En el poblado El Cilatrillo, de la Sierra de Santiago, don Jesús recuerda que, con los aguaceros recientes, hubo un deslave de tierra y rocas originada por la erosión del suelo que dejaron los incendios de marzo, que arrasaron con 8 mil 500 hectáreas de bosque, de acuerdo con cifras oficiales.

Muestra una roca enorme, del tamaño de una persona, que se detuvo apenas al otro lado de la carretera a San José de la Boquilla, frente a la panadería de su propiedad, donde hornea pays y pasteles de maíz, para vender entre los turistas que por ahí circulan los fines de semana.

“De suerte que la roca bajo del cerro y se detuvo, no cruzó la calle, porque se hubiera llevado la casita. Y adentro tengo los hornos y los refrigeradores para los pastelitos. Ni me quiero imaginar”, dice con gesto de alivio.

Como se constata en un recorrido efectuado por la Sierra, el desprendimiento de tierra y peñascos ocasionó que quedara bloqueada la carretera a Laguna de Sánchez, que parte la Sierra hacia adentro, hasta los límites con Coahuila. La maquinaria municipal tuvo que despejar la vía pavimentada para que volvieran a circular coches.

El biólogo Antonio Hernández Ramírez lamenta que luego del fuego que consumió árboles y vegetales, el anuncio de remediación del gobierno de Nuevo León haya quedado solo en un pronunciamiento, pues no ha emprendido los necesarios trabajos de barrera para contener los escurrimientos y el deterioro de la calidad de la tierra, que hace trabajo de absorción.

Advierte que las próximas lluvias torrenciales pueden dejar afectaciones mayores a las acostumbradas en la zona metropolitana, a decenas de kilómetros de distancia, pues en esta sierra se forma el río Santa Catarina que tiende a desbordarse cuando se registran las llamadas lluvias catastróficas.

Quienes sí han hecho trabajo de remediación, son los voluntarios de Amigos de la Sierra de Coahuila, que trabajan los fines de semana con obras de restauración en la parte de su estado que fue afectada por las llamas y también cruzan a Nuevo león para rescatar lo que queda del bosque.

Árboles carbonizados

El incendio que inició el 16 de marzo en la Sierra de Arteaga, Coahuila, se extendió hasta el vecino estado de Nuevo León, hasta que fue apagado el día 29.

Por el siniestro, provocado, aparentemente por negligencia de turistas, se perdieron, entre las dos entidades, unas 30 mil hectáreas de vegetación.

En territorio nuevoleonés, la afectación ocurrió en el municipio de Santiago, cuya cabecera está a 20 kilómetros de Monterrey. La Sierra de Santiago se encuentra dentro del área natural protegida Parque Nacional Cumbres de Monterrey, que forma parte de la Sierra Madre Oriental.

A diferencia del dato oficial, Hernández Calcula que en suelo nuevoleonés se perdieron 14 mil hectáreas.

A los costados de la Carretera San José de la Boquilla se observan, hasta donde alcanza la vista, hasta lo alto de los cerros, miles de árboles ennegrecidos, y muertos por el fuego. La tierra, sobre la que aún se sostienen, está gris, porque las llamas se llevaron también toda la vegetación.

Por la Carretera a la Cola de Caballo aún hay vegetación abundante. Las llamas no tocaron el tradicional paraje turístico santiaguense. Pero más adentro, a partir del cañón de San Isidro se ve la devastación. Se pueden apreciar enormes extensiones de tierra con árboles esqueléticos cuando se avanza por las comunidades de Ciénega de González, San Juan Bautista, San Isidro, Laguna de Sánchez, El Tejocote, las Guacamayas, El Cilatrillo y San José de las Boquillas.

Los riachuelos llevan tierra negra, lo cual es una mala señal para la salud de los montes, dice el biólogo Hernández pues significa que la tierra fértil ya no se sostiene en las laderas y es arrastrada por las lluvias, lo que deja el terreno con escasas posibilidades de restauración vegetal.

Actualmente involucrado en el activismo ecológico, Hernández Ramírez conoce bien el territorio. Durante cinco años fue jefe del departamento del Parque Nacional Cumbres de Monterrey para la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), y durante ese tiempo recorrió a pie, decenas de veces, esas cumbres que alguna vez fueron de verde intenso y que ahora parecen una escena de desolación natural.

“Lo que veo es una verificación, en campo, de los impactos negativos delos incendios forestales que ocurrieron en Nuevo León y Coahuila en marzo. Son procesos de erosión graves que se representa con arrastre de cenizas, suelo y en la última etapa, de rocas. Se está perdiendo la parte superficial de las zonas afectadas lo cual trae efectos negativos”, dice, como diagnóstico de la afectación.

Durante los incendios fueron evacuadas unas 500 personas, pues hubo 115 casas afectadas. En esos días, por la intensidad de las llamas, las cenizas llegaron hasta la zona metropolitana de Monterrey.

La afectación es ocasionada por un fenómeno denominado erosión hídrica que se ha presentado por las tres lluvias torrenciales que se han reportado en la zona durante las pasadas semanas. A causa del fuego la vegetación fue eliminada, y esto hace que el suelo se pierda, explica el biólogo de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Los deslaves, inicialmente afectan a los residentes de las comunidades locales, dice. Se les complican sus traslados y se les lastima su economía, pues necesitan desplazarse para comercializar sus productos, en el caso de los abundantes comerciantes, que viven del turismo de montaña. Es lo que le pasó a don Jesús, que está permanentemente expuesto al peligro.

Pero puede haber daños, en el futuro cercano, en la zona metropolitana, pues en esta sierra se encuentra la cuenca del río Santa Catarina, que recorre de poniente a oriente los municipios del área citadina de Nuevo León, alerta.

Los materiales como suelo y rocas, que se desprenden de los cerros sin árboles y arbustos, se van distribuyendo a lo largo del río, lo que ocasiona una disminución del afluente para que circule el agua, principalmente cuando hay lluvias catastróficas, como las que se reportaron en el 2010 con el Huracán Álex.

“En efectos meteorológicos próximos, el efecto destructivo va a ser mayor por el agua que se arrastrará desde esta parte alta de la cuenca hasta la metrópoli. Hasta ese nivel llegan los impactos negativos. Pero, además, acá en los cerros, estas superficies ya no van a captar agua de manera adecuada, porque ya no hay vegetación, porque su función es infiltrar en los acuíferos, y de ahí la tomamos para consumo humano. Ese beneficio de perdió”, lamenta.

Con información de Proceso.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí