Desde hace un par de semanas, hemos estado observando nuevamente a migrantes originarios de Haití deambulando y pernoctando por las calles de Tijuana, principalmente por la Zona Centro de la ciudad.

Son grupos de 10, 15 y hasta 20 personas, algunas familias completas que en casos aislados se acercan a uno para preguntar dónde pueden buscar trabajo o, en su caso, dónde encontrar un lugar que puedan rentar para alojarse así también, en grupo, pues los albergues de la ciudad están completamente rebasados y no hay manera de poder albergarlos.

Para quienes los hemos observado, nos ha llamado la atención verlos deambular por la calle, sin embargo, me parece que para la sociedad y las autoridades esto no ha sido foco total de atención, puesto que de manera aislada no se alcanza a visibilizar la cantidad de personas que han estado llegando.

Según una estimación que compartieron las representantes de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en los últimos 10 días han arribado a Tijuana más de mil migrantes haitianos, es decir, en promedio llegan 100 personas a la ciudad.

En visibilidad no parecieran muchos, insisto, porque los grupos andan de forma aislada y dispersa por diversos sitios. Sin embargo, en proporción o cantidad, mil personas ya son algo considerable, pues son el doble de migrantes que actualmente habitan el campamento de El Chaparral, un sitio que las autoridades consideran erróneamente como un problema.

La gran mayoría de los grupos de migrantes haitianos que llegan, eran aquellos que durante varios meses estuvieron varados y hacinados en Tapachula, Chiapas, en donde se dieron varios eventos en los que, tratando de salir de ahí, tuvieron enfrentamientos con elementos de la Guardia Nacional y personal del Instituto Nacional de Migración (INM).

Encuentros en los que, gracias a la lente de fotoperiodistas, pudimos observar el maltrato del que fueron víctimas por esas políticas migratorias de contención en la frontera Sur de México, que ha instrumentado el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, a quien ante los señalamientos internacionales, no le quedó de otra que ofrecerles visas humanitarias para que puedan desplazarse libremente por el territorio mexicano, aprovechando que actualmente los procesos de asilo en Estados Unidos están paralizados.

Pero con los migrantes centroamericanos pareciera que no corre la misma suerte, pues hoy volvemos a ver que quienes más se han visto afectados con estas políticas migratorias son ellos, los que vienen emanados del cinturón de pobreza y extrema violencia del triángulo centroamericano.

Ejemplo claro de ello es el suceso de la semana pasada, en el que 55 migrantes fallecieron cuando viajaban hacinados en una cabina de tráiler que volcó en una carretera chiapaneca, accidente en el que además quedaron otros tantos con lesiones de consideración.

¿Y por qué digo que con los centroamericanos no corre la misma suerte? Porque pareciera que con ellos no hay ese tipo de condescendencias, porque con ellos se sigue teniendo esa misma visión desde 2018: que son los infestados que vienen a robarnos los trabajos y que por ser pobres no merecen tener también una oportunidad.

Las políticas de contención en la frontera Sur y la nula alternativa para obtener visas humanitarias, han orillado a que los migrantes sigan buscando las opciones que ofrecen los polleros, uno de los métodos más habituales con el que traficantes de personas suelen lucrar poniendo en riesgo la seguridad y garantías de vida de las personas, como ya lo vimos con el trágico accidente en Chiapas.

Las imágenes de ese suceso son desgarradoras: montones de cuerpos regados por doquier y muchos más apilados al interior, son indignantes. Por más que el presidente mexicano haya mostrado su solidaridad con las familias de las víctimas, eso lo lo exime, al menos en el aspecto moral, de una responsabilidad.

Recordemos que fue gracias a estas políticas migratorias que algunas líneas de transporte terrestre prohibieron viajar en sus autobuses a toda aquella persona que no contara con una identificación oficial, documento del que la gran mayoría de migrantes carece y lo cual les lleva, repito, a buscar medidas extremas para poder cruzar el país sin que puedan ser identificados.

Estamos pues, nuevamente, ante una situación de crisis en materia de migración que, hoy en día, ya no solamente se magnifica y se cuantifica en el norte o en el sur, sino en ambas fronteras del país, y pareciera que a las autoridades hoy más que nunca, no les interesa emprender acciones para poder resarcir la situación.

Hace un par de días, a Tijuana llegó personal de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim), para participar en un foro sobre migración con perspectiva de género, y a los reporteros que fuimos a cubrir nos sorprendió sobremanera que no tuviera idea ni conocimiento sobre lo que pasaba con las mujeres y niñas en el campamento de El Chaparral. 

Los funcionarios federales, cuando suelen venir a Tijuana para ver este tipo de temas, salen y posan muy orondos en las fotos y evocan frondosos discursos en su presentación, pero de ahí en fuera nada.

Que un funcionario federal venga a Tijuana a participar en un foro sobre un tema del que no tiene conocimiento, habla más de lo que carecen, que de lo que pretenden hacer.

Ya lo dijeron las organizaciones internacionales, lo han venido recalcando los activistas locales y lo han señalado los directores de los albergues: en Tijuana hay nuevamente una crisis migratoria que no se está atendiendo y que de seguir así, puede derivar en otro tipo de circunstancias que puede ser más perjudiciales y de exposición y riesgo para los migrantes.

Está el grupo de migrantes hacinados en el campamento de El Chaparral y están los miles ya de migrantes haitianos; en cualquier momento comenzarán a retornar a los migrantes que se encuentran bajos los protocolos del MPP y, mientras tanto, Andrés Manuel viene a Tijuana a recitarnos sendos mamotretos de historia mexicana y loas para Chabelo y Carmen Salinas. 

Con esos aspectos del mandatario federal, no queda más que pensar eso que se piensa cuando tenemos un problema por delante y lo dejamos pasar: ¿A ver cómo nos va?

Bonus: Años atrás solía indignarnos cuando nos enterábamos que agentes de la migra maltrataban a los migrantes mexicanos en su intento de cruce hacia Estados Unidos o cuando nos enterábamos que morían igual, hacinados en cabinas de tráilers en los que se transportaban en territorio del país vecino.

Hoy eso está sucediendo en México, territorio que solía ser más amigable con los migrantes, y pareciera que no nos indigna cuando es igual de terrible la situación.

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