Hoy se conmemoran 4 años del temblor en CDMX que sucedió en 2017.

También hoy 19 de septiembre se cumplen 36 años del sismo de 1985 que devastó la capital mexicana. El temblor más famoso de todos.

Pero apenas el 7 de septiembre pasado, hace 12 días, se registró otro movimiento de 7.1 grados en la zona metropolitana de la CDMX, su valle y varios estados al sur.

El mismo 7 de septiembre pero de 2017, ocurrió un temblor de 8.2 que sacudió el Suroeste de México, y que se originó en el Istmo de Tehuantepec.

La coincidencia y los memes en redes sociales han trascendido a los investigadores. En la cabeza de muchos mexicanos existe la idea de que Septiembre debería llamarse ‘Setiemble”; y de risa o no, la creencia popular se empieza a convertir en ciencia.

Desde el temblor de la semana antepasada, los días 7 y 19 de septiembre se marcaron doble hit sismológico en el calendario azteca. Junto al de Mexicali de 7.2 grados que sucedió el 4 de abril de 2010, los cuatro sismos de septiembre han sido los más grandes en la historia de México durante los últimos 60 años.

Debido a las altas coincidencias de septiembre, el investigador del Sismológico Nacional y del Instituto de Geofísica de la UNAM, Víctor Cruz Atienza, reveló que hay científicos en México que analizan si los temblores tienen relación con el mes patrio.

“Es perfectamente válido preguntárselo, evidentemente es normal, y de hecho hay gente muy seria que estudia precisamente eso: ¿Hasta dónde hay una correlación lo suficientemente robusta entre la sismicidad y los meses del año?”, explicó a Noticieros Televisa hace 12 días, durante la cobertura por el temblor del 7 de septiembre pasado.

Según el científico geofísico, los sismos en la costa Sur de México se han replicado en magnitudes importantes cada 3 años en promedio. Oaxaca, Guerrero y Chiapas, son casi siempre el epicentro. El 80% de los temblores en México, se originan en estos tres estados.

Para comprobar si el mes tiene algo qué ver, primero se busca la relación estadística, pero luego habría que explicar la relación física del mundo con los terremotos y con los meses, temporadas o estaciones del año.

Curiosamente, el mes patrio ha sido testigo de la mayor cantidad de sismos fuertes en México y de muchos otros imperceptibles, aunque los más grandes han azotado a CDMX y los estados colindantes.

Lo relevante es que los sismos de septiembre en nuestro país han ayudado a mejorar el sistema de gobierno y a ser más cercanos como sociedad en materia de protección civil.

Estas mejoras sociales a las que nos referimos, han sido por la lucha del pueblo contra el propio gobierno y su burocracia.

Por ejemplo, hasta el 22 de junio de 2018, la agrupación de vecinos afectados por el temblor de 2017, levantó el campamento que habían instalado en Calzada de Tlalpan, en la CDMX.

Gracias a vivir en la calle todos juntos en casas de campaña durante 9 meses y 5 días, lograron que el gobierno volviera a construir los edificios habitacionales que se derrumbaron, y que la mayoría de los vecinos ya habían terminado de pagar al Infonavit desde hace añales. Y es que durante el sismo de 2017 se cayeron 57 edificios en la capital.

Otro ejemplo de avance tras el temblor de 2017 fue la creación de la aplicación “Sismos y Volcanes CDMX”, que brinda información en tiempo real sobre ambos fenómenos. El desarrollo estuvo a cargo de la doctora en geofísica, Ana María Soler, y su equipo de investigadores.

La más grande enseñanza, tal vez, de los movimientos telúricos en México la obtuvimos en 1985, cuando sucedió el terremoto de 8.1 grados que dejó entre de 30 y 40 mil muertes, según cuentas posteriores.

Para subsanar la urgencia, en 1985 se utilizó el estadio de béisbol del Seguro Social en la entonces Ciudad de México, como un anfiteatro para los cadáveres. Al mismo estadio se levaron toneladas de hielo y muchos litros de formol para evitar la descomposición de los cuerpos, y se instaló una fábrica improvisada de ataúdes de madera.

Muchos cuerpos fueron llevados a la fosa común y cinco días después del terremoto, se inició el programa oficial para contabilizar a las víctimas. 30 mil estructuras cayeron hechas polvo aquella mañana de 1985, y 68 mil más presentaron daños parciales.

Hubieron 33 mil damnificados y hasta 2015 -30 años después-, se cerraron por completo los últimos 4 campamentos de afectados por el sismo de 1985.

Estos problemas y muchos más innumerables, hicieron que la ciudadanía constatara que en México no había cultura de la protección civil. Vamos, ni siquiera era una dependencia común en los gobiernos. La mayoría de los edificios que colapsaron tenían deficiencias en requisitos básicos estructurales.

La ordenanza de organizar a estados y municipios en materia de protección civil e infraestructura, ha sido la apuesta más rescatable del Estado Mexicano en muchas décadas, y fue el resultado del desastre de gobierno que en 1985 teníamos.

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