carvajal, Ágata, porta un cuarzo en el cuello y piedras dispersas en varios anillos. El suyo es un corte de pelo limpio, rapado a los lados y un mullet en la nuca.
Una de las primeras dudas que resuelve es su nombre Drag: “Por la ‘Haus of gems’ me puse a buscar nombres de piedras. En cuanto vi la palabra Ágata supe que era yo”.
Las casas drag surgieron en los 70’s en Estados Unidos. Son relaciones de familias queer comandados por una ‘madre drag’ que instruye a sus hijas para mejorar su arte. La madre de Ágata es Esmeralda.
Pero en el colectivo al que pertenece no hay jerarquías de acuerdo con Alex Carvajal: “Entre nosotras surgió la idea de hacer un colectivo porque cada que nos veían era de ‘ay, las bonitas’, o ‘vienen matching con los looks y los outfits'”.
Antes de la pandemia, mes a mes realizaban un evento con una temática determinada. Hicieron de cada evento un lugar seguro “para todes nosotres, para la comunidad”, asegura Alex. “Entonces la gente, de tanto ir a nuestros shows, nos recomienda, ‘con las Bratz me la paso súper bien'”.
Alanina y las Bratz
Una mirada heteronormada trazaría las onduladas líneas de la cintura de Alanina, pero daría un paso en falso al subir al busto y encontrarse con los pectorales de un hombre bajo la tela transparente y los arneses.
Tanto sus uñas stiletto, como peluca y maquillaje son de color púrpura. Alanina es una drag que pasó de asistir a los shows por su amistad con las chicas del colectivo, a formar parte de él.
Oronda desde las alturas del barandal, una reproducción de la Venus de Botticelli corona la Estética Virgo, ubicada en Playas de Tijuana, y propiedad de la mamá de Axcel Reyes, Alanina.
En el local lo que atrae la atención es la máquina de coser de Axcel. Durante la pandemia entró a clases de costura y ha vestido a todas las Bratz.
Axcel estudia Ingeniería ambiental. Tanto su arte como sus estudios y la habilidad arácnida de la costura, van sobre la fusión.
“Me gusta incorporar cosas recicladas. Este vestuario es un blazer que compré en el sobres por 50 pesos y lo hice falda y top”. En sus estudios conoció la palabra ‘alanina’ que es un aminoácido.
El colectivo fue un gran impulso para lanzarse al drag: “Si no fuera por ellas tal vez no lo estaría haciendo”, opina Axcel.
La Comunidrag en Tijuana
Pese a que actualmente se respira un ambiente más tranquilo, no siempre fue así. “Fue como nadar con tiburones. O comes o te comen” describe La Mala Vida. Las envidias siempre están presentes, expresa Ágata, “es algo que me gusta evitar”.
La Mala Vida considera que hay bastantes drags que no saben cómo salir de su personaje: “Sales de drag, todas salen de drag, y aún se siguen atacando como si estuviéramos en el antro”.
Con la llegada de la pandemia las cortinas de metal de los antros tuvieron que permanecer selladas, dejando afuera a las impulsoras de la vida nocturna.
Pero gracias a la naturaleza instagrameable del drag, muchas mudaron los shows del antro al iPhone con los eventos digitales, donde el público puede disfrutar de sus dragas favoritas desde la comodidad de un sillón. Para apoyarlas, depositan propinas a sus cuentas de banco y PayPal.
Entonces, como estrategia de supervivencia comenzaron a buscarse la una a la otra, explica La Mala Vida.
“Fue ponerse de acuerdo. A pesar de que no hablamos tanto, o que hayamos tenido un roce, tanto te invito a ti, como tú a mí, para apoyarnos entre todas. Porque el mundo nos está jodiendo mucho para que nos estemos jodiendo nosotras mismas”.
Para Ágata, por otra parte, la pandemia resultó un trampolín más que un abismo en cuestión del drag: “Fluí más cuando empecé́ a hacer shows digitales”.
Aun con la reapertura de los bares y la flexibilidad de las medidas sanitarias, la situación con el sueldo drag parece no haber prosperado mucho.
De acuerdo con La Mala Vida, la cultura de dar propinas en los shows está más presente del otro lado de la frontera.
“En Estados Unidos puedo parpadear y respirar y la gente me va a dar propinas. En cambio acá la gente es más escrupulosa, ‘ay, a ver qué hizo, ay, mira, se le ve esto mal'”.
Alanina coincide al mencionar que, aunque es afortunada porque sí recibe dinero del público, “no alcanza ni siquiera para pagar lo que llevo puesto”.
En algunos casos la retribución económica comienza a llegar tiempo después, como es el caso de Alex que inició en el drag en 2018: “Apenas llevo un año que empiezo a recibir más ganancia de la inversión que le doy a Ágata”.
No solo Alanina, La Mala Vida y Ágata libraron diversos obstáculos; como personas LGBT+ le han hecho frente a otro reto: la violencia machista.
“Es hasta que salgo de mi círculo que me doy cuenta de que no todos estamos educados”, opina Axcel.
Uno de los objetivos del colectivo es mejorar el ambiente de los clubes de Tijuana: “Hay demasiados bares homofóbicos, cada uno sabe cuáles son. Pero siguen asistiendo, le siguen dando su dinero a estos bares como si no hubiera otros que son seguros”.
Alex da cuenta de que, como hombre homosexual, la misoginia también puede emanar desde el interior: “Había ciertos pensamientos misóginos y machistas dentro de mí que no pude notar hasta que empecé a hacer drag, y me di cuenta que pude eliminarlos”.
Uno de los chicos va más allá y no tiene miedo a nombrar su traumática experiencia: “En la prepa fui violado. Cuando esto pasa me ponen un vestido. Fue como una manera de humillarme, quitarme lo masculino y decir ‘eres una mujer, no eres nada'”.
Relata que tal shock lo hizo caer en un ciclo de dolor, del que salió arrebatando esa feminidad vejada: “Quise reapropiarlo, retomarlo, y empecé a usar tacones, faldas, e intentar sentirme poderoso con ropa femenina”.
El drag muestra que sí hay glitter al final del túnel. Su poder transformador va más allá de moldear otros géneros, también lo hace con la empatía como sostiene Ágata: “El drag me hace una mejor persona, más consciente, más tolerante”.
Y pese a las dificultades, es una expresión artística que está en constante expansión: “Cada vez hay más dragas, lo que quiere decir que cada día hay más personas con la confianza de expresarse”, apunta Alanina.
La performer reconoce, sin embargo, que aún hay trabajo pendiente. Espera que la escena drag a futuro sea mejor remunerada, y que crezca en espacios y público, esto considerando que “los shows de las Brtaz, que son semanales, no se llenan porque son semanales”.
En cuanto a las aspiraciones de La Mala Vida, nos revela: “Me gustaría tener una plataforma para apoyar a los demás”. Sus palabras remiten a la canción de Lizzo que usó para su show: If I’m shining, everybody gonna shine.
Trabajo Fotográfico: Lisbeth Chávez Jiménez, Editora de fotografía de Glocal Media.