Un mes después de la toma de Kabul, los talibanes se enfrentan a grandes problemas en su intento de convertir su fulgurante victoria militar en un Gobierno duradero en tiempos de paz.

Tras cuatro décadas de guerra y la muerte de decenas de miles de personas, la seguridad ha mejorado en gran medida, pero la economía de Afganistán está en ruinas a pesar de los cientos de miles de millones de dólares invertidos en desarrollo en los últimos 20 años.

Evacuados en un avión de transporte C-177 Globemaster III de la Real Fuerza Aérea Canadiense (RCAF) para su vuelo a Canadá desde Kabul, Afganistán, el 23 de agosto de 2021. Foto tomada el 23 de agosto de 2021. Fuerzas Armadas Canadienses/Handout vía REUTERS.

La sequía y la hambruna están haciendo que miles abandonen el campo y se dirija a las ciudades, y el Programa Mundial de Alimentos teme que los alimentos se agoten a finales de mes, llevando a 14 millones de personas al borde de la inanición.

Mientras que gran parte de la atención en Occidente se ha centrado en si el nuevo Gobierno talibán cumplirá sus promesas de proteger los derechos de las mujeres u ofrecer refugio a grupos militantes como Al Qaeda, para muchos afganos la principal prioridad es la simple supervivencia.

“Todos los afganos, los niños, tienen hambre, no tienen ni una bolsa de harina o de aceite para cocinar”, dijo Abdullah, residente en Kabul.

Un grupo de mujeres afganas ayuda a una niña a colocarse una mascarilla en un campo para personas refugiadas en Jalalabad, Afganistán. REUTERS/Parwiz

Todavía se forman largas colas frente a los bancos, donde se han impuesto límites de retirada semanal de 200 dólares o 20.000 divisas afganas para proteger las menguantes reservas del país.

Por todo Kabul han surgido mercados improvisados en los que la gente vende artículos domésticos a cambio de dinero en efectivo, aunque los compradores son escasos.

Incluso con miles de millones de dólares de ayuda extranjera, la economía afgana ha tenido dificultades, con un crecimiento que no ha podido seguir el ritmo del aumento constante de la población. Los puestos de trabajo son escasos y muchos trabajadores del Gobierno llevan sin cobrar al menos desde julio.

Aunque el fin de los combates parece bien recibido por la mayoría de la gente, cualquier alivio se ha visto atenuado por la casi paralización de la economía.

“La seguridad es bastante buena en este momento, pero no ganamos nada”, dijo un carnicero de la zona de Bibi Mahro de Kabul, que no quiso dar su nombre. “Cada día, las cosas se ponen peor para nosotros, más amargas. Es una situación realmente mala”.

Con información de Reuters.

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