Tal vez el maestro Miguel León Portilla nunca imaginó que la conquista de los españoles sobre los Mexicas se repetiría siglos después en otro escenario, el fútbol.

Fue en el 2012 cuando de manera oficial, la Primera División de México dejó ese nombre para convertirse en lo que hoy conocemos como la Liga MX, siendo el principal patrocinador BBVA, banco español que ha extendido en las últimas décadas sus negocios y sucursales.

Así como los tlaxcaltecas ayudaron a las fuerzas de Hernán Cortés en su camino hacía Tenochtitlán, acá, los Azcárraga, Salinas Pliego y otros dueños de equipos, fueron los que pusieron el mantel para que los de España comenzarán a dominar el balompié nacional.

Es cierto que la injerencia de empresarios ibéricos en diferentes ámbitos del país viene de muchos años atrás, pero en el caso del futbol la situación se ha hecho cada vez más notoria, y para aquellos que disfrutamos del juego y de una competencia equitativa, esto es preocupante.

Volteemos un poco hacía la Liga Santander, en ella sólo dos equipos dominan el campeonato, Real Madrid y Barcelona.

Por ahí el Atlético de Madrid, Valencia, Betis, a veces aparecen peleando, pero los dueños son los merengues y los culés, no hay más. El torneo es injusto para los demás equipos que están muy lejos de firmar a un Messi, Mbappé, Zlatan, Pogba.

Recuerdo una entrevista a Javier el Vasco Aguirre, en la cual decía que jugar en el Bernabeu o en el Nou Camp era otra cosa, por la cantidad de figuras que había que enfrentar.

Bueno, acá, algo muy similar lleva años gestándose y cada vez materializándose más y más en escuadras como Tigres, Monterrey, América y Chivas, los cuales acaparan el mercado de los mejores futbolistas nacionales.

Y a lo mejor se pregunte, ¿qué tienen que ver los españoles con esto último? Yo diría que mucho.

Con su mano en los negocios del fútbol mexicano no sólo se establece una cuestión relacionada con el dinero, también con la forma de ver las cosas.

La cultura mexica y otras más sufrieron modificaciones con la conquista. Igual en el balompié de México. El espectáculo que de por sí no era el mejor, ahora ya es cada vez más predecible.

No es que en décadas pasadas uno esperaría que Correcaminos quedase tricampeón, pero sí existía la oportunidad de observar a equipos más equilibrados.

Hoy en día, sabemos que los equipos de Nuevo León, los azulcremas y rojiblancos, son los que dominan a las estrellas a base de billetazos.

Pensar en aquella proeza Necaxista de los noventa parece tan lejana. Un equipo de media tabla ya no puede aspirar a eso y si por buen fútbol y suerte se corona, es sólo una vez y ya, como un chispazo de fortuna.


La idea de un torneo para todos es a estas alturas impensable. El espíritu de competencia ha quedado reducido al mejor postor.

Incluso, ya son pocos los jugadores que se encariñan con una sola camiseta, brincando sin problemas de un club a otro, con que el contrato tenga más ceros es suficiente.

Jorge Valdano, el exfutbolista campeón del mundo en México 1986, dijo que se alejaba del negocio del fútbol porque no le gustaba el rumbo que estaba llevando.

Él sigue en los deportes, en la formación académica, pero alejado de algo que, si bien siempre será una de sus pasiones, hoy entiende que atiende a otros intereses.

Sólo espero que no ocurra lo que pasó el 23 de mayo de 1520, cuando españoles comandados por Pedro de Alvarado masacraron a Mexicas en las Fiestas de Tóxcatl, lo que se conoce como la “Matanza del Templo Mayor”.

La comparación puede parecer cruda pero el fútbol mexicano nunca ha sido brillante, tampoco el mejor del mundo, pero tenía hasta cierto punto algo de equilibrio.

Lamentablemente, el futbol nacional es ahora similar a lo que pasa en España cada jornada.

El torneo se reduce a dos o cuatro equipos para llevarse el título, los demás son simples espectadores, invitados a una fiesta donde nunca podrán probar el elixir de ser campeón.

Es pues, un futbol capitalista, para los ricos, para los que pagan, para españoles y mexicanos adinerados, empresarios, banqueros.

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