En el capitalismo que predomina, ese que aplasta personas, ecosistemas, oportunidades, el dinero es el rey.

Bajo esa perspectiva tan arraigada desde varias décadas, se conducen las compañías constructoras que se dedican a edificar condominios de manera exclusiva para la clase alta, para los que tienen el capital.

En Tijuana, esto es cada vez más evidente.

Los albañiles que dan forma a los departamentos de lujo, solo pueden apreciarlos como un trabajo bien terminado, pero que jamás será suyo.

Lejos de aspirar a una de estas viviendas, el trabajador común suele conformarse con una de interés social, algo que era lo mínimo que podía esperar, pero que hoy en día ya ni siquiera es factible en esta ciudad.

Desde hace por lo menos tres años no se construyen casas para empleados que ganan uno o pocos salarios mínimos.

FOTO: OMAR MARTÍNEZ /CUARTOSCURO.COM

El costo de la tierra en Tijuana se ha elevado tanto que las constructoras han visto en ello una oportunidad para solo construir y vender departamentos costosos.

Para aquellos que abrazan el capitalismo de manera consciente o inconsciente, no hay nada de malo en dedicarse a un “nicho de mercado”, pero es justo esa visión la que nos ha llevado a generar distancias cada vez más inhumanas.

¿Qué tan inhumano? Digamos que se obliga a miles de familias a alquilar de por vida, a nunca poder tener una casa propia, un espacio que dejar a los hijos si los hay.

Y no solo es una cuestión material, también está la sentimental, la seguridad que brinda contar con un hogar.

Pero eso es precisamente lo que deja de lado el capitalismo, las constructoras en este caso.

Les encanta vestirse con esa frase de empresas socialmente responsables porque adoptan áreas verdes o hacen algunas donaciones.

Pero su verdadera responsabilidad, que debería ser con toda la sociedad, no existe porque para ellos, repito, el argumento es que bajo el libre mercado uno puede decidir a quién vender y en cuánto.

Otra vez, subrayo, esas formas, son las causantes de sociedades cada vez más disparejas, ricos cada vez más ricos, pobres cada vez más pobres.

¿De qué trata entonces esta farsa de un “mundo mejor” si el sistema económico que manda es el de acaparar y desplazar?

En las constructoras no hay ni siquiera un espacio para la reflexión, para decir: sabes, por cada 9 condominios lujosos voy a construir cuatro de interés social.

Tampoco se les pide mucho, tan solo, que sean en realidad responsables socialmente, al final del día es la gente de abajo, esa que emplasta, coloca ladrillos, tuberías, paredes, las que edifican sus proyectos.

¿No merecen estos y otros trabajadores un hogar?

En Tijuana parece que no.

El panorama no pinta nada bien para los que perciben sueldos mínimos, sus oportunidades se han reducido a alquilar de por vida y en dólares en muchos de los casos.

Y así, en esta tierra llamada de oportunidades, la posibilidad de decir ‘esta es mi casa’, luce cada vez más lejana.

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