Por Eldo

La tercera (no siempre) es la vencida

Finalmente, después de haber presenciado sin duda el peor torneo en la historia de la Liga MX en cuanto a nivel futbolístico, el jueves por la noche León y Atlas dieron una exhibición digna del futbol mexicano en sus mejores años, y específicamente de una final; o no sé si más bien se deba a una especie de “oasis en el desierto”.

Guardando las proporciones, y aunque León tiene ya varios años destacando —aunque con un estilo semi-conservador—, ambos cuadros me recordaron a cuando brillaban en la década de los 90: León de la mano del polémico Carlos Reinoso, y el Atlas bajo el mando del odiado Ricardo La Volpe.

Lo sé, ya empiezo a sonar como el viejo que recuerda con añoranza el pasado, pero es imposible no recordar a aquellos equipos. Rápidamente: los Esmeraldas y la final del Invierno ’97, con la patada de Ángel David Comizzo —Doridato: mundialista en Italia ‘90— a Carlos Hermosillo, que cobró el penal con la ceja sangrando; y ese último título de la Máquina hasta hace seis meses. Por eso el invierno pasado había tanta expectativa de que esa final se repitiera, pues “la maldición del Cruz Azul sólo podía acabar donde empezó”. Error.

Y los rojinegros con la final de vuelta en el Verano ’99 en ‘La Bombonera’, la mañana de domingo que se fueron hasta la muerte súbita en los penales, para que Hernán Cristante le quitara la gloria a Julio Estrada y continuar así con la sequía de títulos atlistas. Desde esa época hasta hoy no había un Atlas con tantas posibilidades y ‘buenos ojos’ para ser campeón.

No es que el jueves en León los Rojinegros hayan dado un partido del calibre de aquella escuadra conformada por la camada de oro de la Academia (Rafael Márquez, Juan Pablo Rodríguez, Daniel Osorno, Miguel Zepeda), sino que como lo admitió el propio Diego Cocca, el equipo se ocupó más en construir lo propio que en desarmar lo hecho por el rival; y por 78 minutos les funcionó.

Si bien los errores arbitrales nuevamente favorecieron a los Zorros en un partido más de esta Liguilla, como dijo Héctor Huerta: “el Atlas no tiene la culpa de que ni el árbitro ni el VAR hayan visto las faltas”, en referencia al saque de banda que derivó en el primer gol atlista y a la omisión de la tarjeta amarilla a Aldo Rocha en el penal, que hubiera significado su ausencia el domingo.

Así, el equipo dirigido por Diego Cocca se dedicó a buscar la ventaja para evitar sufrir en su casa en la vuelta; pero falto de costumbre al juego ofensivo/creativo León le alcanzó. Obtuvo la ventaja nuevamente y entonces decidió cerrar el juego, pero León ya le había tomado la medida y además de alcanzarle le dio la vuelta. El semblante de Cocca en la conferencia de prensa posterior al partido lo decía todo: estaba desencajado.

Quizá muchos, la mayoría y si no es que toda la afición rojinegra, pensaron que al llegar a otra final después de 70 años —la sequía más larga de un título en el máximo circuito de la Liga MX— con un equipo tan ordenado y balanceado obtendrían el tan ansiado segundo título en el tercer intento. Pero el futbol no es así y la tercera no siempre es la vencida.

Para muestra está el Cruz Azul. La afición cementera debió esperar 24 años para que su equipo volviera a levantar el trofeo nacional; y aunque el período de espera es apenas tres veces menos en comparación con el de los atlistas, en ese inter tuvo que soportar un sinnúmero de burlas a causa de todas las finales a las que llegó para ser campeón nuevamente, pero en su lugar las perdió.

Seis veces la Máquina vio cómo se coronaban en sus narices, y de esas seis, dos soportó que el visitante alzara el título en su propia cancha. Luis Fernando Tena, Sergio Markarian, Benjamín Galindo, Enrique Meza, Ignacio Vázquez, y Pedro Caixinha, ninguno pudo hacer que el Azul se coronara, hasta que justamente un estandarte del equipo en aquel título de 1997 frente a León llegó al equipo para hacerles entender cuál era el sentimiento de todos aquellos que de verdad querían ver a Cruz Azul ganar: el férreo defensor Juan Reinoso.

Diego Cocca no es ningún estandarte atlista, ni estuvo en aquella mítica final perdida en 1999, pero llegó un par de meses después de ese catastrófico domingo rojinegro, y vistió los colores del Atlas el tiempo suficiente como para entender lo mucho que significa llevar las riendas de los Zorros y haberlos metido a una final después de 22 años.

Ahora en su tercer intento como director en México y con el equipo que le dio la oportunidad de debutar en este país como jugador, el argentino tiene la oportunidad de darle al Atlas un título que significaría incluso más que eso. ¿En qué sentido? 70 años no es poco tiempo y en todos esos años han visto la luz tres diferentes generaciones en todo el planeta. Sin entrar en detalles de los avances tecnológicos o los eventos políticos e históricos alrededor del orbe, tan sólo en términos futbolísticos en estos momentos hay aficionados al Atlas que nunca lo han visto campeón, que son fieles a los colores rojo y negro por sus abuelos o bisabuelos, y que incluso por causas propias de la vida, muchos de los que vieron a la Academia levantar el trofeo en 1951 ya no están más con nosotros.

A esto se agrega que de las cuatro finales anteriormente disputadas por los Zorros, nunca han disputado el partido de vuelta en su cancha. Por lo cual el domingo será historia futbolística y pura en todo su esplendor, día para el cual dicho sea de paso, ya se prepara una de las barras más violentas del país: ‘La 51’.

Sin embargo y como ya mencioné líneas más arriba, este es apenas el tercer intento del Atlas por volver a la gloria de ser campeón, y siendo objetivos, el futbol es bonito pero no así benévolo.

Hasta el otro año

Para quienes están un poco desconectados del mundo de la UFC —como es mi caso—, 12 días después de que se confirmara el tercer enfrentamiento entre el tijuanense Brandon Moreno y el brasileño Deiveson Figueiredo, la propia compañía informó que la pelea pasaría a formar parte de la edición 270 a efectuarse el sábado 22 de enero de 2022.

Esta función estará acompañada del combate co-estelar entre Francis Ngannou y Ciryl Gane por el cinturón en el peso pesado.

La razón de posponer el tercer episodio de Moreno vs. Figueiredo fue el alto número de combates con gran rating, pues la UFC 269 a efectuarse este sábado en Las Vegas, Nevada, ya incluía los enfrentamientos entre Amanda Nunes y Julianna Peña por el título del peso gallo, y a Charles Oliveira en su defensa por el cinturón del peso ligero ante Dustin Poirier, pelea que ahora es la estelar. Además, en este evento destacan los combates entre Geoff Neal y Santiago Ponzinibbio, así como Pedro Munhoz contra Dominick Cruz en la función preliminar.

La UFC 269 dará inicio en punto de las 15:00 horas del Pacífico con la función de early prelims con transmisión en México por Star Action, las premilinares por Fox Sports, mientras que la cartelera estelar sólo por Star+ o pago por evento.

Polémica innecesaria

Y con el pretexto de que el combate de Brandon y Deiveson debió posponerse, los medios especializados en artes marciales mixtas aprovecharon para entrevistar al tijuanense y buscar declaraciones que trascendieran el octágono.

Así, charlando para el podcast MMA Hour, el tijuanense declaró que se vio sorprendido de ser agendado para pelear nuevamente contra Figueiredo para su siguiente combate, pues sinceramente al haberlo derrotado esperaba pelear contra Alexandre Pantoja o Askar Azkarov.

Aunado a ello, entre risas, expresó que Deiveson es su mejor patrocinador, pues gracias a los combates que han sostenido él obtuvo los ingresos para pagar su casa y su auto, por lo que está dispuesto a pelear con él las veces que sea necesario.

Sin embargo el punto que me parece más interesante es su declaración de sentirse cansado de seguir pensando y preparándose para el mismo peleador por más de un año, debido a todo el entorno que rodea al brasileño.

Esto se debe a que de acuerdo con información del propio podcast, el manager de Deiveson se ha encargado de sembrar ideas falsas alrededor de la compañía, con declaraciones como que Brandon traicionó a Henry Cejudo —su ex-coach—, para entrenar con Joseph Benavidez, y “por eso ahora Deiveson lo hará pagar”.

Para Brandon esto es una falacia, y la razón principal por la que busca dejar esta pelea atrás, pues considera que este episodio deportivo es sólo una atmósfera que contamina su serio camino de preparación y crecimiento profesional en el mundo de las artes marciales mixtas.

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