EL CAIRO, 24 sep (Reuters) – En solo dos meses, el floreciente movimiento #MeToo de Egipto ha puesto al descubierto agresiones sexuales, impulsado una reforma legal y alentado a cientos de víctimas de abusos, incluidas celebridades, para que se pronuncien, lo que provocó un debate sobre desigualdad de género muy esperado.
Ahora, los activistas de derechos en el país conservador dicen que mantener el impulso de la campaña en las redes sociales depende de llevar el mensaje a las mujeres más pobres, especialmente en las áreas rurales, y de cambiar actitudes en el sistema judicial.
“Espero que este impulso no se mantenga en los segmentos de clase media y alta de la sociedad, sino que también descienda a las clases sociales más bajas”, dijo Entessar El-Saeed, directora del Centro para el Desarrollo y el Derecho de El Cairo, una organización no gubernamental (ONG).
“Hay muchas mujeres que no están educadas y están expuestas al acoso sexual, pero no lo denuncian ya sea porque temen el estigma social o porque desconocen los procedimientos legales”, dijo El-Saeed a la Fundación Thomson Reuters.
Señaló que muchas mujeres con menos educación, especialmente fuera de las ciudades, no usan las redes sociales ni tienen acceso a internet.
Sólo el 54% de la población de Egipto tiene conexión a internet, según un reporte de 2020 de la agencia creativa basada en Reino Unido We Are Social. En áreas rurales, ese número cae al 19,1%, de acuerdo a un informe de 2019 del organismo estatal de estadísticas CAPMAS.
Randa Fakhr El-Deen, directora ejecutiva del Sindicato sobre Prácticas Perjudiciales contra las Mujeres y los Chinos, una ONG, dijo que en las áreas más pobres muchas mujeres no tenían celulares y apenas conocían las tendencias en redes sociales.
“Además, la violencia contra las mujeres está en niveles mucho más altos en esas zonas”, dijo. “Esas mujeres realmente se quedan atrás. Por eso el estado junto con las ONG tienen que concentrar sus esfuerzos en ellas”, agregó.
Y sugirió llevar el #MeToo de internet a la organización de talleres donde las mujeres puedan compartir sus historias y donde haya capacitaciones a líderes rurales para ayudar a generar conciencia sobre sus derechos y cómo abordar la violencia de género.
La reflexión actual sobre la violencia sexual comenzó en julio cuando un estudiante de 22 años lanzó una página de Instagram al estilo #MeToo llamada Assault Police para exponer a un estudiante universitario que ahora está acusado de violar y chantajear a varias mujeres.
Semanas después, sacó a la luz un caso de violación en grupo, que ahora involucra a hasta nueve sospechosos de familias poderosas y ricas.
En respuesta al creciente debate público, el Parlamento aprobó en agosto una ley que otorga a las mujeres el derecho automático al anonimato, en un intento por alentar a más personas a denunciar las agresiones sexuales.
En un país donde las mujeres se han sentido desvaforecidas durante mucho tiempo, los activistas de derechos quieren aprovechar el movimiento como una oportunidad para cambiar actitudes patriarcales profundamente arraigadas.
Un sondeo de 2017 de la Fundación Thomson Reuters halló que El Cairo es la megaciudad más peligrosa para las mujeres y el 99% de las mujeres en Egipto entrevistadas por Naciones Unidas en 2013 dijeron que habían sufrido acoso sexual.