El gobernador de Baja California, Jaime Bonilla, tiene varios corazones regados por el Estado.

Un día supervisa Ensenada, al otro anda de turista en su Estado, y luego llega para ver qué onda con la vacunación en Tijuana. Su Palacio de Gobierno es el espacio que abarca porque eso le significa control.

Visitar cada semana diversas ubicaciones le permite ver los problemas de cerca, eso es verdad. Contrario a un Eugenio Elorduy que se la vivía en Mexicali y a un Osuna Millán que amaba Tijuana, el morenista controlador que es Bonilla Valdez se presenta casi una vez por semana en cada municipio.

Su proyecto de cercanía social y el discurso en las transmisiones mañaneras que hace por Facebook, empatan con lo que Jaime Bonilla no quiere perder: el control de las cosas.

Preocupado, inaugura obras, entrega despensas, encara a los Alcaldes que desfilan por su mañanera, arma jornadas de servicios en cada espacio que le facilitan.

En lo público este discurso y su demostración práctica le funcionan al gobernador, se complementan y se ven, pero en lo privado, Jaime Bonilla ha dejado de comer aguacate por lo menos durante los últimos 13 días.

Al final de sus dos años de Gobierno, le ponen el pie…

Desde la capital del País ha habido una serie de embates contra las políticas que el gobernador de Baja California ha querido instaurar al final de su bienio.

Jaime Bonilla le apostó a la municipalización del agua y el dirigente de Morena, Mario Delgado, le mandó por última vez a Arturo González Cruz para estropearle el negocito.

Su forma de cobrar el agua se ha basado en estimaciones de Fisamex contra diversas empresas, hoteles, cadenas comerciales y colonias enteras. Y el viernes pasado que la CFE decidió cortar la energía al Acueducto Río Colorado-Tijuana, se indignaron sus funcionarios porque el cobro era basado en estimaciones.

Hace unos meses le dio avance a una controvertida planta fotovoltaica y ayer en una entrevista, ni siquiera por notificación oficial, se entera que negaron el permiso al proyecto desde la Comisión Reguladora de Energía.

En estos días no sólo hubo rayos en el cielo de la frontera, también los hubieron en el Palacio en el Espacio que habita Jaime Bonilla.

Foto: Luis Gutierrez, Glocal Media.

El gobernador de Baja California se enfrenta, al término de su poder, con sus peores demonios: no controlar la herencia de último momento.

En el Centro del País no han apoyado ni una sola iniciativa loca de Jaime Bonilla.

Le negaron los cinco años, le congelaron la expropiación del Campestre, le dieron palo a la municipalización del agua, rechazaron el nuevo derecho tributario que quiso meter en el Registro Público, le detuvieron la desaparición del Consejo de la Judicatura y ahora no le autorizan la planta fotovoltaica.

Por más amor que públicamente le muestre Andrés Manuel López Obrador la siguiente semana que venga a Tijuana, es claro para dónde batea el Ejecutivo Nacional. Es claro para quién picha Jaime Bonilla. Y es claro quién de Morena es el que cacha.

Si en estos días ve a Jaime Bonilla más susceptible que de costumbre, no se preocupe: la ira es el primer paso aceptar el desconsuelo.

LEER CON ACENTO TABASQUEÑO PERO CANTAR CON VOZ DE PAULINA RUBIO:

“Yo quiero que me quieras como soy, yo quiero que me quieras porque sí. Un palacio en el espacio sólo para ti. Yo sueño que me sueñas en color, viviendo y desviviéndote por mí: Para ti todo mi amor.”

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