RÍO DE JANEIRO, 24 ene (Reuters) – Meggy Fernandes votó por Jair Bolsonaro en las elecciones presidenciales de Brasil en el 2018, atraída por la promesa del excapitán del ejército de transformar la clase política del país, plagada por interminables escándalos de corrupción.

Pero después de escuchar sus promesas de cambio y lucha contra la corrupción, lo vio negociar pactos con los políticos a los que consideraba como rivales. Y en una afrenta aún mayor, Fernandes, de 66 años, dice que la negligente respuesta del Gobierno a la pandemia de coronavirus le hizo perder la confianza en Bolsonaro.

“Me repugna haber votado por él”, dijo en el estacionamiento de un supermercado en Río de Janeiro, y a diferencia de la mayoría de los brasileños en sondeos, se mostró a favor de un juicio político contra el presidente. “Bolsonaro está ejecutando un Gobierno terrible. Está haciendo un terrible daño a la nación. Su manejo de la pandemia es completamente incorrecto”.

Tras negar repetidamente la gravedad de la pandemia y liderar una respuesta que ha puesto Brasil en el segundo lugar con mayor número de muertes por COVID-19 del mundo después de Estados Unidos, Bolsonaro terminó el 2020 en lo más alto de las encuestas, impulsado por un generoso paquete de ayuda fiscal ante el coronavirus.

Sin embargo, enero ha sido menos amable. El programa de asistencia social ha terminado, dejando a muchos brasileños pobres varados mientras una segunda ola de la pandemia gana fuerza en la nación sudamericana.

A otros les irrita el despliegue lento y desigual de la campaña de vacunación por parte del Gobierno federal y el anuncio de Bolsonaro de que no recibirá la inmunización contra el COVID-19.

Un reciente brote epidémico en Manaos, que fue uno de los primeros lugares gravemente afectados por el virus durante la primera ola, se convirtió en otra falta del Gobierno ante el coronavirus. La ciudad, en lo profundo de la selva amazónica, se quedó sin oxígeno la semana pasada, dejando a los hospitales dependientes de cilindros del mercado negro o tanques importados de Venezuela.

El apoyo a Bolsonaro ha sufrido su mayor caída desde el comienzo de su Gobierno en 2019, según indicó el viernes una encuesta de Datafolha. Su administración fue calificada como mala o terrible por el 40% de los encuestados, en comparación con el 32% a principios de diciembre.

En Brasilia, sin embargo, Bolsonaro parece estar en un terreno más estable. La mayoría de los brasileños rechaza que sea impugnado, según una segunda encuesta de Datafolha. El estudio arrojó que el 53% de los encuestados está en contra de que el Congreso inicie un juicio político, frente al 50% en una encuesta anterior.

Al igual que otros en la protesta en Río de Janeiro, Patricia Resende, una funcionaria de 57 años, dijo que era poco probable que Bolsonaro fuera sometido a juicio político.

Resende dijo que muchos de sus amigos aún apoyan al presidente, pero afirmó que había acudido a la manifestación para “expresar su posición” contra lo que describió como una “estafa electoral”.

“(Bolsonaro) ha negado el coronavirus”, afirmó. “No trató de comprar suficientes vacunas para una población de más de 200 millones de personas”.

Según datos del Ministerio de Salud, más de 217.000 personas han muerto en Brasil desde el comienzo de la pandemia y el número de contagiados de acerca a los 9 millones.

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