Desde que el huracán Otis mató a su hijo, un pescador en el puerto de Acapulco, Manuela García, de 69 años, teme no poder hacer frente a los desafíos económicos al perder al sostén de su hogar.
La mujer, que tiene además un hijo discapacitado que no puede trabajar, y otro que vive en otra parte de México, es una de las miles de personas de Acapulco cuyas vidas fueron destrozadas por Otis hace dos semanas, el huracán más poderoso que jamás haya azotado la costa del Pacífico del país.
“Él era el que me mantenía y quien estaba pendiente de mi salud”, dijo García luchando por contener las lágrimas, mientras llevaba el cuerpo de su hijo Hugo Sosa García, de 47 años, para enterrarlo después de que se ahogó durante la tormenta.
Ella, Hugo, su hijo discapacitado y dos perros compartían una casa que, según ella, quedó completamente destruida por Otis.
“¿Cómo la voy a reparar y qué voy a hacer?, se preguntó.
Otis, un huracán de categoría 5, que causó estragos en la ciudad de casi 900,000 habitantes, mató a decenas de personas y dejó a miles más sin techo. Decenas más siguen desaparecidas.
Algunos líderes empresariales temen que la ciudad no se recupere por varios años.
El lunes, decenas de personas marcharon por el centro de Ciudad de México para protestar por lo que consideraron como una falta de apoyo del Gobierno después de que saqueos generalizados, cortes de energía y destrucción de cajeros automáticos dejaran a Acapulco sin suministros de alimentos y agua.
El presidente Andrés Manuel López Obrador lanzó un plan de recuperación de 3,400 millones de dólares y se comprometió a que Acapulco se recupere rápidamente. Algunos supermercados importantes han comenzado a reabrir.
El Ejército ha prometido aumentar masivamente su presencia allí, casi triplicando el despliegue de la Guardia Nacional en Guerrero, donde está el icónico Acapulco.
García aún no puede asimilar la partida de su hijo.
“Voy a estar con mi hijo esperándolo que llegue. Siempre llevaba comida. ‘Mamá: qué quieres comer hoy'”.
De Reuters.