Los Ángeles, California, noviembre de 2019. La ciudad y el mundo entero están divididos en dos, los humanos y los replicantes, estos últimos son robots fabricados a base de bioingeniería para realizar trabajos peligrosos.

Tyrell Corporation, la empresa creadora de los replicantes afirma que el modelo Nexus-6 es más humano que hombres y mujeres de carne y hueso, aunque no cuente con emociones ni capacidad empática.

El escenario es de la película Blade Runner (1982), ficción que hoy en día parece realidad, ya que los trabajadores, obreros y asalariados sólo tienen tiempo para producir, maquilar y trabajar, y poco espacio para reflexionar, contemplar y convivir.

Se trabajan 12 horas diarias y otras dos se van en el transporte, más ocho horas de sueño en promedio, nos quedan 120 minutos diarios libres que fácilmente se van en las obligaciones del hogar, con los hijos o con uno mismo. En eso gastamos las 24 horas del día en este mundo moderno.

Hemos sucumbido ante la lógica capitalista y los que más sufren son la clase empobrecida, la que parece no tener otro fin que ensamblar computadoras, preparar comida rápida o construir condominios que jamás habitará, como si de un robot se tratase.

“El que no produce, no sirve”, esa es la máxima en el mundo porque se mide a la persona por el sueldo, ocupación y esfuerzo.

“Si un hombre pasea por el bosque por placer todos los días, corre el riesgo de que le tomen por un haragán; pero si dedica el día entero a especular cortando bosques y dejando la tierra árida antes de tiempo, se le estima por ser un ciudadano trabajador y emprendedor. ¡Como si una ciudad no tuviera más interés en sus bosques que el de talarlos!”, escribió Henry David Thoreau.

Los riesgos de una humanidad mecánica ya son visibles: la indiferencia y el cansancio nos han hecho productos desechables, con poco o nada de tiempo para sentir la vida, compartirla.

En Blade Runner los replicantes se vuelven “peligrosos” al comenzar a desarrollar sentimientos, deseos de autonomía y libre albedrío. Capacidad de decisión, pues.

Los robots comienzan a buscar una vida plena, donde no estén condicionados por su diseño y responsabilidades. Esto provoca que sean expulsados del mundo y que posteriormente ellos se rebelen ante la decisión.

“Es toda una experiencia vivir con miedo, eso es lo que significa ser esclavo”, menciona uno de los replicantes en la película.

La deshumanización no es algo nuevo, pero en estos tiempos sigue siendo común y lo más preocupante, aceptada. El yugo al que socialmente hemos sido expuestos, no se romperá desde arriba, sino de abajo, desde donde hemos sido mecanizados.

La clase trabajadora, nosotros, tenemos que repensarnos, tal y como lo hizo el modelo Nexus-6 y como se ha hecho en otros momentos de la historia, donde la unión de los llamados de abajo, terminó por vencer a los que ostentan al poder, aunque sea por un momento.

“Os lo ruego, dejadnos vivir sin ser arrastrados por perros, como hacen los esquimales, cruzando a través de colinas y valles, y mordiéndose las orejas unos a otros”, apuntó Thoreau.

Los que estamos en la línea de producción tenemos dos opciones: seguir maquilando o buscar un equilibrio que nos permita sentir la existencia.

Necesitamos aprender a ser más que robots predestinados a enriquecer a empresarios. Tal vez, necesitamos hacer una pausa para entendernos mejor como humanidad, apreciar la vida propia y la de todos.

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