En la semana fuimos al zoológico y en el camión hubo alboroto. Ya desde la fila Jaime advirtió que no hubiera relajo para que subieran primero, porque había mucho sol y no quería quemarse.

Conforme iba subiendo la fila típica de menor a mayor, Jaime el jefe iba asignando espacios en grupos definidos; aún en ese momento de paseo, insistía en segregar gente; pero todos deseaban ventana y empezaron a sentarse donde quisieron.

Revisando el camión y sus filas, Jaime agradeció a su nueva amiga Karla por permitirle pasar hasta atrás, justo donde se sienta Zulema y sus dos grupos de amigos entremezclados. En la segunda revisión, Jaime le dijo a Karla: Vente acá enfrente con nosotros, en las filas cercanas al chofer.

Jaime había apartado los primeros espacios detrás del chofer para sus nuevas intenciones. Obviamente él escogió una ventana y a Marina le asignó la otra; a Karla le tocó pasillo. El otro asiento del pasillo era para la maestra.

Entonces se desarrolló la siguiente plática: Qué bonita exposición hiciste ayerMarina. Karla me dijo que quedó encantada, ¿verdad, Karla? –dijo señalando a la aludida.

Sí claro, -respondió ella, forzando el pensamiento. ¡Cómo no me va a encantar si la presentación la encabezó una mujer! –dijo; …pero de otra fila.

Karla detestaba las pláticas simuladas que Jaime planificaba frente a la maestra, sobre todo si eran para ensalzar el ego ajeno y no el suyo que recién fue nombrada tesorera. Por eso estaba incómoda.

A lo largo del camino al zoológico, Jaime intercambió lugares con otros alumnos llevando consigo siempre a Marina, y siempre empezaba la misma plática pero cambiaba de víctima, para que todos a su alrededor supieran lo aplicada que era. En el camino nadie respingó porque Jaime había elegido a Marina para que lo sucediera en el cargo desde hace tiempo.

Por eso el jefe los quería acomodar subiendo al camión, pero todos en el paseo querían ventana y se la pusieron difícil. La posición final de todos hizo evidente que había zonas del camión prohibidas para Jaime. Tanto así, que le tuvo que pedir a Mario que llevara a Marina con los riquillos y desarrollara la misma plática de su exposición exitosa.

En el zoológico aún quemaba mucho el sol. Jaime iba de lente oscuro, sonrisa brillante y careta transparente; flanqueado y apoyado en la derecha por su nueva amiga Karla y en la izquierda por Marina su protegida.

Frente al elefante blanco Jaime dijo que ese animalote sólo ayudaba a cobijar pulgas, olvidando que estaba parado en el tapete del elefante y que las pulgas van a brincarle.

Cuando pasaron junto al estanque de las garzas y los flamencos, Jaime expuso que para ser tan distinguidas, estaba más guapa Marina. Ni las piernas flacas de la garza ni el emperifollamiento del flamenco convencieron al jefe.

Hasta ahorita nadie volaba más alto que su ave y Jaime lo comprobó cuando llegaron a la jaula de los zopilotes. Resulta que el papá zopilote no había podido certificar autenticidad, y estaban por soltar a toda su familia y sin comida en cuanto se librara el procedimiento.

Pobrecito papá zopilote, con esas alas de bala tan grandes y sin poder volar tras la jaula porque el proceso se lo impide.

Frente al perezoso Mungaray, Jaime nada dijo; pero miró de reojo, alzó la ceja y volvió a voltear como diciendo miren nada más.

En presencia del tigre corrió un escalofrío entre todo el alumnado. Lo vieron grandote y fuerte como en las caricaturas; y después se lo imaginaron en calzones, tal como el director había contado en la asamblea que se combatía el miedo.

Frente a los changos Jaime dijo cosas que pocos entendieron, aunque eso hizo que todos los primates se alebrestaran veinte minutos después de las 4 de la tarde. La vuelta programada para las 5 se tuvo que adelantar, porque los changos enojados emocionaron al tigre y éste se brincó la barda.

En el camino de regreso los niños sacaron sus sándwiches paseados para bajarse el susto. Como hubo un rollote, nadie se fijó en dónde le tocaba y todos abordaron en camiones equivocados. Fue así como Ramos se subió al camión erróneo y sin su lonche.

Está muerto de hambre, dijo un niño mordiendo un sándwich, al ver la miradita del violento extesorero.

Al día siguiente del viaje al zoológico, el prefecto llevó al nuevo alumno del salón. Resulta que el papá de Jorge fue profesor de la escuela hace añales, y lo volvieron a aceptar a pesar del director que lo agarró a cinturonazos. Ninguna maestra lo quiso de nuevo, y lo fueron a meter en este grupo de desgracias.

Jorge ya dijo que en el salón todos le van a hacer caso a pesar de Jaime. A nadie se le olvida que desde la distancia, Félix ya le rompió una vez la tarea para hacer que lo corrieran.

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