No hubo toga ni birrete. Tampoco un apretón de manos con los directivos y maestros ¿La toma de protesta? En el cuarto frente a la pantalla de la computadora. ¿El certificado? Un PDF. ¿Fiesta? Ni hablar.

Buena parte de los alumnos de nivel licenciatura nunca imaginaron aquel 17 de marzo del 2020 que finalizarían su carrera desde la cama cuando la UABC adelantó el Plan de Continuidad Académica. Lo que empezó como una cuarentena por el Covid-19 desembocó en un acto académico en la sala de la casa.

Las universidades del estado regresaron hoy a la modalidad 100% presencial, por lo que GLOCAL MEDIA entrevistó, no a los que van a regresar, sino a los que ya no pudieron.

Foto: Lisbeth Chávez / Glocal Media.

El meme de Cardi B gritando “coronaviiruuus” y otros chistes en redes funcionaron como salvavidas ante la llegada del tsunami. De la noche a la mañana escuelas enteras se mudaron a las computadoras y celulares. Los que tenían ese privilegio, se resguardaron en sus hogares. “Nunca pude acostumbrarme a ese proceso”, describe Adriana López, egresada de Lengua y Literatura de Hispanoamérica en UABC.

Para Carmen Ahumada, egresada de Ciencias de la Educación en la UDCI, “la falta de organización y preparación por parte de la institución, repercutió en mi persona: problemas de salud, tanto psicológicos”.

La psicoterapeuta Gestalt, Julia Carrillo Villalba, explica las consecuencias de esta ruptura: “Cuando se desestructura una actividad, lo esperado es de menos a más. Cuando hay un cambio abrupto, hasta nuestro cerebro tarda en asimilarlo. Y en esa adaptación pueden pasar muchísimas cosas: estrés, ansiedad, no saber cómo manejar tal situación, no ser consciente de qué estoy realizando, para qué, cómo, cuándo”.

En mitad del naufragio que representó el inicio de las clases online, también hubo quienes tuvieron oportunidad de unir lazos, aunque sea en la distancia. “Mis amigos y yo nos unimos mucho más, hablábamos todos los días después de nuestro horario escolar e incluso hice nuevas amistades”, cuenta Melissa Zamudio, egresada de Ciencias de la Comunicación en UABC. Su caso es similar al de Sandra Muñoz, titulada igualmente de la carrera de Ciencias de la Comunicación, y quien conversaba con sus amigos constantemente: “Encontrábamos actividades por videollamada para no aburrirnos”.

Pero no fue lo mismo para otras personas, como le ocurrió a Adriana: “Me dejó de interesar la escuela casi en su totalidad. La consecuencia fue ansiedad por no sentirme suficiente al hacer las tareas”. Para Carmen, la comunicación se entorpeció a tal grado que “no podíamos realizar trabajos en equipo de manera correcta”, y les trajo calificaciones bajas por ello.

En los casos de acoso escolar, la idea de alejarse de los agresores por tiempo indefinido parecía una solución idónea. Sin embargo la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras advierte que el bullying se multiplicó en redes sociales.

Volviendo al confinamiento, la reconstrucción de la vida provocó que se abriera un caleidoscopio de trastornos. Carmen, Sandra, Adriana y Melissa coinciden en que sus horas de sueño se redujeron. El caso de Melissa llegó a tal grado que tuvo que tomar pastillas de melatonina para poder dormir. Adriana dice haberse hecho “más adicta al teléfono”. Sandra afirma que tomó un poco más de alcohol. Para Carmen, la falta de movilidad provocó que aumentara 8 kilos durante los dos cuatrimestres que estuvo en online.

Para la psicoterapueta Julia, la posible razón detrás de estos desordenes “es no saber estar consigo mismo”. Acorde a su experiencia con pacientes egresados que tuvieron trastornos como el de ansiedad, podría explicarse con “no saber qué hacer estando encerrado. Ahora en dónde me escondo, y ahora a dónde recurro”.

En el estudio VoCes-19, del Population Council de México, participaron 55.000 jóvenes y adolescentes en 2021.

Sandra describe la graduación como “el momento que esperas toda tu vida. Desde que eres niño es como cuando entres a la universidad, y cuando la termines, y cuando te gradúes”. Para Miguel Téllez, ingeniero en Sistemas Computacionales por el Instituto Tecnológico de Tijuana, “es muy frustrante que mi certificado es un PDF”. Melissa comparte el sentimiento de frustración al ver que sus compañeros “ya están recibiendo su título y consiguiendo empleos mientras yo sigo en proceso de titularme”. La impotencia puede palparse en las palabras de Adriana cuando comenta: “Siento que fueron dos años casi tirados a la basura, podrá sonar como que desperdicie oportunidades, pero simplemente para mí no funcionó”.

Sandra ni siquiera considera válida su toma de protesta en Internet y relata por qué: ella salió en mayo de 2020 y su graduación estaba prevista para septiembre de ese mismo año en la sala Horst Matthai de UABC. Hasta la fecha no ha realizado su acto académico. Les confirmaron con una semana de antelación. Ella corrió a comprarse un vestido, pero una tarde antes les mandaron un correo avisando que siempre no. Que sería por Zoom.

“Siento que me falta mi foto con la toga para decir ya, por fin terminé, a pesar de que ya tengo mi título y todo el rollo. Siento que hay algo pendiente”.

En palabras de Sandra, el estar ahí para recibir el título o lanzar el birrete “es algo más simbólico del hecho de ya terminé mis estudios y demás. Es más lo que representa el acto académico”.

Julia Carrillo, la psicoterapeuta, apunta a que ese vacío ante la falta de conclusión en esta etapa de la vida se origina en la programación cultural que existía previo al Coronavirus:

“Estudiamos, tenemos una graduación de tal manera, después una fiesta y la convivencia. Eso era lo esperado, porque culturalmente así era. Ahora el proceso de adaptación para la mayoría de los estudiantes es tremendo”.

Si bien, Miguel, Sandra y Carmen afirmaron que encontraron trabajo rápido después de salir de la escuela, Adriana y Melissa aún no encuentran el suyo. Para Adriana, hay vacantes que se parecen a lo que estudió, pero no del todo; por su lado Melissa espera recibir su título para embarcarse en el mundo laboral.

El INEGI realizó su Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, en la que dio cuenta de la disminución en la Población Económicamente Activa y otros golpes a la economía del país, derivada en buena parte por la pandemia.

No hay que olvidar a todos aquellos que la escuela en línea les resultó insostenible. El estudio VoCes-19 señala que la razón del 42% de los jóvenes que abandonaron sus estudios fue la pandemia.

Se podría llegar a decir que, como sostiene la psicoterapeuta Julia Carrillo, “la sociedad vivimos un duelo”. Uno en el que cada uno lo navegó con sus recursos, y sobre ello Julia lo ilustra con esta metáfora: “Unos en barco, otros en yate, otros en lancha, otros en salvavidas. Unos nadando, algunos se ahogaron. Cada quien buscamos nuestros propios recursos para poder salir. Y hay quienes no lo lograron”.

Cuando Julia habla de recursos no solo se refiere a lo material, también a lo emocional. “El mundo entero perdió a algún familiar, la salud, la libertad. Perdimos muchas cosas. Es a lo que me refiero con que muchos íbamos en barco, otros en lancha. Diferente escala, diferente medida, pero finalmente vivimos (creo que todavía seguimos viviendo), esta pérdida”.

Ante todo pronóstico emergieron algunas ganancias de esta emergencia sanitaria. A Melissa, el confinamiento “me motivó a crear una nueva rutina que me funcionara”. Miguel aprovechó el encierro “para comer más sano y hacer más ejercicio”. La ventaja para Sandra fue que “el proceso de titulación fue mucho más rápido”, además de prescindir del EGEL. Sobre el uso de las tecnologías, éstas le funcionaron para reuniones de su trabajo y aligerar la carga del día a día: “Creo que Zoom mejoró mi vida”.

En cuanto a la noticia del regreso total a las aulas, la mayoría concuerda en que lo encuentran agradable, y se sienten felices por los que regresarán. Igualmente rescatan la importancia de recibir “los conocimientos que solo puedes obtener estando ahí y utilizando ahí en la universidad”, como agrega Sandra al referirse al uso de las cabinas de radio. Para algunas personas como Melissa, el regreso representa una nueva oportunidad: “llevaba un tiempo deseando estudiar una segunda carrera; lo único que me detenía era que no quería iniciarla de manera online”.

Foto: Lisbeth Chávez / Glocal Media.

Los egresados reconocen que, gracias al Covid-19, el final de la vida escolar no fue como lo pintaban. “Por ser mi último semestre en la Uni todo fue muy anticlimático”, se lamenta Miguel. Esa clausura tan esperada y los días en los salones de la escuela no se pueden recuperar. “Me quitaron la experiencia de disfrutar mi graduación por la que trabajé cuatro años”, expresa Sandra.

De la vida antes del cubrebocas, Adriana aún guarda las memorias “de mis amigos, los profesores que sí valían la pena, y por supuesto ir a la cafetería a las carreras a desayunar. Nunca lo olvidaré”.

“Nada se compara con tomar clase en las instalaciones de la universidad”, aclara Melissa, “me llevo muchos recuerdos, principalmente aquellos donde disfrutaba de las horas libres con mis compañeros en el pasto de mi Facultad”. Con lo que se queda Carmen son “los pequeños detalles en los cuales podíamos compartir una sonrisa al vernos en los pasillos, un chocolate o un simple saludo, tanto con mis compañeros como con mis maestros”.

Julia considera que “las crisis, nos sirven para dos cosas: para dejarnos estancados y quedarnos donde estamos; o decidimos si la crisis nos ayuda a crecer”. Y remata: “se valen ambas”.

1 COMENTARIO

  1. Muy buena reflexión por parte de Julia al final, creo también que se vale sobrellevar las adversidades de la forma que mejor nos parezca y necesitemos en el momento.

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