TOKIO, 18 sep (Reuters) – El nuevo primer ministro de Japón, Yoshihide Suga, llevará a cabo reformas estructurales económicas mediante una serie de medidas de signo dispar dirigidas a sectores específicos, en lugar de una gran estrategia para remodelar la sociedad e impulsar el crecimiento a largo plazo.
Equipado con un fuerte control de la burocracia japonesa, Yoshihide Suga sabe qué palancas mover para obtener resultados, según dicen miembros del Gobierno que lo conocen o han trabajado con él.
Pero la necesidad inicial de consolidar el apoyo popular significa que, en un primer momento, deberá buscar victorias políticas rápidas que más tarde le otorgarán la confianza de la ciudadanía necesaria para llevar a cabo reformas más duras, indicaron.
“Se trata de una persona que quiere lograr pequeñas metas una por una”, apuntó el analista político Atsuo Ito, exmiembro del partido gobernante. “Inicialmente se centrará en objetivos pragmáticos que afecten directamente al día a día de la población”.
Suga ha dicho que continuará la estrategia de su predecesor Shinzo Abe, “Abenomics”, a favor del crecimiento. El plan tiene como objetivo sacar a Japón de la deflación mediante grandes medidas de estímulo monetario y fiscales junto a reformas estructurales.
Pero, a diferencia de Abe, los planes de Suga para las reformas estructurales se centrarán más en estimular la competencia que el cambio social.
Para Suga, la reforma económica será una prioridad política en sí misma, mientras que para su antecesor dicha reforma quedaba enmarcada en un programa más amplio que incluía el complicado reto de revisar la constitución pacifista de Japón.
Suga debe actuar con rapidez ya que su mandato durará sólo un año, a menos que convoque unas elecciones rápidas con las que obtener —en caso de victoria— una legislatura completa de tres años.
Eso implica que busque logros “rápidos” en una primera etapa que sirvan para llevar dinero a los hogares. Para ello estudia reducir los precios de telefonía móvil en un 40%, elevar el salario mínimo y aumentar los gastos destinados a amortiguar el impacto de la pandemia.
Otro de los objetivos a corto plazo será eliminar algunos escudos de la industria, aunque esto incomode a algunas partes del empresariado japonés.
“Introducir la competencia entre las compañías de telefonía móvil podría ser una política muy simbólica porque a Suga le encanta la competencia”, dijo Takenaka, que mantiene un estrecho contacto con el primer ministro.
Si tiene éxito, podría llevar a cabo reformas más ambiciosas, como la liberalización del sector médico, que está muy protegido, la concentración de los bancos regionales para reducir su número y la ruptura de las trabas que obstaculizan la competencia entre pequeñas y medianas empresas.
SABE LUCHAR
Después de haber trabajado como principal portavoz de Abe, Suga ya conoce los entresijos de la enorme burocracia japonesa.
Suga relajó los requisitos de visados para impulsar el turismo de entrada, venciendo la oposición del Ministerio de Justicia. También amplió un programa que da exenciones fiscales para las donaciones a las áreas regionales de Japón.
“Puede que Suga no sea carismático, pero hace las cosas”, dijo Taimei Yamaguchi, un parlamentario del partido gobernante cercano a Suga. “Uno de los mejores consejos que recibí de él fue aprovechar al máximo la experiencia de los burócratas”.
Algunos miembros del Gobierno dicen que el interés de Suga en la desregulación hace que sus políticas se acerquen más a las de Junichiro Koizumi, que logró una mayor concentración de los grandes bancos y desreguló el mercado laboral a principios de la década de 2000.
El lema de Suga, que insta a la población a “cuidarse de uno mismo antes de buscar la ayuda del Gobierno”, refleja sus antecedentes de político hecho a sí mismo, según dicen quienes le conocen.
“Las reformas de Suga se parecen más a las de Koizumi”, indicó una de las personas que trabajó con él. “Probablemente siente que es inevitable que algunas pequeñas compañías ‘zombi’ se hundan”, dijo otra, en referencia a empresas que no han quebrado pero se enfrentan a serios desafíos para ser viables.
Las reformas estructurales que intentó implementar Abe —con las que pretendía reanimar la economía a través de restricciones más flexibles en torno a la inmigración, la mano de obra y las corporaciones— siguen siendo, debido a la fuerte oposición política, asuntos pendientes.
El desafío para Suga será impulsar sus propias reformas justo cuando Japón lucha por salir de su peor caída desde la posguerra.
El gobernador del Banco del Japón, Haruhiko Kuroda, que apoyó a Abenomics con un gigantesco programa de estímulos monetarios, tiene esperanzas.
“Es difícil, pero ahora hay una opinión ampliamente aceptada en Japón de que la desregulación y las reformas estructurales son necesarias”, dijo el jueves.
“Personalmente, veo como una buena oportunidad que la desregulación tenga éxito”.