No hay día en que no haya noticias relacionadas con drogas: homicidios entre cárteles, decomisos, millones de dólares de dinero lavado, propiedades incautadas, lujos y todo lo que encierra ese entorno.
Esta última frase, la del entorno, no significa que el mundo de las drogas sea un espacio ajeno, pequeño, por el contrario, está por cualquier lugar y el entorno somos todos, el escenario son las colonias, ranchos, fronteras, aeropuertos, montañas y ríos del mundo.
Siendo así, no hay quien quede libre de sufrir por la producción, trasiego y venta de estupefacientes, ya sea como adicto; obligado a trabajar como sicario para el crimen organizado; como víctima colateral; viendo a un ser querido deteriorarse por el consumo.
Pese a todo, los gobiernos siguen empeñados en destinar recursos humanos y también millonarios a ejércitos, a la compra de armas, equipamiento, tecnología y demás parafernalia militar.
Lo cierto, es que la guerra contra las drogas lleva años que se perdió y a estas alturas, tal vez lo más cuerdo sería optar primero por desmitificar su uso y consecuentemente, legalizarlas.
Sería una apuesta sin duda arriesgada, pero interesante si es acompañada de una correcta información sobre los beneficios y riesgos del uso de la marihuana, hongos alucinógenos, cocaína, heroína, y demás estupefacientes.
Habrá quienes se opongan tajantemente a la idea, advirtiendo que es un muy peligroso hacer llegar a niños y jóvenes los temas relacionados con drogas, pero es eso o esperar a que alguien en la calle las ofrezca, dejando al consumidor solo con la poca o nula información que le da el “dealer”.
También los dueños del negocio, así como mandos militares, policiacos y políticos corruptos que reciben importantes “mochadas” por dejar trabajar a los cárteles podrían reclamar el regular las drogas.
Pero a ellos no les iría mal. En un mundo donde el capitalismo impera la legalización de estas daría pie a ver espectaculares ofreciendo la mejor cannabis, un infomercial sobre la importancia de consumir hongos para descubrir el yo interior, cocaína como suplemento para emprendedores. O sea que el dinero seguiría fluyendo.
Y no porque se incremente el número de consumidores, la idea es que disminuya, sino porque se podría regularizar una industria millonaria que queramos o no, continuará estando presente sea o no legal.
El gobierno, tal y como sucede en California con la legalización de la mariguana, llevaría su importante tajada con el cobro de impuestos, los cuales tendrían que ser destinados para la información relacionada con el consumo de drogas, haciendo que su utilización sea lo más consciente posible.
A muchos les causa escozor hablar de estos temas, llegando a decir que no hay nada de conciencia en utilizar estupefacientes, algo que forma parte de la desinformación que se ha creado alrededor de estos.
No se trata de decir que todos deben probarlas, solo pensar que el prohibicionismo no ha funcionado, logrando hacer que a muchos les atraiga eso precisamente: el acceder a algo que está fuera de la ley.
Dicen que a la humanidad no debería de prohibírsele nada, por el contrario, dejarla que experimente. De manera lamentable, los gobiernos creen saber qué es mejor y peor para los habitantes, algo que hemos visto no siempre sucede.
Los tiempos se tornan cada vez más turbios. Son más los cárteles de droga, las llamadas súper pandillas que operan de manera local o regional y con ello, los muertos en balaceras, los que pasan años en la cárcel o los que al no tener información y asesoría sobre cómo consumir drogas han quedado fuera de sí, perdidos en las calles.
Si usted busca el significado de ensayar se encontrará con las siguientes definiciones: “Poner en práctica una acción o actividad para poder perfeccionar su ejecución”, mientras que la RAE dice: “Probar, reconocer algo antes de usarlo”.
Bajos esos conceptos lo ideal sería que la lucha contra las drogas finalizara y se volteará a fomentar el raciocinio de la humanidad, el cual puede crecer si se le enseña a experimentar, reconocer, comprender.
Al final, qué más se puede hacer luego de años de insistencia sin éxito. La lógica diría que intentar por otro lado, uno donde tal vez haya menos víctimas que lamentar.
