Colombia cerró 2021 con un crecimiento económico que figura entre los más altos de América Latina: 9.9%, según el Banco Mundial, y esa alza no sólo se explica por el efecto rebote tras la recesión global de 2020, sino también por el auge que experimenta la producción de cocaína, principal producto de exportación del país después del petróleo.

El economista Santiago Montenegro estima que en 2021 la cocaína aportó 2.0% del PIB de Colombia, un porcentaje que se ha triplicado en los últimos siete años y que evidencia la creciente importancia que tiene esa droga en la economía nacional.

Según estos cálculos, el alcaloide aportó la quinta parte del crecimiento del PIB colombiano el año pasado y en 2020 contribuyó a que la caída de la economía por la pandemia del covid-19, que fue de -6.8%, no fuera mayor.

De acuerdo con Montenegro, doctor en economía por la Universidad de Oxford, esto se debe a que la producción de cocaína ha cobrado “un nuevo auge, un nuevo boom” en Colombia en los últimos siete años y su producción llegó a niveles récord, por el fuerte aumento de los cultivos de hoja de coca y el mayor rendimiento de las áreas sembradas con esa planta.

En entrevista con Proceso, Montenegro dice que esta situación “es muy preocupante” por los riesgos de seguridad interna que esa actividad entraña. Y por eso, explica, creyó necesario realizar una estimación sobre el tamaño de esa economía ilegal y valorar el impacto que ha tenido en las cuentas agregadas macroeconómicas.

“Yo me siento en la época de Pablo Escobar otra vez, como si 30 años hubieran pasado en vano”, asegura.

Los estudios del exdecano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes y presidente de la Asociación Colombiana de Administradoras de Fondos de Pensiones y Cesantías indican que la economía de la cocaína como porcentaje del PIB se triplicó en Colombia en los últimos años, al pasar de 0.6% en el periodo 2011-2014 a 2.0% en 2021.

Montenegro, quien ha investigado junto con los economistas Diana Ibáñez y Jorge Llano el peso que ha tenido la cocaína en el PIB de Colombia desde 2005, señala que el dinero que produce esta droga ha crecido “sustancialmente” por el aumento exponencial de los cultivos de hoja de coca.

Sólo entre 2013 y 2014 las áreas cultivadas con hoja de coca crecieron en 43.5% al pasar de 48 mil a 69 mil hectáreas en ese lapso.

Y en 2017 los sembradíos de hoja de coca llegaron a 171 mil hectáreas, lo que implicó un crecimiento de 255.8% en relación con la cifra de 2013, según las mediciones anuales que hace en Colombia la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y en las cuales basa Montenegro parte de sus investigaciones.

Aunque para 2020 los cultivos de hoja de coca bajaron en Colombia a 143 mil hectáreas, la producción potencial de clorhidrato de cocaína pura –nombre del alcaloide en su modalidad de polvo blanco para exportación– subió, porque los campesinos aumentaron el rendimiento por hectárea con asesoría técnica de las bandas criminales involucradas en ese negocio.

En 2008 el rendimiento de la hoja de coca era de 4.3 toneladas por hectárea, cifra que saltó a 5.6 toneladas por hectárea en 2017 y a 6.4 toneladas en 2020. Además, la tecnificación ha hecho que los narcotraficantes requieran cada vez menos pasta de coca para producir cocaína.

Aunque la UNODC revelará su medición de 2021 a mediados de 2022, académicos expertos en cultivos cocaleros esperan que la productividad de los cultivos siga subiendo.

En 2018, el entonces fiscal general colombiano, Néstor Humberto Martínez, afirmó que ingenieros agrónomos estaban mejorando la productividad de los plantíos de hoja de coca y que algunos de ellos eran “de nacionalidad mexicana”.

Los expertos en política de drogas atribuyen el aumento de los cultivos cocaleros a que miles de familias campesinas pobres vieron un incentivo para sembrar en el programa de sustitución voluntaria de cultivos ilícitos que negociaron la década pasada las FARC y el gobierno como parte del acuerdo de paz, pues éste contemplaba financiación estatal para los productores de hoja de coca que decidieran cambiar sus sembradíos por productos legales.

También influyó el hecho de que, en 2015, el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos suspendió las aspersiones aéreas con glifosato en las plantaciones de coca por el grave impacto ambiental y para la salud humana que causaba ese herbicida, potencialmente cancerígeno.

El hecho es que el auge cocalero ha traído aparejado un aumento de la producción de clorhidrato de cocaína en Colombia.

Montenegro recuerda muy bien los años de la guerra narcoterrorista que desató Pablo Escobar contra el Estado en los ochenta y noventa, la cual no sólo dejó miles de muertos sino también la sensación de que las mafias del narcotráfico casi se apoderan de las instituciones públicas.

“Lo que más me preocupa es que estas enormes cantidades de dinero que están entrando a la economía acaben desatando una nueva ola de violencia como la que ya vivimos hace tres décadas con Escobar”, señala.

Dice que la economía de la cocaína está financiando a grupos criminales muy poderosos, como el Clan del Golfo, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional y las disidencias de las FARC, lo que se está traduciendo en más violencia.

El año pasado, los homicidios en Colombia se ubicaron en 13 mil 709, la cifra más alta de los últimos siete años, y se registraron 96 masacres, la mayoría en municipios apartados con gran actividad cocalera.

“Este país no es viable con estos ejércitos ilegales financiados con la cocaína. Si esto sigue así, de aquí a cinco años Colombia se puede acabar porque vamos a volver a ser un Estado fallido, como en los noventa, cuando lo que había atrás de eso era el narcotráfico”, asegura Montenegro.

El economista dice que hay evidencias de que cada vez se está lavando más dinero de procedencia ilícita en Colombia, a través de contrabando y del sector inmobiliario, entre otras modalidades, “y esa plata también se va a la política, a las campañas electorales, a los funcionarios públicos.

“El narcotráfico es una cosa muy dañina porque tiene muchos recursos para generar violencia y corromper, igual que en México. Tú sabes”, concluye Montenegro.

Con información de Proceso.

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