La pandemia de covid-19 “no ha terminado” y “parece estar acomodándose el escenario para que se introduzca una nueva variante”, sostiene la experta en microbiología Laurie Ann Ximénez-Fyvie en Las vidas que no contaron, libro que empieza a circular con el sello de Planeta y en el cual analiza críticamente la manera en que el gobierno de López Obrador ha gestionado la pandemia. En uno de sus capítulos –del que publicamos un fragmento–, la autora destruye varios mitos. Uno de ellos: que a medida que surgen nuevas variantes éstas se vuelven menos agresivas y nos perdonan la vida.

“Este es el tema más candente en el debate del momento. Como acabo de señalar, ahora mismo nadie tiene una respuesta científica absoluta. Más allá de opiniones legas, esperanzas y buenos deseos, se puede argumentar con un sustento científico tanto para un lado como para el otro. Y, ya que no está asentada aún la última palabra sobre el tema, procedo a darles mi opinión profesional al respecto. Inicio diciendo que no creo que ómicron sea el fin de la pandemia, y a continuación explico por qué.

En México, hasta ahora hemos tenido cuatro olas de contagios. La primera, que duró 33 semanas y cobró 98 mil 11 vidas por covid-19 en cifras oficiales, inició en la semana epidemiológica (SE) siete de 2020 (del 16 al 22 de febrero) y terminó en la SE 23 del mismo año (del 27 de septiembre al 3 de octubre). Esta primera ola la causó el linaje Pango B; en particular, el B.1 del virus SARS-CoV-2, que fue el que se estableció y proliferó en el territorio nacional al inicio de la pandemia. Esta variedad genética de SARS-CoV-2 es la que se considera el virus ancestral en México. Para el inicio de la segunda ola, el linaje ancestral había sido desplazado y sustituido por las variantes B.1.1.519 y épsilon (B.1.427 /B.1.429).

Esta segunda –y más mortal– ola de contagios, que duró 32 semanas y que terminó cobrando 136 mil 199 vidas por covid-19 –según cifras oficiales–, inició en la SE 40 de 2020 (del 4 al 10 de octubre), y concluyó en la SE 19 de 2021 (del 9 a 15 de mayo). En el pico de la segunda ola, la variante que predominaba era B.1.1.519, que algunos llegaron a llamar “variante mexicana”. Durante el largo descenso de la segunda ola, las variantes B.l. l .519 y épsilon fueron desplazadas y sustituidas por la variante alfa, que fue la principal responsable de iniciar al aumento de contagios que llevó a la siguiente ola.

La tercera ola, que duró 31 semanas y cobró la vida de 66 mil 246 personas en cifras oficiales, inició en la SE 20 de 2021 (del 16 al 22 de mayo) y terminó en la SE 20 del mismo año (del 12 al 18 de diciembre). Como acabo de mencionar, esta penúltima ola inició por propagación predominante de la variante alfa, pero durante el ascenso otras dos variantes comenzaron a desplazarla; primero, la variante gama, que predominó durante varios meses, en particular en el sureste del país, y después por la variante delta, que ya predominaba en casi todo el territorio nacional durante el pico de la tercera ola, y adquirió una prevalencia cercana a 100% para cuando la ola comenzó a descender.

Eso nos trae, finalmente, a la cuarta y última ola que hemos tenido hasta este momento durante la pandemia, la ola ómicron. Al cierre de este libro, la ola, inconclusa, había durado 10 semanas –inició en la SE 51 de 2021 (del 19 al 25 de diciembre)– y cobrado la vida de 18 mil 75 mexicanos por covid-19, en cifras oficiales. Esta ola, en todas sus partes, ha sido consecuencia de la propagación de la variante ómicron. Al inicio de la ola todavía estaba presente delta, pero para cuando llegó el pico de la ola, la variante ómicron tenía una prevalencia a nivel nacional cercana a 100%.

Sigamos entonces: ¿por qué me parece que ómicron no será el fin de la pandemia? En este momento, 67.6% de la población mexicana ha recibido por lo menos una dosis de vacuna; 62.6% tiene un esquema inicial completo; 5% una sola dosis, y 34.6% de los que recibieron un esquema inicial completo también había recibido una dosis de refuerzo. Si se amplía la cobertura de vacunación por arriba de 80% y la población continúa tratando de mitigar la propagación del virus con el uso de mascarillas, ventilación de espacios cerrados, evitando aglomeraciones, etcétera, se podría acelerar el final de la pandemia, sin duda, pero actualmente no ha terminado aún.

Como pueden darse cuenta por el relato anterior de cómo han ido cambiando las variantes predominantes en nuestro país, entre las más aptas y con mayor transmisibilidad, incluso desplazando a otras, ómicron es sólo una variante más entre todas. Cada variante ha tenido características que la distinguen de otras; ómicron no es la excepción, pero el proceso mediante el cual las variantes se establecen en una comunidad determinada, compiten entre ellas y las más transmisibles desplazan a las de menor transmisibilidad, sigue siendo el mismo hasta la fecha. El virus SARS-CoV-2 continúa evolucionando rápidamente, y ómicron es sólo un hito más en el continuo desarrollo de la pandemia.

Ninguna de las variantes principales que han llegado a predominar en regiones extensas del mundo evolucionó de otra variante; todas provienen de nuevos linajes genéticos. Una vez establecido el linaje y que la variante se ha vuelto predominante, entonces se ha dado una diversificación genética dentro del linaje mismo a través del cual se han generado subvariantes de la variante principal que comienzan a proliferar y a su vez competir entre sí en un proceso similar de sustitución de unas por otras, de acuerdo con su transmisibilidad y aptitud para sobrevivir. Esto ha ocurrido con todas las variantes de preocupación. Por ejemplo, delta se ha diversificado en más de 140 tipos distintos que llevan la nomenclatura AYx. Antes de que delta fuera desplazada por ómicron sus últimas subvariantes prevalentes en México fueron AY20, AY26 y AY100.

Lo que hemos observado en el proceso de introducción y sustitución de variantes es que las olas mayores de contagios comienzan a disminuir cuando la variante empieza a diversificarse en subtipos. Una vez que los subtipos compiten entre sí y se van desplazando unos a otros en las partes bajas de las olas de contagio, es cuando se han introducido los nuevos linajes. El linaje original de ómicron ya se ha diversificado en, por lo menos, cuatro subvariantes: BA.1, BA.1.1, BA.2 y BA.3. La subvariante de ómicron que se estableció primero en el mundo fue BA. l. En nuestro país, ahora mismo está siendo activamente sustituida por BA.1.1. Y de acuerdo con las tendencias en otras partes del mundo, lo más probable es que la subvariante que terminará predominando sea, en algún momento, BA.2 que, para esta fecha, aún no ha sido identificada en México. La mayoría de las olas de contagio ómicron en el mundo muestran tendencias a la baja. Parece estar acomodándose el escenario para que se introduzca una nueva variante. Esperemos que no sea así. Lo veremos con el tiempo.

De la cantidad masiva de información que circula en los medios de comunicación y en las redes sociales siempre abundan rumores que se amplifican, aunque no exista ninguna base científica sólida para sustentarlos. Uno de los que ha predominado desde la llegada de ómicron es que, a medida que van surgiendo nuevas variantes, estas tienden a volverse cada vez menos agresivas. A la gente le parece lógico, porque alguien en Twitter explica: “Conforme evolucionan se vuelven menos agresivas porque sólo quieren sobrevivir, y saben que si matan a la persona que infectan morirán, por eso se adaptan para causar cada vez una enfermedad más leve”.

Mientras que esa puede parecer una explicación lógica, no deja de ser un argumento lego. Si un virus tuviera conciencia y un cerebro complejo como el de nosotros, con más de 86 mil millones de neuronas y la capacidad de razonamiento suficiente para tener deseos o conocimiento que le permitieran elaborar planes de vida y, además, tuviera la capacidad para cambiar a voluntad sus características genéticas o fenotípicas, entonces quizá sí se podría creer que los virus evolucionan de acuerdo con un razonamiento lógico y sus deseos de sobrevivir. Pero, evidentemente, no es así. Los microorganismos cambian y evolucionan la mayor parte del tiempo por procesos biológicos aleatorios que, desde luego, no deciden de forma consciente. En ocasiones ocurren, en efecto, siguiendo una selección evolutiva, pero en ninguno de los casos suceden como una progresión hacia una menor ­severidad.

Y vaya que debemos estar agradecidos de que así sea, porque mientras que en el planeta habitamos unos 7.7 mil millones de seres humanos, nos acompañan aquí alrededor de 1 x 1031 virus.260 Esa cifra es: uno seguido por 31 ceros. Si los virus tuvieran ese tipo de habilidades, seguramente los humanos estaríamos a su servicio desde hace mucho tiempo. El punto es que los virus no necesariamente evolucionan para volverse menos agresivos y perdonarnos la vida. En ocasiones ocurre de esa forma, sí, pero en muchas otras, no. No es un proceso que se pueda predecir.

Alfa, por ejemplo, fue más agresiva que las formas ancestrales del virus. A su vez, delta fue más agresiva que alfa. Y, hasta donde sabemos, por lo menos, en algunas poblaciones, ómicron tiende a ser más agresiva que delta, como lo expliqué anteriormente. Ahora, ¿eso quiere decir que la variante que venga a sustituir a ómicron por fuerza será más agresiva? La respuesta es: no. Pero tampoco hay certeza alguna de que sea más leve. Además, en el contexto particular de covid-19, el argumento resulta absurdo, puesto que la mayoría de los casos de la enfermedad son leves o asintomáticos. El virus está sobreviviendo perfectamente bien así, no hay razón para suponer que la gravedad de la enfermedad pudiera estar ejerciendo un papel en la selección evolutiva.

Cuanto más lejos esté una variante nueva del virus ancestral, menor será la protección que confieran las vacunas que están disponibles hoy en día. Asimismo, cuanto más lejos genéticamente esté una variante de otra que ha infectado a alguien con anterioridad, es mayor la probabilidad de que esa persona vuelva a infectarse. Las vacunas que tenemos disponibles ahora siguen siendo extraordinariamente efectivas para proteger contra la enfermedad severa y la muerte. Pero la protección, incluso de las dosis de refuerzo, tiende a declinar contra ómicron con el paso de los meses y, en la actualidad, desconocemos todavía la utilidad de otras dosis adicionales de estas mismas vacunas. Si no encontramos una solución a este problema, la próxima variante podría resultar muy complicada en este sentido.

Otro punto que ha estado en boca de muchos desde que llegó ómicron es el de la endemicidad. En ese sentido, todavía es demasiado pronto para decir que covid-19 es endémico. Endémica significa que la enfermedad es de alguna manera estable o predecible, aunque no necesariamente leve. Acabamos de presenciar el aumento exponencial de contagios más pronunciado de toda la pandemia. En octubre de 2021, ¿quién hubiera podido predecir que algo así iba a ocurrir?

Quizás algún día covid-19 se vuelva endémico; pero, sin duda, aún no hemos llegado a ese punto. Hay mucho que todavía no comprendemos sobre este virus, empezando por el hecho de que no sabemos cómo evolucionan en general los coronavirus a largo plazo ni en qué escalas de tiempo lo hacen. Por otra parte, tampoco sabemos qué sucederá en los próximos años a medida que el virus siga saltando a diferentes especies animales y de ahí comience a infectarnos a los seres humanos. En resumidas cuentas, es muy pronto para hablar de endemicidad.

Termino con mi explicación de por qué creo que es falso que ómicron sea el fin de la pandemia, diciendo que, durante toda la pandemia, con cada nueva ola de contagios muchas personas y medios de comunicación han dado por sentado que esa en particular es la última, que marcará el fin de la pandemia.
Hasta ahora no ha sido así. Creo que ómicron es sólo la ola más reciente que estamos atravesando. No hay elementos suficientes para suponer que será la última.

Pero no todo es malo ni está perdido. Sin duda estamos mucho más cerca del fin de la pandemia ahora que en cualquier otro momento, y no sólo por cronología, sino que se ha avanzado mucho en la vacunación y en el desarrollo de antivirales. Si mantenemos las medidas de prevención para minimizar la transmisión del virus y además se acelera la vacunación cubriendo no sólo a los grupos más vulnerables, sino también a las poblaciones infantiles y procurando solucionar el terrible problema de la inequidad en la distribución de vacunas en el continente africano, podemos acelerar el fin de la pandemia”.

Con información de Proceso.

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