La comunidad menonita de Chihuahua puede rastrear sus raíces hasta hace un siglo, cuando los primeros colonos llegaron en busca de tierras idóneas para la agricultura, aislamiento del mundo exterior y la preservación de su religión.
Aquí, su forma de vida es simple, prácticamente sin uso de electricidad o internet. La comunidad se sustenta a sí misma gracias a la siembra de maíz, chiles, algodón y cebollas.
Pero la vida puede ser difícil para los miembros de la comunidad a medida que la tecnología moderna se acerca sigilosamente a su puerta. No es tan fácil mantenerse aislados como lo hicieron en los últimos 100 años.
Desde las bajas reservas de agua debido a la sequía azuzada por el cambio climático hasta por el aumento en el costo del diésel para las bombas agrícolas, la comunidad tiene un conjunto de desafíos a medida que busca prosperar y crecer.
Por un siglo, México ha sido hogar de agricultores menonitas que emigraron desde Canadá, donde aún viven muchos de ellos.
Descendientes de radicales anabaptistas protestantes del siglo XVI de Alemania, Países Bajos y Suiza, los menonitas rechazaron el servicio militar y el concepto de jerarquía eclesiástica, sufrieron años de persecución y se hicieron dependientes del patrocinio de gobernantes deseosos de explotar su creencia de que la agricultura y la fe están entrelazadas.
La comunidad El Sabinal fue fundada hace casi 30 años en el terreno seco y desértico de Chihuahua, en el norte de México. Hoy en día, los agricultores menonitas la han transformado en tierras de cultivo fructíferas, a menudo utilizando maquinaria agrícola antigua. Viven en casas de ladrillo sencillas que construyen ellos mismos.
A medida que los menonitas expandieron sus tierras de cultivo en Chihuahua, donde tienen varias comunidades, la demanda de agua aumentó. A lo largo de los años, se han enfrentado a denuncias de excavación de pozos ilegales por parte de agricultores locales que se quejan de que el Gobierno les da un trato preferencial.
“Sale muy caro bombear con diésel aquí (…) Agua todavía hay, pero se tienen que bajar más los pozos”, dijo Guillermo Andrés, un menonita que llegó a El Sabinal siendo adolescente. Su devota familia evita el uso de electricidad y bombea agua de un pozo con diésel, una práctica cada vez más costosa.
“ASÍ ME GUSTA VIVIR”
El idioma nativo de los menonitas es el plautdietsch, una combinación única de bajo alemán, dialectos prusianos y holandés. Muchos menonitas, especialmente los hombres que interactúan con los trabajadores locales, también hablan español.
Desde escuelas hasta tiendas generales, casi todo lo que los menonitas necesitan lo han construido ellos mismos dentro de los límites de sus propias comunidades.
Los menonitas generalmente terminan la escuela a los 12 años. Los niños y niñas se sientan por separado en las aulas, tal como lo hacen los hombres y las mujeres en las bancas de la iglesia los domingos.
No es raro ver a un niño menor de 10 años manejando un tractor o conduciendo un carruaje tirado por caballos en los caminos blancos y polvorientos dentro de la comunidad.
Estas personas de cabello rubio y ojos azules se casan jóvenes y se enfocan en expandir su familias. Muchos agricultores dijeron a Reuters que tenían más de 10 hijos.
De esta manera practican su religión a través de su vida cotidiana. Los hombres cuidan los extensos campos mientras que las mujeres mantienen los jardines de casa y cuidan a los niños.
La interacción de los menonitas con el mundo exterior se limita principalmente a sus relaciones con la gente local que trabaja para ellos o a los viajes a la ciudad para comprar bienes.
“Las tradiciones son vivir tranquilo en una colonia sin trocas, sin llantas de hule, sin luz. Nuestras tradiciones vienen desde Rusia, de Rusia a Canadá y de Canadá a México”, explicó Andrés, rodeado por su extensa familia.
“No conozco sobre eso (la tecnología), así nací y así anduve toda mi vida, así me gusta seguir”, añadió.
Con información de Reuters.