En la Ucrania oriental separatista, Viktor, un jubilado, se va a dormir con temor a los bombardeos. En la ciudad de Kharkiv, Viktoria Makarova, gerente de una empresa de construcción, está aprendiendo a disparar un rifle por si ocurre una invasión.
Lejos de las rondas diplomáticas destinadas a aliviar las crecientes tensiones entre oriente y occidente por el aumento de las tropas rusas, los ucranianos intentan seguir con su vida cotidiana. Sin embargo, también se preparan para lo peor.
En los suburbios de Donetsk, centro de una de las dos regiones del este de Ucrania donde los rebeldes libran un conflicto armado con el ejército ucraniano, Viktor describe una sombría existencia después de su jubilación.
Vive a pocos kilómetros de la línea del frente con una pensión de la separatista República Popular de Donetsk. También recibe una pensión ucraniana que, en la práctica, es difícil de recoger, y dedica su tiempo a pintar retratos al óleo de sus familiares en Rusia que realiza a partir de fotografías.
“Uno de tus oídos está en la almohada, el otro está atento a cualquier bombardeo que comience, por si tienes que correr al sótano. En resumen, todos necesitamos la paz”, dijo Viktor, quien no quiso dar su apellido.
Unas 15.000 personas han muerto desde 2014 en los combates entre los separatistas apoyados por Rusia y el ejército ucraniano, según el Gobierno de Kiev. Las relaciones han sido tensas desde que Moscú se anexionó la península de Crimea ese año.
Actualmente, una concentración rusa de más de 100.000 soldados cerca de Ucrania ha desatado el temor en occidente y en Ucrania de que Moscú pueda estar planeando una invasión, algo que Rusia niega.
En Kharkiv, una importante ciudad ucraniana situada a unos 40 kilómetros de la frontera rusa, Makarova, de 44 años, es una de las numerosas mujeres que se apuntan a cursos de autodefensa para prepararse.
“No vamos a huir y abandonar nuestra querida ciudad (…) esto significa que tenemos que aprender a defenderla”, dijo la mujer a Reuters. El fin de semana sale a hacer prácticas de tiro con un rifle en un campo nevado. La demanda de estos cursos entre civiles se ha disparado.
De vuelta en la República Popular de Donetsk, Svetlana, que vive en un pueblo junto a la línea del frente, dijo que estaba resignada a lo que le esperaba.
“Pasará lo que tenga que pasar. Nos quedaremos en casa o en el trabajo cuando empiece. Quizás sobrevivamos, quizás no (…) Por supuesto que tenemos miedo, claro. Sin embargo, ¿a dónde podemos ir? ¿Quién nos necesita?”, aseveró.
Con información de Reuters.