Cuando un gobierno quiere justificar una inundación, con frecuencia explican que la gente tira basura. Uno como espectador de la noticia asume que otra gente tira basura, pero nunca somos ese cochino.

Escuchamos que ellos lo hacen y condenamos al otro asumiendo con pesar la culpa compartida, sin aceptar que también se nos cae un papel inadvertido o lanzamos una colilla al desagüe.

Sancionamos lo ajeno porque nosotros no somos ellos ni queremos serlo. Con este discurso así como asumimos que ellos son el cochino, hay quienes nos miran con recelo pensando que nosotros tiramos basura indiscriminadamente.

De aquí en adelante todos los ejemplos son discursos separatistas que la autoridad, amable lector, utiliza contra la ciudadanía. Por esto es que la culpa siempre es de la gente.

Un ejemplo más cercano es la pandemia. La culpa es de la gente, dicen, porque no deja de salir. Y todos juzgamos al que no deja de salir, mientras justificamos nuestras salidas.

Hacemos un recuento de cómo nos hemos comportado y bendecimos la fiesta donde estuvimos como una canita al aire justificable tras el encierro. Pero es el otro quien tiene la culpa de la pandemia porque sale, mientras lo mío es entendible por el hartazgo del aislamiento.

Esta sensación nos exhibe porque estamos tan dentro de nuestras necesidades que ellos lo aprovechan para culparnos a destiempo. Un día somos sus ellos, y al otro día somos sus nosotros.

Bajo esta óptica sesgada de las condiciones nos educan y nos politizan, azuzando a los ciudadanos entre sí o contra los de antes, pero nada es su responsabilidad. Y cuando no pueden desarrollarse más, se inventan las manos alzadas, las encuestas de la gente y las votaciones por Facebook, como las que fabrica el gobernador Jaime Bonilla Valdez.

FOTO: OMAR MARTÍNEZ/ CUARTOSCURO.COM

Y es que las encuestas que formula según su uso y utilidad momentánea, sólo hacen que la gente reafirme la verdad que Jaime explica diariamente con su discurso. Aunque para lograrlo tenga que inexplicar realidades, culpar al prianismo o quejarse de los medios para obtener una verdad consecuente con sus caprichos.

Parece que los 30 años siendo empresario de medios le ayudaron no sólo a tener su propio talk show, sino también a entender cómo funciona la noticia tradicional.

El gobernador desarrolla sus transmisiones con noticias e ideas poco a poco, consciente de su narrativa para llegar al día de la encuesta de Facebook, al día que la gente pide, manda y ordena.

Ahora podemos entender por qué Jaime consideró hace un par de semanas que los medios que lo cuestionamos lo hacemos por celos: porque se siente el Javier Alatorre de su propio noticiero antiprianista.

El gobernador se para a contar noticias con el formato culpable del pasado y refiere las exigencias que logra de la población, tras haberle bombardeado con visiones cuatroté de la realidad. Ya sabrán el resultado que sale de ahí.

Manipula la idea, mueve situaciones y teje sus verdades, y como asume que todos los medios operan en su entorno de competencia, Jaime deja poco a poco de trabajar por la gente para funcionar sólo en la política.

Si la culpa también es de nosotros que a diario repetimos “Jaime Bonilla dijo”. En una de esas y con tan poca exigencia, hasta youtuber nos sale.

Tan vive fuera de un entorno real que cuando le hicimos ver que perdía 50 seguidores diarios en sus redes, nos dijeron: parece que alguien le miente al jefe. Esa confesión nos hizo ver claramente que ahí adentro también la culpa es del otro y comprendimos la visión del gobernador desde la opinión de sus asesores.

Por eso, la visión social es tan nativa de la izquierda aunque no sea por los propósitos correctos.

FOTO: ISABEL MATEOS /CUARTOSCURO.COM

La administración federal ha hecho lo propio justificando acciones a mano alzada, por ejemplo.

La semana pasada el presidente regresó de su encerrona por Covid y seguirá sin usar cubrebocas. Lo dijo el lunes que volvió aunque unos días atrás se dejó ver de lejos en Palacio Nacional mientras lo usaba, exactamente el mismo jueves que anunció en sus redes sociales que ya no era portador del virus.

Andrés Manuel modula las cosas tras bambalinas, las ensaya y las arremete contra su figura para demostrar autoridad y moralina. Por eso a pesar de haber sufrido la enfermedad, seguirá sin ejemplificar a su gente. Pero la culpa es de nosotros porque salimos.

A estas alturas ya es nuestra culpa de todas formas, porque llevamos más de once meses en pandemia, sufriendo entre el verde semáforo de nuestra consciencia y el rojo que nos dicta el rayo católico en la calle.

Cuando la palabra no alcanza para que todos seamos culpables, el gobierno evoluciona su discurso. Entonces la culpa es de los delincuentes tatuados que balearon en la esquina.

Como a nosotros nunca nos han tirado balazos, pero a ellos sí, seguramente andaban en malos pasos y por eso los balearon. Es fácil aceptar esta lógica que de antaño nos han impuesto aunque no sea cierta, y que sólo ayuda a que el gobierno, otra vez, no sea responsable.

Justificamos la desgracia ajena porque nunca nos ha pasado, y la culpa es de la otra gente pero nunca de nosotros.

Desde el Gobierno del Estado se desbarató la política de seguridad de los municipios de Tijuana y Tecate, por ejemplo, y la culpa de los balazos siempre fue de Arturo González y Zulema Adams, pero nunca de Jaime Bonilla.

Hasta el mismo alcalde de Ensenada, Armando Ayala, que ha contado con el respaldo del discurso desde las mañaneras de Facebook del gobernador, salió a decir hace unos días que la culpa de la inseguridad en su municipio es del gobierno federal, mientras olvida que le ayudaron mucho en el Estado para contener la violencia y no lo supo aprovechar.

Si hasta lo pusieron de buen ejemplo cuando Bonilla presumía en sus transmisiones los decomisos diarios -pero sin detenidos- que ocurrían en el puerto, con el objetivo de aglutinar amigos de oposición contra Arturo dentro de Morena y sacarlo de la jugada política. En ese tiempo la idea era mostrar fuerte al alcalde de Ensenada y teníamos que verlo efectivo; hasta le contrataron una espectacular campaña ilegal de publicidad.

Hoy que Arturo por fin se fue y que Armando ya no es respaldado ni ayudado porque el momento de usarlo ya pasó, sale a lanzar culpas de lejos. Hubiera aprovechado aquella cercanía para hacer algo por los ensenadenses y no sólo para tomarse fotos de gira por la capital. Y otra vez, la culpa es de otro.

Foto: Twitter/@lopezobrador_

Desde el gobierno la culpa del otro es irrisoriamente escalofriante. O groseramente absurda.

Es curioso que la izquierda siempre requiere de un enemigo común (ellos, nosotros) para justificar su incapacidad. Y es más curioso que esto sea un chiste de la derecha. Porque la derecha confirma la idea de la mafia del poder con sus hechos y coaliciones, mientras la izquierda lo hace con el chiste del enemigo en común, debido a su poca consistencia entre lo que dice y la realidad.

Se quejan, se tiran a matar, y parecen una piña y una uva peleándose por saber quién es más fruta.

En Glocal Media no nos preocupa que entre ellos se despedacen con política. Nos importa que nosotros como sociedad no perpetuemos la semilla del rencor que riegan todos los días en sus mañaneras. El proceso electoral 2021 va a ser muy rudo, y desde el discurso oficial se va a ridiculizar porque la culpa es del otro.

Independientemente de nuestra posición personal hasta el día de las elecciones, es importante saber que después de ello somos parte de una comunidad, mientras que en la política siempre seguirán peleándose por demostrar qué tipo de fruta son.

No olvidemos que todo el manejo sesgado que le dan a las cosas es para llegar a ese día, al día de la elección, al día en que los ciudadanos demuestren que la culpa no siempre es de la gente. Y que la gente sí manda, por supuesto.

DE LA BIBLIOTECA.- En todas partes donde se reúne gente, sucede una especie de cristalización social que hace que cada uno ocupe un determinado lugar. En el pequeño balneario que visitaron, cada nuevo cliente que llegaba quedaba clasificado en una determinada categoría. -León Tolstoi, Ana Karenina.

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