¿A poco no se cansa de leer los mismos encabezados en los medios de comunicación? “Exgobernador acusado por desvío de recursos públicos”; “No hay dinero para obra pública”; “Crece inflación”; entre otros.

La mayoría nos habla de algo que usted conoce de cerca y vive día a día: el mal trabajo de diputados, regidores, gobernantes, ni se diga presidentes del país.

Todos por igual contribuyeron para que México sea lo que es, un país tercermundero, inseguro, con sueldos pobres, vivienda precaria y un montón de cosas negativas. Claro, con algunos aspectos positivos, los cuales son los menos. Más desventajas que ventajas, pues.

A este terruño que tanto queremos lleva rato que se lo está llevando la chingada y en ella van todos los empobrecidos, los que ni de broma pueden dejar de trabajar y muchos menos añorar la deseada estabilidad económica.

FOTO: MARGARITO PÉREZ RETANA /CUARTOSCURO.COM

Los que viven en las calles, peor. Ellos no existen para los programas públicos, ya que los funcionarios solo los voltean a ver en campaña, para la foto y el “compromiso” de un mejor mañana, ese que nunca llega.

Si pensamos en la edad de los gobernantes, el rango suele estar entre los 40 y 70 años aproximadamente, personas adultas que en teoría deberían ser empáticas, conscientes de las diferentes realidades sociales y por la naturaleza de su labor, comprometidas con la equidad.

De forma lamentable, la gran mayoría de los que han ostentado puestos públicos prefieren ceder ante los intereses comerciales de empresas nacionales e internacionales, de las familias adineradas, del crimen organizado. Todo para beneficiarse, tener más dinero, poder.

FOTO: ALFREDO GUERRERO/CUARTOSCURO.COM

Esto usted también lo sabe, lo ha visto, es un guion ya muy repasado. Aún así, se continúa repitiendo, siendo nosotros simples espectadores que se tienen que conformar con lo que hay. “Aquí nos tocó vivir”, diría Cristina Pacheco.

Dicen que cuando algo se intenta demasiado por una vía, tal vez sea mejor buscar otra forma alterna, una distinta de hacer las cosas.

A estas alturas y conociendo lo maleada que esta la política, deberíamos de pasar la estafeta a los que tienen menos prejuicios en la sociedad: la niñez, la cual solo se ve como el futuro, pero nunca como el presente.

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“… no quiero que se aprisione al niño; no quiero que se le deje a merced del humor melancólico de un furioso maestro de escuela. No quiero que su espíritu se corrompa teniéndolo aherrojado, sujeto al trabajo durante catorce o quince horas, como un mozo de cordel”.

“Ni que, si por disposición solitaria y melancólica el discípulo se da al estudio de un modo excesivo, se aliente en él tal hábito: esto los hace ineptos para el trato social y los aparta de más provechosas ocupaciones. ¡Cuántos hombres he visto embrutecidos por avidez temeraria de ciencia!”, escribió Michel de Montaigne.

Pareciera que esto último le ha ocurrido a los que gobiernan, siendo en el fondo una mente que solo responde a lo que el sistema dominante exige, casi nunca a sus instintos más nobles, si es que los albergan.

Montaigne también dice: “El testimonio más seguro de la sabiduría es un gozo constante interior”.

FOTO: DANIEL AUGUSTO /CUARTOSCURO.COM

¿No es acaso lo que demuestran niños y niñas en su trato, convivencia y forma de ver la vida? Un goce por estar vivos, por la diversión sin recompensa.

Hay cierta edad en que la niñez no se preocupa por nada, solo por vivir. Esa visión debería predominar en la política, el ser más pragmático.

La falta de soluciones reales a los problemas que enfrenta la sociedad nos obliga, repito, a replantearnos cómo manejar este barco llamado mundo, uno que hemos estrellado contra muchos icebergs, tantos, que parece que no resistiremos otra colisión.

Se oye en discursos de mandatarios: los niños es lo más valioso que tenemos; ellos son el futuro; los niños tienen una verdadera bondad.

Entonces, si la niñez tiene todos esos atributos que el adulto político dice, no sería descabellado que ellos gobernaran.

Muchos especialistas a estas alturas ya se mofaron de la idea. Cómo un niño o niña entendería sobre economía, bolsa de valores, acciones, geopolítica, salud, los imagino expresar.

Pero también imagino al niño dando una respuesta ante las dudas de un secretario de bienestar, de desarrollo económico, o el que usted guste.

Si hay tanta tierra vacía ¿por qué no dejamos que todos hagan su casa? Les ayudamos; “¿No tienes comida? Te doy de la mía; pienso que dirían los más pequeños.

FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

El mejor sistema es el más sencillo, pero acá hay leyes para todo, la constitución, el reglamento para regidores, para diputados, para senadores. Miles de leyes que en la práctica a veces funcionan y muchas otras no.

El político ha creado un sistema tan enmarañado que lo termina haciendo un producto difícil de dirigir, confuso, inútil.

Cuando uno ve jugar a niños resalta el proceso de ponerse de acuerdo. Tras unos segundos todo está solucionado: tú me persigues, si te alcanzo ahora me persigues tú. Gana el que salve a todos sus compañeros.

REUTERS/Adrees Latif

Se imaginan eso llevado a las sillas del Congreso del Estado. Serían las sesiones muy amenas al ver cómo la niñez se inclina por lo más fácil, lo más lógico, lo que no causa daño.

Es un sueño que tal vez nunca se materialice. Los políticos son voraces. Para ellos el único juego es ser como la figura del Monopoly.

Ellos no fluyen con los demás, solo con sus intereses. Son egoístas, pues. Algo que en la inocencia del niño y la niña no existe.

Es entonces que les pregunto: ¿y si dejamos que la niñez gobierne?

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