Era casi mitad de los ochenta, para ser preciso, 1984. Fue en Acerra, Italia, donde la enfermedad de un niño provocó que el mejor jugador de futbol de ese momento, Diego Armando Maradona, diera cátedra de lo que significa el calcio, no solo en la cancha, también fuera de ella.

Una familia pobre de un municipio ubicado en Nápoles no tenía la suficiente plata para costear una operación urgente que requería su hijo, por lo que decidieron pedir ayuda al equipo local, el Napoli.

El presidente de la Società Sportiva Calcio Napoli, Corrado Ferlaino, no accedió. Pese a ello, la solicitud llegó a oídos del “Pelusa”, quien solicitó permiso al club y a la FIFA con miras a organizar un partido recaudatorio para la operación del niño, tanto el Napoli como la Federación Internacional de Fútbol Asociación, se negaron.

Sí. Así de crueles ambas instituciones.

Pero esto no frenó a Diego. Por el contrario, el “Diez” contrató un seguro contra lesiones por 12 millones de dólares para que los jugadores no tuvieran temor de participar en el encuentro.

Maradona jugando en el barro.

Durante el juego disputado ante el Acerrana, Maradona marcó dos goles, siendo el segundo el mejor: le quitó la pelota a un rival a la altura de media cancha, de ahí comenzó a correr con su mágica zurda, desparramó a un contrario driblando hacía adentro, otro más lo quiso frenar, pero en su intento terminó perdiendo el equilibrio.

Ahora solo tenía que burlar al arquero, al cual también eludió para después anotar ante el marco abierto.

Un montón de niños y un peculiar hombre con paraguas saltaron a la cancha para celebrar la magistral anotación del “Pibe de Oro”.

El mal estado de la cancha, llena de barro, no fue obstáculo para que este último realizará el encuentro y jugará a gran nivel: el futbol sin distinciones, en el barrio, en el patio, el lodo, donde haya una pelota y un espacio para patearla.

Si le agregamos que al mismo tiempo Maradona aportó 15 millones de liras de ese entonces para la intervención quirúrgica del menor, el escenario mejora aún más.

El futbol como medio para ayudar.

Esa forma de pensar y de sentir este deporte parece no permear en la institución que lo representa, la FIFA.

No causa sorpresa, por lo menos para aquellos que siguen el futbol, que la FIFA sea una especie de Estado corrupto, que se mueve como muchos gobiernos, por intereses personales y comerciales. Es decir, se venden al mejor postor.

Seguramente eso pasó en la designación de Qatar como sede de la Copa del Mundo de Futbol. Si bien es cierto que el Medio Oriente nunca había albergado el campeonato, no deja de resultar curioso que se haya elegido a una nación con tantos prejuicios.

Claro, el futbol no debe pasar por encima de las tradiciones o cultura de un país. Pero al menos la FIFA debe acercar el deporte a lugares donde no existan estilos de vida que cuartan la libertad del ser humano.

Nasser Al-Khater

Y es que hace unos días se publicó una entrevista donde el director ejecutivo del comité organizador de Qatar 2022, Nasser Al-Khater, declaraba a una reportera de CNN lo siguiente:

“Las demostraciones públicas de afecto están mal vistas y esto se aplica a todos. Qatar y los países vecinos son mucho más conservadores y pedimos a los aficionados que respeten. Estamos seguros de que lo harán. Así como nosotros respetamos las diferentes culturas, esperamos que la nuestra también lo sea. Los miembros de la comunidad LGBTIQ+ vendrán a Qatar como aficionados y asistentes a un torneo de futbol y podrán hacer lo que haría cualquier otro ser humano”, señaló.

 

Sobre ese último renglón no sé si el señor Al-Khater sepa que después de un gol hay abrazos, besos entre parejas, incluso entre jugadores y familia.

Además, un campeonato mundial de la disciplina que sea debe ser una celebración, y en las celebraciones hay muestras de afectos, esas que no quieren las autoridades de Qatar.

A su vez, resulta contradictorio el discurso de la FIFA, la cual escribe en su Visión 2020-2023 su forma de ver al futbol y al mundo, escrito del que remarcó los siguientes dos párrafos:

“Ahora, habiéndonos asegurado de que ningún miembro de la familia del fútbol necesite luchar solo, podemos avanzar para desarrollar el juego global moderno, accesible e inclusivo que hemos imaginado”, menciona el texto.

“No solo mejoraremos el escenario en el que mostrar lo mejor del mundo, sino que también aspiraremos a mejorar el estado del deporte y la sociedad como resultado, a través del fútbol”, detalla la federación de futbol.

Lo cierto, es que en Qatar 2022 esas aspiraciones de un juego más inclusivo y mostrar lo más relevante del planeta parecen lejanas.

Repito, no se trata de crucificar a la sociedad del Medio Oriente, mucho menos sus costumbres, sin embargo, sí de decir que son otros tiempos, donde el ser humano necesita ser más transparente.

No merecemos vivir bajo gobiernos que oprimen la libertad del pueblo, que lo limitan y le marcan qué hacer y qué no.

Los nudos que desdeñan y castigan el amor, la amistad, un abrazo, un beso, la convivencia humana en todo su esplendor, se tienen que desenredar.

Sí, entendemos la cultura de cada región. Sin embargo también hay que entender que un ser humano, ya sea del sur, del norte o de cualquier latitud del mundo, desea vivir de forma libre.

Ojalá la FIFA tuviera algo de aquel Maradona del Napoli. Que no le importaba mancharse de lodo por una buena causa, por un gol.

Lamentablemente para el futbol, para los aficionados, a sus dirigentes no les gusta ensuciarse, Más bien impregnarse del olor del billete verde, ese que en muchas ocasiones mueve al futbol y al mundo a lugares equivocados.

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